capítulo veintitrés.

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— Felixie, ¿Cómo está tu marca? — preguntó Chan, por la noche, cuando estaban ellos dos solos

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— Felixie, ¿Cómo está tu marca? — preguntó Chan, por la noche, cuando estaban ellos dos solos.

Habían pasado una linda tarde con Jisung, Felix se había distraído de todo, había reído mucho, disfrutando de comida y compañía que le gustaba, así que fue uno de sus mejores momentos.

El Omega se quitó la remera del pijama, dejando al descubierto su torso, que no estaba para nada mal.

Chan evitó mirar hacia otro lado que no fuera la marca, no le era difícil, y en verdad nunca le había prestado atención a lo demás.

Se acercó a él para poner el ungüento, la zona estaba de estaba de un rojo oscuro, y no dentro de mucho estaría de un negro o de un gris azulado muy feo, dependía de su avance.

Quizás la parte triste de todo, es que el joven enfermero medio enamorado sabía todo lo que sufriría el pequeño Omega en los días, y su final.

Y no sabía cómo iba a reaccionar a algún dolor como aquel, ver sufrir a alguien que quieres.

— ¿En qué piensas? — preguntó el Omega al notar su ceño fruncido, y el pequeño mohín que se marcaba en sus labios, en cuanto dijo eso Chan abrió sus ojos con sorpresa y negó—. Eres como un libro abierto, Chan, dime, ¿Es por lo de hoy? Sé que no es lo más lindo que te rechacen... Lo siento — Felix tomó la mano que tenía libre de forma ligera, apenas tocándolo con suavidad.

Chan sonrió con cierta vergüenza, sus mejillas estaban rosadas, negó, se apartó de él para cerrar el ungüento y dejarlo en la mesa de luz.

— No es nada, Felixie, no te preocupes— se acercó a él para acariciar sus mejillas con sus pulgares.

Si algo había aprendido era que hablar de los síntomas casi siempre solo generaba estrés y terminaban ciertamente paranoicos, no podía decir si de alguna manera los aceleraba pero si lo volvía todo un poco peor.

Por eso era mejor fingir que no pasaba nada.

— Chan, te quiero, en verdad te quiero— dijo el Omega, mirándolo a los ojos con sinceridad.

— Yo también te quiero, Felixie— dijo el Beta, sonriendo complacido—. Pero es tarde y podremos querernos más mañana, ¿Dormimos?

Felix hizo un puchero.

— Vamos a dormir— dijo Chan, se levantó para apagar las luces del cuarto y después volver a entrar al nido, el rubio se acomodó sobre su pecho de nuevo, escuchando sus tranquilos latidos como si fuera una canción de cuna, el mayor dejaba caricias en su cabello que lo llevaron a dormir profundamente, con una ligera sonrisa en sus labios.

Huyeron de la realidad hacia el mundo de los sueños, donde recuerdos olvidados revivieron frente a sus ojos y los sintieron en su propia piel, en su nueva vida.

Lejos de ser diferente a su situación real, esperando un recuerdo lindo de libertad, separado a su mundo actual, Felix se sintió aún peor porque se vio sólo, en lo que a sus ojos era una especie de tienda como las de los campamentos, hecha de pieles gruesas y sostenidas por fuertes ramas acomodadas en forma de cono para crear lo que en realidad, era su casa, y la de su Chan también.

our last days › chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora