Se despertó sobresaltado. Como si se hubiera acordado de algo muy importante. Enfocó su mirada mejor mientras miraba el lugar donde se había quedado dormido y recordó en qué clase se encontraba.
Entonces normal que esté aquí, no te jode. Refunfuñó.
Se levantó del banco de mármol y miró su muñeca izquierda, donde tenía el reloj que le había regalado Gustabo hace no mucho como regalo de cumpleaños.
Las 5:34 pm. Ya era por la tarde.
Restándole importancia a la hora que era, se estiró soltando un bostezo en medio de la acción y se tronó el cuello para sentir como su cuerpo se despertaba.
Se colocó la chaqueta alrededor de la cintura atándola con un nudo por delante. Abrió la puerta de los vestuarios y salió al gimnasio, encontrándoselo vacío justo como esperaba.
De nuevo, no le dió importancia y dirigió a las puertas y los empujón.
Nada.
Volvió a intentar empujar con más fuerza mientras que la sonrisa que se le había formado se borraba poco a poco. Intentó abrirla un poco para mirar por la pequeña rendija que separaba a ambas puertas y miró un poco hacia abajo.
Vio unas cadenas anchas de metal que se encontraban entrelazadas entre sí mediante un candado que parecía pesar.
— No me jodas. - Maldijo, empujando otra vez la puerta con el costado de su cuerpo.
— ¿Horacio? - Escucho el de cresta detrás suya, sumado al eco que producía la voz aterciopelada de aquella persona.
Se giró con el ceño fruncido y al instante en el que se giró, cambió completamente su rostro. Pasó de un enfado visible a estar completamente absorto con la persona que tenía delante.
A Viktor. Estaba un poco despeinado, con la chaqueta del uniforme abierta mostrando debajo de esta una camiseta completamente blanca y sujetando dos pelotas, una a cada lado de sus brazos. Tenían ambas cejas alzadas, con expresión de sorpresa. Horacio pudo jurar que vio en sus ojos una pizca de emoción e ilusión, pero pensó que eso tal vez serían cosas suyas.
Aunque realmente no era así.
Por parte del ruso, a él si le hacía ilusión verle ahí. Una coincidencia. Una casualidad bonita, por así decirlo. Nunca se había atrevido a cruzar más de 2 palabras con Horacio, salvo por aquella vez en que se conocieron. Sin embargo, se moría por hacerlo. Se moría por estar más cerca de él aunque no fuera de la forma que a él le gustaría, le gustaría saber más de él.
Pero Volkov no era así, no podía ser así. Cuando todos te apodan “icerberg” es difícil expresarte cuando realmente sientes algo. Cuando se te etiqueta de algo por algo de lo que no tienes culpa de que seas así. La vida, las circunstancias, las personas. Eso habían hecho a Volkov ser así.
Pero ese no era el punto.
— ¿Qué haces aquí todavía? - Volvió a hablar el ruso, acercándose un poco más a Horacio.
— Nada. - Contestó con rapidez. No le contaría al chico que le gustaba su pequeña siesta en el baño, menos cuando Volkov parecía ser un chico demasiado correcto.
— No parece que sea nada. - Enarcó una ceja y lanzó las dos pelotas que sostenía a una cesta negra que había en el otro extremo del gimnasio, metiendo ambas de una sola tirada.
— Presumido. - Susurró el de cresta, cruzándose de brazos y dejando que su espalda se deslizarse por la puerta hasta que tocar el suelo.
— Que sea más alto que tú no quiere decir que te oiga peor por estar a más altura. - Le dio una sonrisa traviesa an chico y se sentó a su lado.

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AU's volkacio.
De Todoau's de momentos que amaría que pasaran, que vienen de mi imaginación o que simplemente se me ocurren <3 pd: los personajes no son de mi autoría.