Ella

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III

ELLA

El olor a café en el aire le ayudó a pensar qué le diría a su padre. Una de las razones por las cuales Luana se había mudado a la ciudad era porque viviría con Aldana, pero ahora la idea de vivir sola no le agradaría a su familia.

Con suavidad, encerró en un círculo verde un departamento no muy alejado de la universidad ni del centro. También encerró con círculos algunos posibles trabajos: cajera de cine, heladerías, cafés. Le dio un trago a su café e hizo una cuenta mental de cuánto tenía ahorrado en el plazo fijo que gracias a todos los dioses hizo hacía unos meses. Con algo de suerte, su papá también la ayudaría con algo de plata.

Suspiró angustiada. Eso la llevaba al mismo punto: comunicarle de su decisión a su padre. ¿Sería adecuado decírselo por teléfono? ¿Debería viajar el fin de semana a Olavarría y decírselo en persona? Aldana es la primera hija del viejo López y Luana no sabia como reaccionaria al enterarse de que su romance con Jun se había interpuesto entre las hermanas.

Anotó despistadamente en su agenda algunos números telefónicos que veía en el diario y subió con sus dedos el puente de los anteojos sobre la nariz. Desde afuera, la escena era graciosa: una rubia chiquita con un rodete muy suelto, rodeada de diarios, el café para llevar y los libros de psicología en un rincón apretado de la mesa.

-Lulu, tenemos que ir a prepararnos para ir a Emiliano- la silla continua se arrastró sin delicadeza y su morena amiga se arrojó sobre ella despreocupadamente- ¿quién busca trabajo en los diarios en pleno siglo XXI?

Bebió un sorbo del café de la rubia y miró ceñuda lo que su amiga hacía.

-Sabes que podés vivir en mi casa el tiempo que quieras.

-Lo sé, Cam, pero la verdad es que necesito que tendré una base, ¿sabes?

Camila le sonrió tiernamente, entendiendo el punto que exponía la menor de los López. Luego de la muerte de la madre de Luana, las cosas en la casa del campo habían cambiado mucho y cuando la morena conoció a la rubia ella estaba bastante estable. Sin embargo, a veces Camila hablaba con el padre de su amiga si llegaba a ver algo extraño. Entre todos la cuidaban.

Camila podría ser todo lo contrario a su amiga pero para ayudarla era capaz de todo. Ambas estuvieron unos minutos en silencio, bebiendo del mismo café, apuntando datos y llamando a algunos avisos. El silencio se transformó en media hora de silencio y quietud, haciendo que Luana se pusiera finalmente de pie y comenzara a acomodar las cosas en su bolso.

-¡Tengo que bañarme!- exclamó de golpe, agitada mientras veía la hora en su celular.

Oyó la risa de Camila.

-Es lo que dije, tonta.

-¿Me prestas ese vestido largo?- preguntó Luana tímidamente acomodando la mesa- ya sabes, ese azul marino que...

-¿Usas con zapatillas? Te lo presto si te pones zapatos.

-¿Con tacos?

-Es largo, así que sí.

-¡No! Si queres uso borcegos.

El Fiat arrancó en el primer intento, ganándose mimos de parte de Camila. Luana lo consiguió con mucho trabajo y esfuerzo antes de venirse a la ciudad. Era de un viejo vecino y con tal de deshacerse de ese cacharro se lo vendió a un buen precio, ya que le habían regalado a una de sus hijas un auto más moderno.

Con él había aprendido sobre aceites, motores, líquidos y todas esas cosas que uno necesita saber cuando el auto se te rompe casi constantemente. Su hermano le pedía al cielo que su hermanita se dignara a cambiar de auto, que él mismo le ayudaba a elegirlo y comprarlo, pero Luana quería a ese viejo Fiat y fin de la discusión.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2021 ⏰

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