VI. CONVERSACIONES INTERESANTES.

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Sara.

Ya era domingo, y eso solo significaba que el horripilante lunes estaba a la vuelta de la esquina. Lo único bueno de los lunes es que Adrián está igual de dormido que yo y no me habla mucho, que eso en Adrián es un logro.

Marina había estado actuando un poco rara últimamente, hablaba mucho de un chico de su clase, parece ilusionada y no entiendo por qué. El partido al que fuimos el otro día, fue un desastre, a un chico le dieron un pelotazo (aparentemente por mi culpa). Fui a verle después de que el partido se cancelara por el accidente, y lo acompañé a casa para compensar el golpe.

Cuando lo miré a los ojos, recordé quien era: el chico con el que me choqué que tenía el pelo precioso, de un negro azabache muy similar al mío, tuvimos una conversación agradable, tan fluida que a ambos se nos olvidó preguntarnos el nombre. Pienso en lo despistados que fuimos y no puedo evitar esbozar una sonrisa. Sin embargo, no todo fue bonito aquel día. Acompañé al chico a su casa y cuando volví a la mía, estaba Óscar, esperándome. Tuve miedo de que me hubiese visto con aquel chico cuyo nombre ni siquiera sabía. Por un momento, me sentí estúpida por haber estado con un desconocido, pero al escuchar el tono de Óscar, supe que no estaba enfadado, lo cual calmó la ansiedad y los pensamientos que llevaba por dentro.

—Hola, amor—me saludó y me dio un beso. —Fui a recogerte al partido, pero no te vi. Marina me dijo que ya te habías ido, no se te habrá ocurrido irte sola, ¿verdad? ¿O te acompañó algún amigo tuyo de esos babosos?

—No, no; amor. Tenía náuseas y estaba mareada, llamé a Chloe para que me recogiese y ella se quedó en la comisaría porque tenía papeleo —No podía decirle la verdad, cada vez que me hacía preguntas me ponía nerviosa y sentía un cosquilleo en el estómago.

—¿Cómo estás ahora? ¿Te has tomado algo? Puedo ir a la farmacia, a ver que me pueden dar sin receta par que te encuentres mejor.

—No te preocupes, amor. Mi hermana me dio una pastilla que tenía en su despacho y ya me encuentro mucho mejor.

Después de esa conversación donde la tensión se apoderaba de mí, entramos a mi casa y me ayudó a hacer unas cosas de griego. Tuvimos un pequeño malentendido cuando Adrián me envió un mensaje y Óscar vio el nombre de un chico en la pantalla, pero más o menos pude controlar la situación y lo calmé con algunos besos y abrazos.

***

La mañana del lunes ya había llegado. Sonreí al escuchar la alarma, cosa que jamás me había pasado, pero mi misión de hoy era encontrar al chico del pelo bonito y preguntarle su nombre. Me quedé en las nubes pensando en él y en cómo sería nuestra próxima conversación... Tan en las nubes que me quedé dormida.

Cuando me volví a despertar, ya se me hacía tarde. Había pasado media hora, me vestí con la ropa que había dejado en la silla y cuando me hube lavado los dientes salí a toda pastilla a clases; no sin antes haber cogido el libro que estaba leyendo. Llegué al instituto y cuando entré por la puerta, la campana sonó, no quería llegar tarde, lo odiaba; así que me apresuré y corrí hasta las escaleras.

Allí, justo antes de llegar a esas escaleras, donde se podría decir que todo comenzó, el libro que llevaba se escapó de mis manos al tropezar con un chico que llegaba igual de tarde que yo, con el chico del pelo azabache.

—¡Lo siento!— Dijo y se agachó a recoger el libro, yo solo podía mirarlo mientras reía. —E-eres tú.—Dijo y asentí con la cabeza.

—Soy Sara.

—Yo Dylan. —Dijo mirándome a los ojos mientras sonreía. Estuvimos así unos segundos.

—Creo que deberíamos subir o el profe nos arrastrará de aquí hasta el aula. —Empezamos a subir las escaleras y me contó por qué había llegado tarde. No voy a negarlo, ambos subimos las escaleras despacito, como si no quisiéramos que la conversación acabase.

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⏰ Última actualización: Jun 12, 2023 ⏰

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