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꧁☬three☬꧂
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El bramar de las olas del mar asolaban la costa. Junto al oleaje en la playa, se sentía en la cercanía un aroma bastante característico, traído por una fresca brisa del sur. Todo esto acompañado de un cielo nocturno, totalmente despejado. Faltaban más de tres horas para el amanecer, y en esa playa solitaria sólo se encontraban dos personas. La joven entusiasta Honda Tohru y Sohma Kyo. La joven muchacha, con total entusiasmo, estaba construyendo un castillo de arena. Trabajaba con mucha concentración en su labor y, de vez en cuando, le dedicaba una pequeña sonrisa a su compañero a su lado. Por otro lado, Kyo Sohma repasaba una y otra vez los motivos por los cuales estaba allí. Después de lo que ocurrió con Akito aceptó su inevitable destino, aferrándose a la esperanza de disfrutar cada instante que tenía junto a la chica. Sin embargo; no podía quitar ese tumulto de emociones que lo carcomía por dentro. Un sentimiento imparable de culpa, que roía en lo más profundo de su corazón, hacia que cada instante de felicidad que la dulce Tohru le brindaba fuera complementado por una fatídica sensación que no lo dejaba dormir por las noches.
«Cómo desearía librarme de este sentimiento» meditó Kyo para sí mismo, mientras observaba el rosario que pendía por su muñeca, una prueba infalible que le aseguraba día y noche que todo era real, que nunca podría elegir la libertad de amar, la libertad de poder... Amarla.
«Si tan sólo pudiera... Estar junto a ella sin sentirme un monstruo» se dijo así mismo, mientras alejaba los mechones de cabello naranja fuera de su vista.
—Kyo-Kun, ¡Mira!
La voz entusiasta de Tohru lo distrajo de sus pensamientos, y toda su atención estuvo dirigida a la joven, que agitaba sus manos con alegría exhibiendo su creación. Un pequeño castillo de arena, bastante modesto y simple, pero bien construido. El traidor corazón de Kyo no pudo evitar latir a toda prisa, conmovido por la radiante felicidad de la jovencita.
—¿Te gusta, Kyo-Kun? — preguntó Tohru, esperando a la expectativa la opinión del muchacho de cabello naranja.
—Se ve bastante bien —expresó Kyo, desviando la mirada de la muchacha, mirando el pequeño castillo que había construido. No quería mirarla a los ojos, se volvería débil al hacerlo, hace muy poco tiempo, descubrió que la mirada de esos ojos marrones lo llenaban de una calidez que afloraba en su pecho, como una rosa en primavera.
