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1 de marzo 2021

-Pasajeros, estamos llegando a nuestro destino.

Un chico rubio apoyado en la ventana de su cabina con los ojos cerrados se incorporó al escuchar que ya estaban llegando. No iba a mentir si le preguntaran si se había quedado dormido porque la pequeña cabezada que se había tomado le había sentado genial. Lo malo es que se había perdido el paisaje y no pudo tomar las fotos que había planeado, pero bueno, no era tan importante como coger su maleta e ir preparándose para bajar del tren.

Salió de su cabina y se topó con unos cuantos niños correteando por el pasillo y adultos apartándose molestos. Caminó por el pasillo arrastrando la maleta por el suelo y se paró delante de la puerta de salida.

-Perdone, se te ha caído esto.

Se dio la vuelta y vio a una mujer muy delgada de facciones perfectamente marcadas, piel pálida, ojos marrones y cabello negro como el carbón tendiendole su billete de tren.

-Oh, muchas gracias- le agradeció el rubio cogiendo el billete.

-No me des las gracias, mi hijo era igual de despistado que tú- río la mujer haciendo que el chico se sonrojara.

-Vaya, yo...- soltó una risa nerviosa.

-No importa cariño... ¿Cómo te llamas?

El de pelo rubio se lo pensó unos segundos antes de darle su nombre a una desconocida, pero al final acabó diciéndoselo pues le pareció una mujer encantadora y no temia que le pudiera hacer algo.

-Jimin, Park Jimin.

La pelinegra lo miró durante dos largos segundos incomodando un poco al menor.

-Es un nombre precioso- contestó al fin con una resplandeciente sonrisa.

Jimin le devolvió la sonrisa antes de que alguien tocara su hombro para llamar su atención.

Se giró y vio a un hombre bajito con traje muy bien peinado mirándolo raro.

-Perdón la molestia chico, pero...¿con quien hablas?

Jimin lo miró como si acabara de decir la cosa más absurda de su vida. Hablaba con esa mujer, ¿con quien iba a hablar si no?

-Yo hablaba con...- se giró para presentarle a la mujer pero para su sorpresa ella había desaparecido sin dejar rastro.

¿Cómo era posible? Juraba que había estado ahí no hace ni dos minutos, ni se habían despedido. Dejó los pensamientos de lado y se disculpó con el hombre que lo miraba de una manera un tanto extraña, como si estuviera loco. Un vez el hombre se fue y las puertas del tren fueron abiertas, Jimin salió llegando a una pequeña estación rodeada por un extenso bosque.

Por lo que vio, él fue el único en bajar del tren. Le importó menos de lo que debería. Siguió su camino hasta la estación y entró encontrándose con que ésta estaba vacía.

-Vaya, un turista- escuchó una vocecilla a su derecha asustándolo.

La chillona voz provenía de una mujer regordeta de gafas redondas sentada en una silla mientras leía lo que parecía ser una reviste de moda.

LilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora