CAPITULO 3: El Funeral

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Abrí los ojos instantáneamente, como si mi cerebro hubiera estado programado para hacerme despertar en ese instante. Me froté los ojos y abrí mis brazos para descansar unos minutos más, como hacía siempre en mi cama. Pero al moverme hacia un lado, caí en la cuenta de que no estaba en mi cama, estaba en un suelo que se me hacía bastante conocido. Miré a mi alrededor y sin poder evitar el impulso me tiré de los cabellos como lo había hecho Mark el día anterior. Porque me di cuenta de que, como había supuesto ayer, seguía siendo un fantasma. Una maldita alma condenada a vagar sin que nadie la vea ni la escuche.

Estaba en la misma habitación en que había despertado ayer, lo peor de todo era que yo no había vuelto a casa de Haley, sino que me había quedado en el callejón hasta que mi cuerpo no dio más. Así que... ¿Por qué había despertado nuevamente aquí? Estuve unos minutos haciéndome más y más preguntas, que venían una y otra vez a mi cabeza, pero unos ruidos provenientes de la cama, que estaba en medio de la habitación, llamó mi atención.

Era Haley, esa chica estaba frotándose los ojos recién despierta. Lo único que podía decir de su aspecto era que no había tenido una buena noche, su cabello era un intento fallido de trenza, pero esta se había desarmado a medias haciendo que se viera espeluznante. Luego sus ojos estaban hinchados y con una cara que no había dormido en años. Como decía Lauren, se podía decir que esa chica realmente era monstruosa.

(Haley)

Sinceramente esa noche había sido la peor de mi vida, al saber que Tyler Ross había muerto. No podía creérmelo, era algo imposible. Pero cuando Simon fue explicándome con detalles lo que había sucedido no tuve más remedio que admitir la verdad. Estaba muerto, y aún no me cabía en la cabeza porque me importaba de esa manera.

Sí, era cierto, lo amo... o lo amaba desde que entré a la secundaria. Ya que fue el primer chico con el que hablé ese primer día de clases y con tan solo mirar su rostro había caído rendida a sus pies... y como ya dije, ese primer día fue el primero y el último en que notó mi presencia.

Lo peor de todo era que había muerto justo el día que había tenido el valor de hablar con él en el estacionamiento del instituto, esa mañana. Donde ni siquiera se percató de mí.

Al pensar en él mis ojos volvieron a aguarse, como lo habían hecho toda la noche. Saqué mi brazo de la colcha y alcancé la caja de pañuelos que había dejado en mi cómoda, tomé unos cuantos y me limpié las mejillas y la nariz.

Salí de mi cama, ya que no me gustaba estar mucho tiempo en ella, no me gustaba pensar mucho. Sinceramente mi problema era que no me gustaba pensar en mi vida, ya que no era nada interesante. Además, hoy no era un día en el cual me gustaría pensar mucho, en realidad quería tratar de olvidar, olvidar a alguien del que nunca estuve en su mente ni un instante.

Al salir me estiré, pues estaba toda adolorida. Había dormido seguramente en una posición incómoda y los músculos me dolían un montón, sobre todo en la espalda.

Fui hacia la cocina para prepararme el desayuno y ahí estaba un nuevo hombre, como todas las semanas.

—Hola, ¿cómo estás? —le pregunté neutramente, ni tan simpática pero tampoco una amargada total. Este era de cabellos rubios, algo poco usual pero no que me llamara mucho la atención. Lo peor de todo era que me hacía recordar a Tyler por su color de cabello.

Vestía en bóxer, y con el torso desnudo. Pero a mí ya ni me sorprendía. Este se me quedó mirando como si lo hubiera pillado cometiendo un crimen—. Soy la hija, Haley —le informé.

Este volvió en sí sonriéndome. ¿Cuántos años debía de tener? ¿Cuarenta? ¿Cincuenta? Se me acercó para darme dos besos en cada lado de mis mejillas.

Mi Ángel Guardián I : La verdad dueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora