Capítulo cinco

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– ¡Hira!, ¿¡Dónde estás!? – Gritó el peliplata con una sonrisa, para después sentir como una pequeña risilla hacía presencia debajo del mantel de la mesa

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– ¡Hira!, ¿¡Dónde estás!? – Gritó el peliplata con una sonrisa, para después sentir como una pequeña risilla hacía presencia debajo del mantel de la mesa. – Recuerda que tienes que arreglarte porque vamos a salir. – En ese momento ya era de tarde, más específicamente las tres en punto, el mayor había salido al medio día porque era sábado y de igual forma tenía domingo libre. Tenía todo el día de hoy disponible para estar con el moreno, ciertamente estaba nervioso, debía lucir increíble para que el mayor se fijase más en él. – Mira, te propongo algo. Si sales ahora mismo te dejaré ir en el asiento de adelante, ¿Te parece? – Y solo fue cuestión de que dijera eso, para que la menor saliera de su escondite.

Ya Hidan estaba prácticamente listo, lo único que necesitaba hacer era arreglar a su pequeña peliplata. La bañó, la cambió con una ropa bastante casual y un abrigo; con lo que respecta a la parte del peinado no hizo nada más que pasarle un cepillo para desenredar sus cabellos, ya que eran demasiado cortos y no se prestaban para hacer muchas cosas. – Listo. Te ves bastante linda. ¿Tú qué dices? – Habló el albino mientras veía como la menor corría en dirección al espejo que estaba en la sala. Hirako tenía un brillo bastante fuerte en sus ojos, estaba tan entusiasmada que casi grita de la emoción.

– ¡ME VEO SUPER BONITA! – La peliplata nuevamente había corrido a dónde estaba su padre, para después darle un fuerte abrazo que el mayor no dudo en corresponder. Ellos dos tenían un vínculo bastante grande, era un lazo tan fuerte que nada ni nadie podrían romper jamás.

Se había tardado exactamente media hora en arreglar a su hija, ahora tocaba su turno de cambiarse con rapidez para siquiera llegar a las cuatro a la casa del moreno. Ya había tomado un baño con antelación, así que lo único que hizo fue perfumarse y cambiarse su uniforme de trabajo por unas ropas más llevaderas, con su pelo no fue la gran cosa, tan solo se peinó sus cabellos para atrás con sus dedos y listo. En menos de cinco minutos ya Hidan se encontraba completamente preparado.

Había tomado a la menor de la mano y ambos habían salido del apartamento, ahora ellos ya hacían en el estacionamiento (más específicamente dentro del vehículo del peliplata). Cómo se lo había prometido hace poco, Hira iba con una sonrisa en el puesto del copiloto y con su cinturón de seguridad puesto; por el lado de Hidan este ya había puesto el vehículo en marcha, dispuesto a irse hasta la dirección que le había dejado Kakuzu por mensaje.

La menor veía con suma concentración nuevas calles y rutas que eran inciertas para ella, usualmente el peliplata la llevaba siempre al apartamento de Deidara y Sasori, así que se le resultaba extraño que su padre la lleve para esos lares. – Papi... ¿A dónde vamos? – Preguntó curiosa la menor, a lo que Hidan solo pudo soltar una pequeña risa.

– Ya lo verás, querida. – Definitivamente esa no era la respuesta que estaba esperando, la albina tan solo se limitó a mirar nuevamente a la ventana con un puchero.

Y en menos de veinte minutos, ya el par había llegado a su destino, no había tráfico afortunadamente, así que por ello lograron llegar a la casa del mayor en menos tiempo. A decir verdad, el peliplata no estaba tan seguro de estar en el hogar de Kakuzu, había dado con la dirección pero de todas formas aún tenía sus dudas al respecto. Se bajaron del carro y Hidan nervioso tocó el timbre de la casa, Hirako desde su lugar lo veía bastante confundida y podía sentir cómo las manos de su padre empezaban a temblar.

Hidan tragó saliva al escuchar cómo se movían los cerrojos que se encontraban detrás de la puerta, con bastante rapidez había cargado a su pequeña en sus brazos para sentirse más seguro de sí mismo.

Una vez ya abierta la puerta, ahí estaba, el moreno se veía más imponente en comparación con la primera cita, su cabello castaño oscuro caía como si se tratase de una cascada por sus hombros. Hidan ante él se había sonrojado con bastante fuerza, y no era capaz de pronunciar ni una sola palabra. – K-Kakuzu, hola... – Había bajado con rapidez su mirada en dirección al piso, simplemente no podía mantener el contacto visual con el.

– Hola, Hidan. Me alegra que hayas venido. – Habló el mayor con una sonrisa bastante serena, ¿A dónde se había ido toda la confianza que tenía en sí mismo?, No tenía ni la menor idea, pero sabía perfectamente que Kakuzu lo estaba matando por dentro, cuando se suponía que era él quien intimidaba al moreno con su trato. Ahora el mayor concentraba sus ojos esmeralda en la menor, quien lo veía con intriga. – Me imagino que tú eres el hijo de Hidan. Eres idéntico a él, ¿Cómo te llamas? – En ese momento, la peliplata le miró con enojo y le sacó la lengua. Hidan también estaba algo indignado con lo que dijo el moreno, siempre que cualquier persona se topaba con su hija por primera vez la confundían con un niño, pese a que el dijera lo contrario.

– ¡Mi nombre es Hira!, ¡Y soy una niña! – Kakuzu ante ese comentario solo pudo reír y asentir, la expresión de la menor en ese momento era bastante chistosa: tenía la cara roja y el ceño fruncido.

– Está bien, está bien. – Dijo el mayor con una sonrisa mientras abría más la puerta para dejar paso a sus visitas. – No se queden ahí parados, vengan pasen. – Y sin pensarlo mucho, se quitaron los zapatos afuera y ambos seres se adentraron a aquella sala, quedando prácticamente perplejos con lo que había allí.

La casa soltaba una luz y un brillo increíbles, todo estaba perfectamente ordenado, los muebles se veían sumamente costosos y habían docenas de adornos y artesanías en cada uno de los estantes. Hidan había quedado boquiabierto ante el espacio tan extenso con el que contaba el mayor, a diferencia de ellos, que vivían en un apartamento bastante reducido.

– ¿Vives aquí solo? – Habló por lo bajo el peliplata luego de bajar a su hija de sus brazos. Kakuzu lo estaba mirando de una forma sumamente tranquila.

– Si, pero no es tan malo como crees. – Le respondió el moreno para luego acercarse al cuerpo del muchacho y poner la mano sobre su hombro. Ante ese mínimo contacto Hidan se tembló. – Te noto un poco tenso... ¿Estás nervioso? –

– No, no... Tan solo veo como Hira está empezando a recorrer tu casa como si fuera suya. – Mintió el peliplata con una media sonrisa, a lo que Kakuzu solo pudo suspirar con bastante gracia.

El moreno se había sentado en uno de los sofás de la casa e invitó a Hidan a sentarse a su lado. El menor le había obedecido sin vacilar y ahora ambos se encontraban mirando a la peliplata que se paseaba por cada uno de los pasillos. – Perdóname por confundir a tu nena con un varón... – Soltó el mayor de repente, a lo que el albino se sobresaltó fuertemente.

– No te preocupes, siempre nos pasa. –

– Deberías ponerle ropa un tanto más femenina. Como un vestido o algo... – Comentó el mayor al aire, a lo que Hidan le respondió con el ceño bastante fruncido. Eso sí que lo había enojado.

– ¿Estás subestimando mis métodos de crianza? – Poco a poco el ambiente se iba poniendo cada vez más tenso. Hidan y Kakuzu se estaban mirando fijamente a los ojos, creando consigo una guerra de miradas que era difícil de pasar por alto.

A CIEGAS | KakuhidanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora