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"Todo el mundo estaba esperando por la noche de luna llena. Cada persona deseando finalmente encontrar a su pareja y poder iniciar el ansiado cortejo y seguir sus destinos.
Nadie se sorprendió cuando Chifuyu finalmente se anunció como Omega, tampoco fue una sorpresa la persona que resultó ser su destinado, la verdadera sorpresa fue que, Chifuyu lo rechazó"

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Presionó el atomizador y dejó que el rocío de la fragancia volará por el cuarto. Chifuyu dió una sutil vuelta sobre su eje, dejando que lo alcanzará el dulce perfume. El aroma se impregnó en su piel y ropa; dulce y sutil. Cómo debía ser en todo Omega. De tres pasos llegó hasta el espejo de cuerpo completo y se sonrió ante el resultado, la sonrisa más falsa que había esbozado, días de práctica para lograr hacer que sus pómulos se sonrojaran. Era patético.

Chifuyu sabía bien lo que se esperaba de él, lo que tenía que hacer y lo que debía lograr: el Omega perfecto. Sumiso y obediente. Días de regaños y noches enteras dónde tenía que ir a la cama con un corset que se ajustaba a su figura. Sus órganos se comprimían y le costaba respirar, pero si no se torturaba de esa forma, su madre seguramente lo haría bañarse con agua helada y le repetiría la vergüenza que es, que siempre ha sido.
Ajustó el cuello de su camisa de seda y apretó un poco más el cinturón alrededor de su cintura, el aspecto era el de un chico frágil y delicado, el cabello rubio le caía con elegancia por el rostro y dos mechones hacían de flequillo. Mangas esponjosas y pantalón ajustado, las botas le llegaban arriba de la rodilla y permitían que sus muslos se vieran gruesos, cadera marcada: fértil y jovial. Lo que todo alfa buscaba. Chifuyu era más que conciente de lo que el pueblo murmuraba acerca de su persona: "Será el Omega más hermoso", "los alfas ya están haciendo fila y aún no se ha presentado", "Parece un muñeco de porcelana", "Es digno para ser el prometido del líder de la manada" ridiculeces como esas eran su pan de cada día. Ya no se molestaba en llorar cada vez que se sentía un pedazo de carne, desearía ser un futuro alfa, quizá un beta. Así nadie le pondría tanto peso, sería libre. Actualmente, su mayor miedo era presentarse como un Omega dominante, se convertiría en la vergüenza de su familia y en la decepción de la manada.

—Chifuyu, querido. Tienes visita. —La voz cantarina de su madre lo hizo salir de su ensoñación. Delineó su cintura y volvió a sonreír. —Date prisa.

Sacudió sus manos y se trono los dedos; uno, dos, tres. Solo debía fingir inocencia y ponerse tímido, era fácil, ya lo había hecho con otros alfas que venían a pedir su mano. A sus dieciocho años podía decir abiertamente que había recibido más propuestas que una Omega de treinta. En ocasiones su ego le jugaba en contra, sentirse deseado no era del todo malo, el problema radicaba cuando se querían propasar, o cuando le ponían un precio, como si fuera una cabeza más de ganado y solo lo necesitarán para satisfacer una necesidad, se había topado con alfas tan asquerosos que casi le resultaba vómitibo el aguantar las ganas de saltar a romperles la nariz. No sé caracterizaba por ser paciente, pero lo intentaba.

Se sostuvo del barandal de la escalera mientras bajaba con lentitud cada escalón: los ojos de su padre y su madre estaban puestos en su cuerpo, analizando si había escogido un buen conjunto, si se veía digno y respetable. Se irguió y levanto la barbilla, sus ojos azules se pasearon con casi altanería, demostrando que era alguien codiciado y que no se entregaría al primer alfa que  soltará sus feromonas o le mostrará los colmillos, Chifuyu sabía bien que eso no les gustaba a sus padres, pero no podía no disfrutar de su momento de atención. Al llegar al último escalón extendió una de sus pálidas manos la cual fue recibida por su padre. Una sonrisa más y luego encaro al alfa que lo había ido a visitar.

—Matsuno Chifuyu. —Casi se muerde el labio para evitar sonreír al reconocer al alfa que lo estaba esperando. —Te he traído un presente.

Soltó la mano de su padre y haciendo uso de todas sus tardes de práctica, dejó caer sus pestañas y parpadeó con lentitud en dirección del Alfa. Tomo la gardenia entre sus manos y la llevo hasta su nariz, olfateando con delicadeza el dulce aroma de la flor.
Kazutora Hanemiya se mostraba imponente y orgulloso. Uno de los candidatos a futuro líder de la manada: un alfa fuerte, alto y con un sentido increíble de liderazgo. Codiciado por muchas de las omegas solteras, idealizado por muchos de los y las futuros omegas de la manada. Una sonrisa de labios delgados color durazno, mirada felina de ojos miel y un color de cabello único, como si dos rayos de sol hubieran encontrado abrigo entre las hebras azabaches. Sin duda alguna, uno de los alfas más guapos.
Alejó la flor de su nariz y permitió que Kazutora besara el dorso de su mano.
Sabía lo que venía, y lo incómodo que era que sus padres estuvieran presentes en ese momento.

Fiebre de oro [TakeFuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora