0.02 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐧𝐮𝐞v𝐨

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El camino de vuelta a casa fue agotador, cada paso que daba era más pesado que el anterior, parecía como si el ambiente a su alrededor se oscureciera, y no era solo su percepción. Una tormenta acechaba el horizonte, su llegada se anticipaba con un fuerte viento y los grises matices del cielo.

 Respiraba hondo, sintió como sus ojos se humedecían a medida que se acercaba a la puerta, su mano tembló antes de tocarla. Un golpe, dos, tres, nada, ¿su madre había salido? las primeras gotas de lluvia se resbalaron por su frente, había comenzado a llover, tocó otra vez, nada. 

– ¡Mamá! – gritó con todas sus fuerzas, la lluvia caía más fuerte conforme los minutos pasaban, la ropa mojada se le pegaba a la piel causándole escalofríos, y para colmo, no tenía donde refugiarse. 

No sabía cuántas veces había gritado, le dolía la garganta y el aguacero seguía cayendo con fuerza, se sentó en el piso, sintiéndose cada vez más miserable y triste. Habría pasado alrededor de una hora, se frotaba las manos en vano, tratando de crear algo de calor. Escuchó el sonido del picaporte abrirse, se levantó rápidamente.

– ¿Te vas a quedar ahí parado como idiota? – su madre lo miraba con desdén y cierto fastidio, se hizo a un lado para que pasara. Él no lo hizo.

¿Entonces ella no había salido?  ¿Su madre estuvo en casa todo este tiempo? 

– Pensé que saliste a algún lugar – el tono de su voz se tambaleaba entre la ira y la confusión. 

– Pues no, por segunda vez, Kazutora ¿vas a pasar o no? – No, no quería entrar, mas, obligó a sus pies a dirigirse hacia adentro. 

– Estuve gritando durante 10 minutos, ¿no me escuchaste? – La mujer resopló, y de su boca salieron un conjunto de palabras que, se le clavaron en el pecho como un puñal.

– Si, te oí, pero honestamente no tenía ganas de abrirte la puerta – Lo dijo así, sin más, como si estuviera dictando un montón de palabras vacías, como si no pensara que eso calaría profundo en la mente de su hijo. Sus ojos cafés lo miraban con fastidio, pareciera que sus pupilas pintaban la profunda molestia que le tenía al fruto de su propio vientre. 

El chico no dijo nada, sus ojos derramándose igual a una tormenta descontrolada hablaron por él, sus lágrimas estaban hechas de enojo y tristeza, ¡¿Por qué no podía decir nada!? ¡¿Por qué no podía gritarle lo mucho que le lastimaba algo tan insignificante, pero con tanto valor a la vez!?  Las manos le temblaban, la respiración se le aceleraba, sentía un ardor en la piel, pero nada importaba, realmente nada importaba luego de asegurarte por millonésima vez que eras un obstáculo sin valor incluso para tu propia madre.

Alzó la cabeza, su madre se había ido ya hace tiempo, debió hartarse cuando comenzó a llorar. Caminó lentamente hacia su habitación, se dejó caer en la cama aún con la ropa mojada, abrazó una almohada, la abrazó tan fuerte que sentía que en cualquier momento desaparecería de entre sus brazos, y lloró. No es nada nuevo, no era nada nuevo y no sería nada nuevo que el 99.9 por ciento de las veces su madre sea la causa de esa llave rota de lágrimas que siempre terminaba derramándose en cualquier instante, y frente a quien fuera.

Está bien, mami dijo algo tonto otra vez, no era la primera vez ni la última, ¿por qué lloraba tanto, entonces? Respiró un par de veces y se mintió a si mismo acerca de que no era para tanto, revisó las palmas de sus manos, se había clavado las uñas con fuerza provocándose pequeñas heridas sangrantes, suspiró, buscó algo de alcohol para desinfectarlas, y pensó en cómo no se había dado cuenta que se estaba haciendo daño a sí mismo, tendría que cortarse las uñas para que no volviera a suceder, aunque más adelante descubriría que todo podía transformarse en un arma para lastimar cuando te hallabas deprimido y solo. 

Su mente se despejó luego de algunos minutos bajo el chorro de agua caliente que le ofrecía la ducha, su cerebro olvidó momentáneamente lo que había pasado hace un rato, se acostó en la cama nuevamente, el sonido de notificación de su teléfono hizo que se sobresaltara. Era un mensaje, un mensaje de él. Sus labios formaron una sonrisa, los ojos le brillaron y parecía que el alma le dejaba de doler por un ratito. 

"Hey, ¿llegaste bien a casa?" 

Bueno, no es como si él debiera saber acerca del mal rato que le hizo pasar su madre, no iba agobiarlo con sus problemas de madre e hijo, respondió con un simple: "Si, gracias por preocuparte" Apoyo el celular en el pecho, ¿por qué un simple mensaje de ese pelinegro parecía arreglar todo el desastre que conllevaba su vida? Le avergonzaba admitir que aquel chico le provocaba sentimientos raros que jamás había experimentado antes, no sabía bien de que se trataba, pero cuando él estaba cerca todo brillaba, todo desaparecía, todo explotaba, cuando escuchaba su afable voz sus pies se despegaban de la tierra, flotaba entre las nubes y la vida cobraba color, un color intenso que le cegaba de forma agradable. 

Durmió tranquilo, y escondiendo ese latido desordenado que le perseguía al admitir una vez más que se sentía feliz de estar en la vida de ese bonito pelinegro y que lo vería mañana en el colegio. 


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⏰ Última actualización: Oct 05, 2023 ⏰

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𝘮𝘰𝘮𝘮𝘺 𝘢𝘣𝘴𝘦𝘯𝘵 -𝗸𝗮𝘇𝘂𝘁𝗼𝗿𝗮 𝗵𝗮𝗻𝗲𝗺𝗶𝘆𝗮!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora