"Perdimos nuestro instinto animal y nos coronamos como la creación perfecta al entender que la perfección viene de la inteligencia y que la inteligencia surge de la creación. Vimos las señales de Dios y surgió nuestra Sagrada Dualidad al fusionar nuestra Ciencia con nuestro Creador".
La Nueva Biblia, pag.37
[§]
La lluvia caía sin clemencia sobre los estudiantes que corrían a buscar donde guarecerse mientras Runa caminaba bajo ella a paso lento.
Sus pensamientos seguían dando vueltas como una rueda de la fortuna infinita mientras ella intentaba tomar alguno para esclarecerlo.
Había demasiadas cosas en qué pensar para ella. Debía hacer su tesis, elegir un tema y aunque estaba segura de cuál sería el tópico que usaría no estaba tan segura de cómo lo empezaría. También debía hacer la despensa, tal vez pasar al huerto de Frodo por la tarde era una buena opción. Y debía decidir sobre si seguía con su terapia buscando más en ese recuerdo roto hasta que su mente fuera un chícharo podrido.
Apretó sus labios y rindiéndose ante el peso de sus pensamientos activó la radio en sus audífonos.
Se detuvo un momento en la esquina peatonal y fijó su mirada en las gotas de lluvia rebotando en los charcos. Se esforzó en sentir más fuerte el agua cayendo en su piel y miró a todos lados buscando alguien que espiara sus movimientos.
Cerró sus ojos y elevó su rostro al darse cuenta que estaba sola.
La llovizna evolucionó a tormenta con rapidez y golpeó con fuerza la piel y la ropa de Runa. Movió sus caderas de lado a lado junto al ritmo lento de la música y movió sus labios junto a la letra de la canción. Sus manos se dirigieron a su pecho como si cargara con un saxofón invisible y comenzó a ensayar los movimientos de sus dedos en el aire.
Solo para ella, por un momento la lluvia desapareció y en aquella esquina solo quedó una pelirroja que bailaba y cantaba como si estuviera en un concierto.
Detuvo su locura cuando escuchó que unos pasos se acercaban y volvió a fingir su compostura.
A su lado un hombre se detuvo sin prestarle atención.
Runa cayó en cuenta al fin de que la lluvia había amainado hasta quedar en unas cuantas gotas rebeldes que caían sin cuidado de vez en cuando.
-No se detenga, señorita. Yo solo seré un fantasma si lo desea.
Las mejillas de Runa se incendiaron con el comentario del desconocido.
«Carajo, el desconocido sexy me vio»
-No se preocupe, es... solo... Me dejé llevar por la música.
El desconocido volteó a verla con una sonrisa ladeada y bufó levemente.
-Debe de ser una muy buena música.
Runa asintió lentamente intentando encontrar su inteligencia.
Los ojos hechizantes del hombre la miraban con intensidad. Un ojo casi blanco con un girasol en el centro y el otro mitad negro mitad azul la observaban con un extraño tipo de intención que Runa no logró identificar.
-Sí... Lo es...
El desconocido sonrío más amplio y volvió a mirar hacia delante al semáforo de peatones.
-¿Espera a alguien?
-¿Le importa?
Como si el rostro del sujeto estuviera prefabricado con una mueca burlona para toda su vida, volteó a verla y ladeo la cabeza mirándola como si fuera un mono que le causaba gracia.
-Cuando alguien pregunta algo es porque le interesa, ¿no?
Runa estuvo a punto de girar sus ojos de manera cansada. A punto...
-Espero a mi novio.
No tenía novio, pero quería que el hombre se fuera.
-¿Puedo esperar con usted?
-No, estoy bien. No se preocupe. Puede irse.
El desconocido chasqueó su lengua entretenido y dio un paso hacia delante.
-Un gusto hablar con usted, señorita Saurí.
Su columna obtuvo un escalofrío. ¿Por qué sabía su apellido?
-No me mire como si fuera a secuestrarle, lo vi en el gafete en tu saco.
Sus nervios se disolvieron un poco. Solo un poco...
-Si usted sabe mi nombre yo debería saber el suyo.
Desconocido -como ella ya le había puesto en su mente-, ladeó la cabeza y sacó de su cartera una tarjeta pequeña.
-Nilo Neftalí Ita Cot. A su servicio.
Runa examinó la tarjeta por unos segundos.
"Inspector Detective Nilo Neftalí Ita Cot".
En la fotografía de su identificación se veía unos años mayor, aunque no pudo negar que era el mismo joven que tenía frente a ella, solo que en la fotografía se veía intimidante y con un peinado distinto que acentuaba sus facciones finas.
-Creí que los detectives estaban extintos...
-Nunca está de más alguien que sepa de leyes y misterios.
Runa elevó la vista para ver al sujeto.
¿Acaso sabía algo? No parecía mirarla como si supiera del daño en su cerebro, pero la forma en que había dicho "misterios" había sonado con doble intención.
-Creí que los misterios habían acabado cuando la Tercera Era fue instaurada y se había firmado el tratado de paz.
-Aún hay algunos rompecabezas que armar. La paz es un concepto muy abstracto para una sociedad tan desperdigada como la nuestra.
-Buena forma de decirlo.
Nilo sonrió y continuó dando pasos hacia atrás.
-Si necesita mi ayuda, llame, estoy disponible a cualquier hora del día.
De nuevo hablaba con ese tono afilado de doble intención.
Runa frunció el ceño y miró la tarjeta una vez más.
-Gracias, pero...
¿Pero dónde estaba?
Miró a todos lados al darse cuenta que el hombre había desaparecido. Tragó saliva nerviosa.
¿Su mente había jugado en su contra de nuevo?
Lo único que quedaba de ese momento era la tarjeta en sus manos, aunque esta se veía de alguna forma bastante distinta a como la recordaba hace unos segundos.
Suspiró y sacó un cigarrillo más.
Tendría que decirle a su psiquiatra que las alucinaciones se volvían más reales últimamente, aunque eso implicara más medicina desgastante en su sistema.
ESTÁS LEYENDO
Compré Júpiter a la edad de doce años
RandomColonizamos el universo en busca de sobrevivir. Dominamos mundos vacíos y nos aventuramos a buscar el fin del cosmos intentando lograr la eterna supervivencia de la humanidad. Lo que no supimos es que la etérea humanidad que presumíamos conservar ha...