harry

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harry

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harry.

Louis comenzaba a sentir una crisis existencial. Su vida consistía en encargarse de la casa de Maud, asistir a los sabbath y charlar con Liam y Zayn, completamente ajenos a que Louis sabía sobre su obvio amor. Los sabbath no llenaban a Louis. Le gustaba la magia y le gustaba la libertad del vergel. Las danzas, las caricias, los ataques de risa con Agatha. Pero en lo más profundo de su interior, sentía que le faltaba algo.

—En los sabbath conectamos con nuestra magia, pero allí todo es etéreo. La vida terrenal es esta. Quizá lo que necesites sea una muchacha de aquí.

Louis comprendía lo que decía Maud. No podía olvidarse de vivir. Su vida era esta, no los sabbath. La realidad era la realidad. La magia era la magia. Y aunque Louis intentó ir a las fiestas del pueblo y algunas muchachas le pusieron ojitos cariñosos, pensar en casarse y formar una familia le daba vértigo. Y Louis sabía que era joven, pero tal vez no tanto. Los muchachos solían casarse más o menos a su edad, con veinte o veintiún años. Louis tenía diecinueve. Pero todavía no quería atarse a nadie.

Aunque eso no significaba que Louis fuera de flor en flor. Louis iba de flor en flor en los sabbath, como todas las brujas. Pero en el mundo real, Louis no había tocado a ninguna doncella.

—Louis, pero, ¿tú estás bien? —le preguntó una tarde Zayn mientras limpiaban las cuadras de los caballos —. Te veo como apagado.

Y Louis suspiraba y dejaba que la melancolía se apoderara de él.

🌙

Pero un día, al aterrizar en el vergel, Louis vio algo que le llamó la atención. Agatha se dejaba besar el cuello por un nuevo novicio que parecía un querubín. Rizos ensortijados, ancha blanca espalda y una prominente mandíbula. Louis no paraba de mirarles mientras le cogían de la mano y le daban amor como tantas otras veces.

Louis se olvidó pronto del novicio. Dejó que aquella bruja le amas y, después, comió mucho. Y bailó con los demonios como tanto le gustaba. Recogió frutos mágicos con otras brujas y cantó una canción con Maud. Y, al atardecer, decidió alejarse del bullicio de las hogueras y retirarse a un lugar apartado para que cuando el remolino les trajera de vuelta a casa, le meciera mientras dormía.

Por el camino se encontró al novicio. Tenía unos labios finos y una nariz recta. Louis tomó de manera distraída una amapola del suelo y se sentó a su lado.

—Hola. —La amapola danzaba en sus manos. Por algún motivo, no se atrevía a mirar al novicio a los ojos.

—Oh, hola.

—No te había visto antes. ¿Es tu primer sabbath?

—Sí.

Louis lo miró. Ojos verdes refulgentes. Se apartó el pelo de la cara.

—¿Y qué tal?

—Increíble —admitió sin dudar.

—¿Cómo conociste a las brujas?

El muchacho pestañeó antes de responder y clavó la vista en la amapola presa de Louis.

—La mejor amiga de mi madre era una bruja. La quemaron hace unos meses.

Louis asintió. Era frecuente. Muchas veces había que celebrar defunciones con cuerpos quemados, muertos desde hacía unas horas. También ahogados o lapidados.

—¿Cómo te llamas?

Pero entonces el remolino les alzó por los aires. Justo antes de encontrarse frente a la casa de Maud, Louis escuchó un grito desgarrador: «Harry».

sabbath ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora