3. Historia

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Bruno no vió a (t/n) durante todo el día y parte de la tarde, su familia estaba poco interesada en la ausencia de la joven y su madre estaba tan tranquila que preguntarle sería admitir que presentía algo raro con ella, lo que lo llevaría irremediablemente a confesar la visión que tuvo y lo que a su vez provocaría en enfado, un problema y aceptar que las palabras de su hermana Pepa eran ciertas

"... dañan a las personas"

Su voz como un incansable eco retumbaron en su cabeza. Cerró los ojos y sujetó su cabeza molesto más consigo mismo y con su don que con los demás, se sentía mal al no tener mas que ofrecerles que la sensación de dolor. Sus pies se movían solos por la casa mientras intentaba alejar esa voz, misma que quedó reducida a nada, como si algo la hubiera desintegrado. Confundido detuvo sus pasos y cuando levantó la mirada se dió cuenta que estaba frente a la puerta de Mirabel, misma habitación en la que se quedaba ella.

Él levantó su mano con la intención de anunciarse y pasar, pero se arrepintió, estaba por irse cuando escuchó la voz de su madre y la intriga le impidió alejarse; se pegó lo más que pudo a la puerta y puso atención.

— No puedo asegurar que tú problema se resuelva, no te ofendas, pero arriesgar a mi familia es...

— Y no vine aquí por eso, no vine por una promesa, no quiero pedirte algo así. Es solo que pensé que podría obtener respuestas en este lugar —

— Lo sé, tu don es raro y aprecio que vengas aquí por ayuda. Haré lo posible por ayudarte—

— Gracias... aunque mi tiempo se acaba —

— Lo resolveremos —

Bruno estaba perdido en ese punto, no entendía de lo que hablaban y el hilo de la historia se le escapa con cada nueva pregunta surgiendo en su mente ¿De que estaba hablando su madre? ¿Que problema podría tener ella? ¿Que hay del tiempo? ¿Y "arriesgar a la familia"? ¿Qué significaba?

La puerta se abrió y él apenas si logró enderezarse.

— ¿Bruno, qué haces aquí? —

En el interior de la habitación    (t/n) sintió una pequeña esperanza brotando de su pecho, Bruno del otro lado intentaba salir vivo del interrogatorio.

— Aaaaquí casual, estaba pasando y vine a ver cómo estaba (t/n) — mencionó con algo de esfuerzo pues la simple mención del nombre le causaba algo extraño — ¿Tú qué haces aquí? —

— Hablaba con ella y está algo cansada, será mejor que no la molestamos hasta la cena —

Su madre se alejó con porte y calma, Bruno la miró alejarse y luego se fijó en la puerta de madera, respiró hondo y quiso tocar pero su mano se detuvo; estaba lleno de preguntas, no podía evitar sentirse nervioso al hablar o pensar en ella y no era lo suficientemente valiente para indagar más, así que alejó la mano de la puerta y avanzó del lado contrario.

(T/n) casi segura de que la matriarca de la familia se había ido, se levantó de la cama y abrió la puerta con la esperanza de encontrar a Bruno, sonrió animada al verlo a escasos metros de distancia.

— Bruno... — susurró lo suficientemente alto para que lo escuchará, él levantó la cabeza y se giró a verla — ¿Quieres hablar? —

Él asintio.

Ambos estaban al interior de la habitación sentados uno al lado del otro, en silencio, con el atardecer alumbrando a través de la ventana y con la noche amenazando en comenzar. Ninguno estaba seguro de que decir, pero para la fortuna de ella Bruno comenzó.

— Perdón si esto me culpa irremediablemente de que estuve escuchando detrás de la puerta, pero — hizo una pausa para respirar, sentía miedo de hacerlo — ¿Porque se arriesgaría la familia en ayudarte? —

— ¿Estuviste

— Escuchando detrás de la puerta, si, lo siento —

Ella soltó una suave risa que provocó que toda sensación de inseguridad desapareciera en Bruno.

— Está bien, no puedo culparlos de estar intrigados, más cuando no saben porque estoy aquí — desvío la mirada al suelo — Mi don me trajo muchas horas de diversión, de paz e importantes oportunidades en decidir cuál sería mi siguiente pasó en el futuro, pero un día algo salió mal y congelé a todo el pueblo. Ninguno podía moverse, no veían, ni si quiera los sentía respirar... Prácticamente están muertos y no sé cómo revertirlo — miró los ojos de Bruno llenos de compasión — por eso mismo soy un peligro, las cosas que congelo en el tiempo simplemente podrían no volver a la normalidad, soy un riesgo para ustedes —

— ¿Por qué viniste? ¿Cómo sabías de nosotros? —

— No lo hacía, no totalmente. Soy la única con un don en mi pueblo, es extraño, ni si quiera yo entiendo porque lo tengo, no hay ninguna clase de iniciación, milagro o puerta mágica, simplemente nací con esto,mis padres quienes alguna vez me intentaron dar una razón de mi poder me contaron sobre los Madrigal, una familia en Colombia que también tenían dones, no recordé la historia hasta dos días después de que los congelé y vine directamente a ustedes. Las familias así no son muy comunes, de seguro entiendes ahora porque vine —

— ¿Y qué hay de mi don? Dijiste que podría ayudarte ¿Cómo? —

Ella dudo un poco en decirlo, su mente, su alma y su corazón vivían con dilemas desde hace mucho tiempo, pero ninguno como ese. Al final lo hizo.

— Tu ves el futuro ¿No? Tal vez, si tú ves mi futuro encuentre una forma de regresar a mi familia a la normalidad — le miró con esperanza, sonriendo con la idea de regresar a su hogar pero aquella sonrisa no tardó en desaparecer y Bruno se sintió impotente — o encontrarme con que no podré regresarlos y prepararme para vivir con eso —

— Entonces, soy el único en el mundo entero que puede ayudarte —

— Si, solo tú. Pero le prometí a tu madre que no arriesgaría a ninguno de ustedes y pedirte que

— Quiero hacerlo — ella se asombró, por unos segundos pudo ver un hermoso resplandor de esperanza, pero enseguida negó.

— No, Bruno, no podemos hacerlo ¿Y si algo malo pasa? No quiero ser la culpable de mas tragedias —

— Toco madera — contestó mecánicamente provocando una sonrisa confundida en ella, él lo notó y sonrió nervioso — Perdón, es una vieja costumbre, en fin, no va a pasar nada, tranquila, ya viví muy cerca de las tragedias antes, puedo manejarlo... — sonrió dulcemente y levantando su mano tocó el hombro de ella — Quiero ayudarte —

— Gracias, no sé cómo agradecerte —

— No hará falta — Bruno luchaba con la insistente y extraña necesidad de abrazarla, de protegerla y decirle que todo estaría bien, logró contenerse y se levantó de la cama — Veremos tu futuro hoy en la noche —

— ¿Qué? —

— Si, necesitaremos un lugar amplio así que te veo en la puerta de mi habitación a las 10 ¿Bien? —

— ¿Tu habitación? —

— Ah, sí — sonrió apenado — no todas las habitaciones son así por dentro, confía en mí, te veo a las 10, ahora bajaré a ayudar a los demás —

Y con una apresurada despedida cada uno se ocupó de sus asuntos.

Bruno estaba emocionado por estar de nuevo con ella, de resolver el misterio y ayudar a alguien, su don por fin sería útil para al menos una persona, y (t/n) solo esperaba que todo se resolviera.

A ciegas [Bruno Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora