0.01 𝐚𝐧𝐡𝐞𝐥𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚

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El ruido de la puerta le hizo alzar la cabeza, encontrándose con su madre; había llegado del trabajo. Esta agitó su mano con una media sonrisa a modo de saludo, Kazutora sonrió y antes de que pudiera soltar media palabra la vió sentarse en el sofá y colocar el teléfono en su oreja.

–Si, acabo de llegar a casa–
Oh, entonces...¿Hoy tampoco tendría la oportunidad de hablar con ella? Bien, siempre hay otro día para intentarlo.

Refugiarse en las tareas era la única salida que le quedaba. Garabateó fórmulas y oraciones a las que en realidad no les ponía atención, de vez en cuando dirigía una mirada una esperanzadora hacia su figura, esperando que haya colgado.

Luego de posiblemente unos 30 minutos escuchó como se despedía. Debatía entre si acercarse y entablar una agradable conversación o esperar a que ella se interesara y empezara el diálogo.

Y lo hizo, ella se acercó, tomando posición a su lado y comenzando a indagar sobre su esfuerzo académico, ¿es que no sabía preguntar nada más? ¿solo le interesaban sus calificaciones? ¿que hay de su estado de ánimo? No importaba una mierda eso.

Ella nunca desprendería de sus labios aquella anhelada pregunta: “¿Cómo estuvo tu día?” él valoraria tanto esa simple pregunta, porque demostraría que se preocupa por él, que le importa, probaría que no es cierta esa horrible sentencia por la que tantas veces había llorado.

Pero lastimosamente estaba dándole validez al horrible rol de madre que toda la familia aseguraban que ejercía. Podía sentir como sus tíos lo miraban con pena en las reuniones, podía escucharlos murmurar y apiadarse de él: “pobrecito” “con lo bien que se porta y lo tranquilo que es” “ya ves, hay personas que no debieron tener hijos” ¿para qué? si eso sirviera de algo no tendría una pésima relación maternal.

Dando por terminadas sus tareas decidió que saldría de casa, la bruma de decepción que se cernía sobre él se intensificaba estando encerrado. Preguntaría con cautela, miedoso a causar enojo en la mujer.

–¿Mamá?– la voz titubeante emergió de su garganta, tembloroso.

–¿Mmh?– no despegaba la vista del ordenador, la seria expresión daba escalofríos.

–¿P-puedo ir al parque? Baji estará ahí– si decía que no todo habría acabado.

–Claro, sólo no regreses demasiado tarde– hoy no estaba de mal humor, de seguro por eso le había concedido el permiso, pero no importaba, podría huir momentáneamente y despejarse, podría ver a su mejor amigo.

–Está bien, mamá– tomó una chaqueta antes de salir y respiro extasiado el oxígeno de allí afuera.

El parque no quedaba demasiado lejos, a unos 6 minutos quizás,  una ligereza en su ser se inundó al pensar en el pelinegro, en lo cálido y enérgico que era, en cómo lo contagiaba de sus carcajadas tontas cuando él se sentía desanimado.

Alzó la cabeza encontrándose con el nombrado, sentado en uno de los columpios, el viento movía sus cabellos con una prosa bonita. Cuando se sentó a su lado él le regalo esa sonrisa curativa, que hacia que todo destellara a su alrededor.

Él también sonrió

Dos sonrisas

La una tímida y reservada

La otra salvaje y temeraria

–Hola, Tora– el tono animado y suave del chico rellenaba agradablemente su corazón vacío.

–Hola, Kei– aunque el contacto visual no era el fuerte de Tora, no podría evitar no mirar sus negros ojos, tan seguros, tan descarados y libres, que por unos instantes le hacían sentir tan valiente y capaz.

Ambos se mecieron suavemente al compás, perdiendo su vista en el firmamento azul, el de cabello bicolor solía tener un absurdo pensamiento: si el cielo no fuera azul, sin duda sería violeta ¿por qué? No había razón que lo justificase realmente. En cambio, Keisuke pensaba que el cielo podría ser perfectamente de un brillante amarillo, como los ojos de Tora, y si así se convirtiera, al pelinegro no le molestaría observarlo eternamente.

Luego de aquel momento de perdición y silencio, ambos pararon. Sus miradas sincronizadas los hicieron reír un poco. Baji se acomodó en el columpio antes de hacer surgir la anhelada pregunta que el Hanemiya deseaba con desesperación.

–¿Cómo estuvo tu día, Tora?– sus colmillos asomaron haciéndolo ver deslumbrante.

El otro chico no pudo evitar sacudir los pies un poco, mirar a un lado y sonreír ampliamente antes de comenzar a hablar y gesticular sintiéndose anormalmente feliz.

Baji lo escuchaba totalmente encantado, con una mano apoyada en su mejilla e interviniendo de vez en cuando. Amaba la forma en la que sus tristes orbes parecían recuperar un poquito de brillo, pero él se encargaría de devolverselo todo, haciéndolos casi cegadores.

Su melódico hablar no se comparaba con la mejor de las orquestas, Keisuke podría tomar su voz y componer las canciones más bonitas y melancólicas que alguna vez se crearon. Y le jodia, le jodia el hecho de que las notas de su voz fueran tristes, él y sólo él merecía toda la felicidad del mundo ¿por qué todo tenía que ser tan injusto?

Pero estaba decidido, completamente decidido a mostrarle a Kazutora que había mucho más que lágrimas y decepciones, le haría vivir la euforia al punto más alto.

Poco a poco el atardecer caía, indicándole al desafortunado chico que tendría que volver a su miserable y deprimente estado en algunos minutos.

Al menos ese aliciente había refrescado su insípida alma, al menos a ese chico le importaba, ahora no estaba tan solo, ahora tenía a un pelinegro de colmillos bonitos que se moría por escuchar su ordinaria rutina.

Y eso estaba más que bien, si.

𝘮𝘰𝘮𝘮𝘺 𝘢𝘣𝘴𝘦𝘯𝘵 -𝗸𝗮𝘇𝘂𝘁𝗼𝗿𝗮 𝗵𝗮𝗻𝗲𝗺𝗶𝘆𝗮!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora