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Yūmei no pudo evitar llorar mientras se arrodillaba con dolor frente al cuerpo inconsciente de su primo, susurró incontables veces que la perdonara en todos los idiomas que sabía mientras agarraba su fría mano y sus lágrimas se perdían entre la lluvia.
No, Yūmei no había matado a Naruto, solo estaba desmayado por el esfuerzo que hizo al pelear con Sasuke minutos atrás.
Desde la lejanía, el Uchiha miraba de forma ajena la escena, sabía que ya se estaban acercando los ninjas de la hoja, pero no quería separara a la Namikaze del Uzumaki.
Ese pensamiento se esfumó rápidamente cuando a unos kilómetros de distancia sintió el chakra de Kakashi; tenían que irse o los atraparían. Corrió hacía Yūmei y la tomó de la cintura, ella gritó y pataleó que la devolviera con Naruto.
Sasuke la pudo entender, a él le arrebataron su familia y no quería hacerle eso a ella, jamás le haría eso a ella, así que la soltó y agarró su rostro lloroso entre sus manos, aparentando bien sus mejillas y haciéndola ver directamente hacía sus ojos.
─Puedes quedarte con Naruto─le dijo─, no te obligaré a permanecer a mi lado.
A pesar de la fría lluvia, el tacto de Sasuke la quemaba, podía sentir su corazón arder y sus labios picar. Mierda, ella quería hacer eso desde que lo conoció.
Yūmei aprovechó su cercanía para jalar al Uchiha de la camisa y estampar sus labios contra los de él en un beso desesperado por afecto.
Ella ya lo había decidido cuando puso un pie fuera de la aldea, se iba a ir con Sasuke.
Ella no se retractaba jamás y, por algún motivo que desconocía, podía sentir que el Uchiha era fuego puro y abrasador, él era un fuego que la hacía querer quemarse entre sus llamas para siempre.
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