I. EL COMIENZO.

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Dylan. 14 de septiembre de 2022.

Estaba en una casa de vacaciones visitando a mis padres y del característico reloj de pared salió un pájaro y empezó a piar. Cómo odiaba los relojes de cuco. El pájaro seguía piando a pesar de que ya el reloj no marcaba las doce en punto, y su piar era un poco raro, se parecía a mi tono de notificación. Un momento...

Abrí los ojos y escuché mi teléfono emitiendo el sonido de notificación una y otra vez, miré la hora y eran las 07:50, miré el móvil y vi que se trataba de mensajes de Adrián intentando despertarme. Me levanté de un brinco de la cama y me puse lo primero que vi al abrir el armario. Fui al baño para hacer pis, me lavé la cara para quitarme las legañas y salí de la casa lo más rápido que pude. Vi que Adrián estaba esperándome en la parada del autobús, y en cuanto lo vi me di cuenta.

Mierda, la mochila.

Corriendo como el viento, como perdigón; volví a mi casa, cuando intenté abrir la puerta se me cayeron las llaves y las maldije en voz baja. Subí las escaleras hacia mi cuarto, aunque casi me tropiezo en el intento. Cuando llegué a mi habitación y vi la mochila, fue como si un milagro acabase de caer del cielo. Pero no había tiempo para relajarse, bajé las escaleras a trompicones con la mochila cargada en un hombro.

Pasados dos minutos, estaba hiperventilando con Adrián sentado a mi lado mientras íbamos de camino a nuestro primer día de nuestro primer curso de bachillerato.

Eso si no repites, engreído.

No voy a repetir, conciencia; y menos teniendo altas capacidades.

—No sé qué harías sin mí, bello durmiente. –Dijo Adrián.

—Lo de bello lo sé, gracias. –Le dije sonriendo.

Miro a Adrián, ha sido mi mejor amigo desde que llegué a esta ciudad, iba perfecto para su primer día de instituto. Ni muy elegante, ni muy informal; además, todo le quedaba bien.

Su cabello rubio destacaba en nuestro grupo de amigos, no tenía rasgos de aquí, sus ojos eran de un tono zafiro que nadie de nuestra ciudad tiene. Sus labios eran finos y sus dientes rectos ya que tuvo aparatos hace unos años. Iba vestido con una camisa blanca, unos vaqueros anchos y unas deportivas.

Yo iba en chándal y ni siquiera me había peinado.

El yin y el yang.

Íbamos a bachilleratos diferentes, yo iba a ciencias y él a humanidades, aunque sé que le encantaría dar educación física en algún centro educativo.

Mi asignatura favorita era iniciación a la astronomía, uno de mis secretos es que me encantaría ser astrónomo, aunque también me gustaría ser profesor de astronomía. Cualquier oficio relacionado con el universo me vale. Solo la cursé como extraescolar cuando vivía en Canadá, pero fue suficiente para saber que quería dedicarme a ello.

Adrián me dio un toque en el hombro como señal de que habíamos llegado, así que salimos del bus corriendo para llegar a tiempo.

Tuvimos que atravesar muchas personas, la mayoría gente que llegaba tan tarde como nosotros pero que les daba igual. Nosotros teníamos una reputación que mantener. Llegamos cuando quedaba un minuto para que la campana sonase.

Milagro.

Echamos un vistazo cuando entramos y casi nada había cambiado, la gente seguía igual, os mentiría si dijese que no miré a Madison, mi exnovia.

Habíamos roto en verano, la cosa dejó de funcionar. Aunque si os soy realista, yo mismo me forcé a que funcionara. Cuando la conocí la vi perfecta para mí, si nos miraba desde una perspectiva totalmente ajena, era todo lo que había soñado, siempre me obligué a pensar que estábamos hechos el uno para el otro, pero nadie nace para ser algo de alguien.

Beige.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora