-¡Por todos los duendes de Gringotts, James! -el grito salió ahogado, casi sofocado por el puro terror-. ¡Padre nos van a matar! Nos va a resucitar para matarnos de nuevo. ¿Cómo se te ocurrió dejar un giratiempo al alcance de niños de tres años? ¿Ti...
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Sábado, 1995
El silencio que reinaba en aquella calle se rompió con el sonido inconfundible de un sollozo infantil.
Draco Malfoy, aún con el ceño fruncido y los labios apretados en una línea tensa, se quedó paralizado cuando el pequeño niño rubio, de cabello perfectamente peinado y ojos verdosos, alzó sus brazos hacia él con desesperación.
Pero en lugar de recogerlo, Draco simplemente dio un paso atrás, atónito.
El pequeño, sintiéndose rechazado, empezó a sollozar con más fuerza.
—Draco, no seas así —La voz de Parkinson sonó con dureza mientras le lanzaba una mirada de desaprobación—. Tal vez se ha perdido y lo único que haces es asustarlo más.
Con naturalidad, la chica se agachó y tomó al niño en brazos, meciéndolo suavemente como si lo hubiera hecho un millón de veces antes. Y para sorpresa de todos, el pequeño se acurrucó contra su pecho, buscando consuelo en su calor.
Draco, Blaise y Theodore intercambiaron miradas.
Algo no estaba bien.
Lo lógico sería que el niño se resistiera o buscara a su madre. Que llorara más fuerte por estar en brazos de una desconocida. Pero no. En lugar de eso, parecía completamente cómodo, confiado y seguro en el abrazo de Pansy.
Eso no era normal.
—Miren a Potter —murmuró Zabini con una mezcla de incredulidad y diversión.
Los demás se giraron y, para su absoluta sorpresa, vieron que en los brazos del famoso Niño que Vivió había otro pequeño.
Un niño de cabello azabache y ojos grises que, a diferencia del rubio, no lloraba, sino que observaba todo con una expresión curiosa.
Fue entonces cuando Malfoy perdió toda la compostura que tanto se enorgullecía de mantener.
—¡¿PERO QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO AQUÍ?!
Su grito resonó en todo el pueblo, si es que no llegó hasta Hogwarts, haciendo que varios estudiantes se asomaran con curiosidad desde las ventanas de las tiendas.
Blaise se cruzó de brazos y sonrió burlonamente.
—Mira nada más, el refinado heredero de los Malfoy perdiendo los estribos. Esto es material de chantaje para al menos un mes.
—¡Cierra la boca, Zabini! —espetó Draco, visiblemente alterado.
Pero tenía razón en algo: la situación era un completo caos.
Frente a ellos había dos niños pequeños. Uno era una versión miniatura de Draco Malfoy y estaba aferrado a Pansy como si fuera su madre.
El otro era una réplica en miniatura de Harry Potter y se mantenía tranquilo en sus brazos, como si estuviera en casa.