𝐑𝐞𝐬𝐩𝐥𝐚𝐧𝐝𝐨𝐫 𝐃𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 (𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈)

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Hace un tiempo atrás, una joven se encontraba sollozando en uno de los aposentos del palacio real. Myriam, su hermana, quien se hallaba a su lado, intentaba consolarla.
—No te preocupes, Sara —dijo Myriam mientras sostenía la mano de su hermana—. Estoy segura de que el elegido vendrá a salvarnos. Mírame a los ojos y confía en mí...
En eso, el padre de las hermanas, el rey Dyrann, abrió la puerta de la habitación en la que se escondían, tomó a ambas niñas de los brazos y las llevó por un pasaje secreto del palacio, en donde se encontraban unas personas encapuchadas.
—Este es el adiós, hijas mías —dijo el rey Dyrann—. ¡Siéntanse honradas! El oscuro hará buen uso de ustedes. Serán los cimientos de mi nuevo reino, ¡ja, ja, ja!
Luego de ser transportadas en jaulas por un canal subterráneo, las hermanas llegaron a un lugar en el que varias rocas se estaban dispuestas alrededor de una llama roja central. En un costado, se encontraba un hombre que llevaba puesta una túnica negra, así como un collar con una gema roja.
—He aquí los sacrificios, señor —dijo uno de los encapuchados.
—Solo necesito a la de sangre pura —dijo el señor oscuro—. Pueden hacer lo que gusten con la mestiza.
Otro encapuchado cargó la jaula en la que estaba Myriam y caminó hacia la llama roja. Por su parte, Sara lloraba y rogaba que no lastimaran a su hermana. Haciendo caso omiso a las súplicas de Sara, el encapuchado sacó a Myriam de su jaula y la levantó, preparándose para arrojarla. Myriam miró por última vez a su hermana y, acto seguido, fue lanzada hacia la feroz flama que no tardó en consumir su cuerpo. Ante lo sucedido, Sara gritó y rompió en un llanto intenso hasta desfallecer.
La joven, aún enjaulada, fue trasladada a otra parte. Las nubes negras indicaban la venida de una tormenta, por lo que los encapuchados entregaron a la niña al primer comerciante de esclavos que encontraron y se fueron de inmediato. No obstante, en cuanto el comerciante abrió la jaula en la que se encontraba Sara, un rayo impactó muy cerca de donde se hallaban, provocando que el comerciante se descuidara y otorgándole a Sara la oportunidad de escapar.
Despavorida, Sara corría a la vez que los compañeros del comerciante iban tras ella. Finalmente, llegó al borde de un acantilado. En un impulso por salvarse de sus persecutores, se lanzó al río que se encontraba debajo. Al verla caer, los sujetos que la perseguían asumieron que la joven sería arrastrada por la fuerte corriente del río y que no sobreviviría.
Hallándose sumergida en el agua, Sara fue perdiendo poco a poco el conocimiento. De repente, pudo observar la silueta brillante de un joven.
—¿Eres tú el héroe de la profecía? —preguntó Sara—. Por favor, ¡ayúdame!
Sara extendió su mano para alcanzar aquella luz dorada que emanaba del cuerpo de quien creía que era el elegido del que solía hablarle su hermana. Pese a la tragedia que había presenciado, sintió que su salvación estaba justo en frente de ella. Sin embargo, la luz se esfumó y se vio envuelta en total oscuridad. Entonces, abrió sus ojos y, al observar que el río la había llevado a las orillas de un pequeño pueblo, se dio cuenta de que lo anterior había sido un sueño.
Incorporándose lentamente y con mucho esfuerzo, levantó su mirada al cielo y, con su voz resquebrajada, dio un grito con todas las fuerzas que le quedaban, jurándose a sí misma que tomaría la cabeza de su padre, el rey Dyrann. La sed de venganza pasó a convertirse en su nueva motivación.


Después de haber recorrido varias partes del reino, Golden se dirigió a la capital y logró ser aceptado como guerrero. A fin de ganar experiencia, comenzó a tomar varias misiones en las que se enfrentaba a monstruos o bandidos que amenazaban a pobladores de diferentes partes del reino.
Un día, mientras salía de la capital para cumplir con una misión junto con otros guerreros, se fijó en una joven que se mantenía apartada del grupo. Por alguna razón, algo le decía que ya había visto a esa chica anteriormente, pero no podía precisar quién era. En cuanto arribaron al lugar de la misión, Golden notó que la joven se fue por otro camino, ignorando por completo su deber como guerrera.
Al regresar a la capital, Golden se preocupó un poco al no poder encontrar a aquella chica. En eso, llena de rasguños y moretones, la joven apareció en la entrada de la base de los guerreros, quienes voltearon a observarla y a murmurar entre ellos. "Es Sara, la guerrera fracasada", "dicen que nunca logra cumplir con sus misiones", "tal parece que usa las misiones como excusa para salir a dar paseos", "siempre regresa malherida", "no se acerquen a ella o tendrán varios años de mala suerte", fueron algunos de los comentarios que Golden logró distinguir en medio de los murmullos. A pesar de lo que decían sobre ella, la joven no se veía afectada de ninguna manera, pues ni siquiera dirigía la mirada a los otros guerreros.
Conforme fueron pasando los días, Golden fue descubriendo muchos de los males enraizados en el cuerpo de guerreros. Muchos de sus compañeros se enfocaban más en la cantidad de monedas que recibían en lugar de las personas a las que tenían que salvar. Del mismo modo, la motivación de la mayoría de los guerreros era alcanzar el prestigio y la gloria, ignorando por completo la razón de ser un guerrero: proteger a la gente del reino.
En otra ocasión, Golden se dirigía rumbo a una nueva misión. Tanto Sara como otros aventureros habían elegido esa misma misión, la cual consistía en derrotar a unos bandidos que pretendían robar los tesoros de una mazmorra. Al llegar al lugar, Sara tomó un camino diferente. Entonces, dada su curiosidad por saber qué era lo que Sara realmente hacía, Golden decidió seguirla.
—¡Es muy veloz! —pensó Golden—. Al paso que voy, tardaré en alcanzarla.
Las huellas de Sara condujeron a Golden a un pequeño pueblo cercano a la mazmorra. En cuanto vio lo que estaba sucediendo, Golden se quedó perplejo por un breve momento. Unos individuos encapuchados estaban atacando el pueblo y Sara era la única que les estaba haciendo frente, dando a los pobladores la oportunidad de escapar. El corazón de Golden comenzó a latir con mucha fuerza, pues esa escena le hizo imaginar lo que debió haber ocurrido en su lugar de origen. Sin embargo, lo que estaba presenciando era diferente, pues había una guerrera protegiendo a las personas.
Antes de que uno de los encapuchados golpeara a Sara, un resplandor azul hizo que todos los enemigos alrededor de la joven guerrera cayeran.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Golden.
—Tú eres uno de los guerreros... —dijo Sara con una expresión que denotaba asombro y desconcierto—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a ayudarte —respondió Golden, preparándose para luchar—, pero ya tendremos tiempo para conversar después. De momento, ¡acabemos con estos sujetos!
Golden y Sara se enfrentaron a los invasores. Si bien eran oponentes habilidosos, el poder mágico de Golden y la habilidad con la espada de Sara hicieron que la batalla estuviera a favor de los dos jóvenes guerreros. Ante su inminente derrota, uno de los encapuchados optó por intentar escapar.
—¡No debe huir! —exclamó Sara, quien se estaba ocupando de los encapuchados que aún pretendían continuar con la batalla—. ¡La gema roja debe ser destruida!
Al escuchar eso, Golden usó el resplandor azul para impulsarse hacia el encapuchado que estaba escapando, alcanzándolo fácilmente y derrotándolo con un solo ataque. Pudo ver que tenía un anillo con una pequeña gema roja, la cual no dudó en romper. Los guerreros obtuvieron la victoria y el pueblo fue salvado.
—Gracias —dijo Sara—. La situación mejoró bastante en cuanto llegaste.
—No hay de qué —dijo Golden esbozando una sonrisa—. Me da gusto haber sido de ayuda. Por cierto, ¿qué era esa gema roja?
—Antes que nada, quisiera saber por qué decidiste venir a ayudarme. Después de todo, soy "la guerrera fracasada"...
—Sinceramente, te seguí porque tuve curiosidad. Quería saber qué era lo que te dejaba tan lastimada al terminar las misiones. Al encontrarme con todo esto, puedo afirmar que todos los demás están equivocados. Si lo que hacías en lugar de perder tiempo con bandidos en las mazmorras era proteger los pueblos aledaños, sacrificando tu prestigio y dejando de lado las recompensas, entonces eres tú quien representa lo que todo guerrero debería aspirar a ser. La gente de este pueblo vive gracias a ti. No eres una guerrera fracasada, ¡eres una guerrera increíble! Sé que es repentino decir esto, pero te admiro.
Para Sara, las palabras de Golden fueron como unas suaves caricias que apaciguaron su agitado corazón. Notó, entonces, que el joven frente a ella resplandecía como el sol del amanecer.
—No eres como los demás... —dijo Sara—. ¿Por qué te convertiste en guerrero?
—Porque quiero derrotar al oscuro —respondió Golden—. He de fortalecerme para poder hacer frente al Ojo del Abismo. ¿Qué hay de ti, Sara? Me gustaría apoyarte en tu propósito.
—Derrotar al oscuro es parte de mi deber —dijo Sara acercándose a Golden—, mas no mi meta final... Mírame a los ojos, guerrero brillante, y dime si puedo confiar en ti.
—Por supuesto —Golden fijó su mirada en los ojos marrones de Sara y extendió su mano hacia ella—. Permíteme acompañarte y aligerar tu carga.
Sara aceptó la propuesta de Golden y tomó su mano, la cual sintió tan cálida como la tenue luz mañanera. Ambos guerreros prometieron apoyarse mutuamente.
Al regresar a la capital, Sara le pidió a Golden que la siguiera a una zona más o menos apartada. Una vez allí, y teniendo la certeza de que podía confiar en su compañero, Sara le contó todo lo que había vivido. Ella era el fruto de la relación que el rey Dyrann tuvo con una de sus concubinas. Cuando su madre falleció debido a una enfermedad, ella continuó viviendo junto a Myriam, su media hermana. Sin embargo, lo que nadie sabía es que el rey era un fiel aliado del Ojo del Abismo. Según lo que Sara tenía entendido, el objetivo del señor oscuro era la construcción de un arma que debía alimentarse de la sangre real. Para ello, el rey Dyrann entregó a Myriam como sacrificio y aprovechó la oportunidad para deshacerse de Sara, quien logró sobrevivir gracias a la furia de los cielos y a la corriente del río en el que cayó. Las personas del pueblo cercano al río la acogieron y curaron sus heridas. Al pasar tiempo con los pobladores, Sara notó que siempre eran ellos los más perjudicados durante los ataques de invasores. De ese modo, se dio cuenta de que todo era parte del plan del rey para favorecer al oscuro. Los guerreros se enfrentan a presuntos enemigos mientras que los siervos del Ojo del Abismo destruyen pueblos para alimentar las gemas rojas del sufrimiento de la gente. Sara se propuso, entonces, a frustrar los planes de su padre y del señor oscuro, convirtiéndose en guerrera con el fin de usar las misiones como pretexto para ir a defender pueblos de los encapuchados.
Al enterarse de todo ello, Golden, enfurecido, apretó fuertemente sus puños. De no ser por Sara, seguiría realizando misiones para satisfacer los deseos de un rey tiránico. Golden sabía lo que tenía que hacer: ayudar a Sara a proteger los pueblos, destruir las gemas rojas y encontrar una forma de derrotar tanto al Ojo del Abismo como al rey.
A medida que Golden y Sara caminaban juntos, una misteriosa figura se ocultaba en las sombras, manteniéndose fuera del alcance de los jóvenes y observando cada uno de sus movimientos.

۞ 𝐑𝐞𝐬𝐩𝐥𝐚𝐧𝐝𝐨𝐫 𝐃𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 ۞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora