Día 23- Padres | Creek

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Pov Omnisciente

En el momento en el que habían decidido largarse del pueblo de South Park, los padres de ambos reaccionaron de distintas maneras ante aquella noticia.

Por un lado, estaban los padres del joven rubio, quienes, aunque se entristecieron ante aquella noticia, a fin de cuentas, no pudieron negarse ante la decisión de los jóvenes. Quizás por el rostro del rubio lleno de esperanza y temor al momento de decírselos; al igual que la angustia que se reflejaba en el rostro del pelinegro. Eso o quizás que ellos ya no querían hacer más infeliz a su pequeño hijo en medio de aquel pueblo. En medio de aquel lugar que solía llenarle de estrés, angustia, miedo y ansiedad. Ese lugar que al inicio le destruía de, quizás, todas las formas.

Sí, no negarían que también solía darle unos cuantos momentos de felicidad, pero, ¿Por qué estar o seguir en un lugar que te trae más angustias y preocupaciones, que paz y tranquilidad?

Eso, a decir verdad, era un poco... autodestructivo. Lo cual podría describir perfectamente al rubio de hace años, pero, como ya he dicho, era un rubio de hace años, uno diferente, uno pasado; que, a comparación con el actual sabia, tal vez, un poco menos de la vida; de sus dolores y sus sabores.

El actual rubio deseaba, anhelaba con toda su alma salir de aquel lugar para así, por lo menos, dejar de sentir un poco de aquellas cosas negativas que solía sentir, incluso sin saberlo, por culpa de aquel estúpido pueblo. Aquel pueblo que le traía más angustias internas que felicidad. Aquel pueblo que no le traía aquello que, definitivamente, cualquiera querría: paz.

Por esto y, a lo mejor, más cosas, es que los padres del menor habían entendido los motivos de este y simplemente habían aceptado su decisión. La decisión de aquel joven con no más de 17 años. Un polluelo, según dirían algunos. Pero al ellos conocer a su polluelo, es que creían saber qué era lo mejor para él y, pese a no saber si estaban o no en lo correcto en aquella decisión o en cualquier otra, daban lo mejor de sí mismos en aquella profesión de la cual no recibían salario o enseñanzas. Daban, ultima y constantemente, lo mejor de sí para ser los mejores padres que podían ser.

Y, al simplemente querer ver feliz a su hijo, es que aceptaban aquella decisión que les entristecía. Aquella que, cuando el rubio, en compañía de su pareja, les comentaron la noticia es que en sus rostros se había reflejado, además de angustia y quizás miedo, también el valor que tenían y sentían con tal de hacer realidad aquel sueño el cual habían estado planeando con años de anticipación. Sin embargo, los padres del rubio jurarían que era un valor un poco similar al que habían visto en rostro de ambos jóvenes aquella vez en la que les habían confesado que eran pareja.

Y tal cual, a aquella vez, el padre del pelinegro había hecho un pequeño, pero significativo, escandalo. Él no quería que su hijo se fuera de aquel pueblo, ¡se negaba ante la simple idea de ello!

Tal vez no por querer ser mal padre o mala persona, no por no querer apoyar en su hijo en todo lo que él podía, no, era solo que... aquello le hacía pensar que, de alguna u otra manera, había hecho algo mal. Que él, como padre y como persona, no había hecho y dado lo mejor de sí, pese a haberlo intentado cada maldito día de su vida. Cada día en el que se despertaba y se daba ánimos a sí mismo para acabar aquel día de la mejor manera posible.

Es por eso que en aquel momento se preguntaba qué es lo que había hecho tan mal como para que su hijo, ante su pensar de aquel momento, como mínimo lo dejase de querer, por no decir que lo había comenzado a odiar, como para que este se quisiese ir de su casa tan joven. Aun peor del pueblo. Aquel pueblo y lugar que le había visto nacer, crecer y volverse gay, según solía decir aquel señor de cabellera pelirroja.

Por ello él se negaba. No quería que su pequeño se fuera, quería... quería arreglar las cosas con él. Quería arreglar cualquier cosa o lazo roto que tuviese con su hijo.

Mas, cuando este mismo le había dado sus motivos de porque quería irse de aquel pueblo, el padre del pelinegro, con algo de ayuda de su esposa e hija, lo había aceptado sin más. Esposa e hija quienes, por cierto, aunque tristes por la noticia, se alegraron por el pelinegro, claro, además de que cierta chica menor decía que tendría una posible nueva habitación.

Así que, después de todo eso, aquel par de jóvenes se había ido de aquel pueblo hacia un lugar mejor, uno más tranquilo y lleno de paz. Lugar al cual llegarían con los ahorros de años de ambos y, a decir verdad, un poco de ayuda de los padres de ambos.

El salir de aquel espantoso pueblo fue, posiblemente, de las mejores decisiones de sus vidas. Vidas las cuales planeaban pasar al lado del otro. Felices, tranquilos y con una sensación hermosamente agradable en sus pechos. Decisión la cual había sido, por no decir que la mejor de sus vidas, una de las mejores de sus vidas.

Y si tuviesen que comparar lugares, dirían que un lugar era rojo, como el peligro; mientras que el otro era azul, como la paz y la tranquilidad.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2021 ⏰

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