Observación | 1.7

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Me detengo ante las imponentes puertas del centro comercial.
Tan altas como las de una iglesia católica.

Entro al edificio, sintiéndome un poco más sobrio. Sin embargo las cosas siguen bastante extrañas.

Todas las personas a mi alrededor actúan como si quisieran ocultar sus rostros.
Volteando a direcciones contrarias a las que su cuerpo apunta, leyendo periódicos a la altura de su cabeza, o simplemente con la mirada al suelo.

No puedo reconocer a ni una sola persona, lo cual es raro. Con una rutina tan repetitiva como la mía, es común conocer a las personas que acuden los lugares a los que voy.

Cómo cada tarde me dirijo al Food court, caminando en los amplios pasillos del centro comercial, tan pulcros, con inconfundible albura.

Definitivamente lo contrario a como me imaginaria las baldosas donde caminan tantas personas a diario.

De hecho...

Están así de limpias a pesar de la multitud de personas que acaba de pasar.
Ni una sola huella, ni si quiera una de polvo o humedad.

Sigo caminando escuchando las personas conversando en los restaurantes de comida rápida. Sin embargo, dichas conversaciones se escuchan como murmullos desde la distancia.

Entro al área.

El volumen de las conversaciones es muy bajo, almenos comparado al volumen que percibía desde los pasillos.
Seguro era algún tipo de efecto "eco".

Veo a la izquierda, y ahí estaba. La mesa de siempre, frente al restaurante de siempre.
Estos elementos no son parte de mi rutina, no de todo al menos.
Pues siempre me siento en esa mesa, siempre como de ese restaurante.

Pero claro, hay una razón para ello.

Cada que vengo, todas las demás mesas están sucias u ocupadas.
Y curiosamente, no son limpiadas o desocupadas hasta que ya estoy sentado en mi mesa.
Además los otros restaurantes siempre tienen filas enormes. El único que siempre está vacío o con una fila de menos de 2 minutos es este.

"GREEN DAY" Como la banda.
El restaurante donde "él" trabaja.

Y por supuesto, ahí está él.
Frente al mostrador jugueteando con los botones de la caja registradora.

Camino lento hacia el mostrador. Lo suficientemente lento como para prolongar el tiempo de observación de su comportamiento.

Es un chico de no más de 23 años.
Seguro es su primer trabajo.
Suele estar distraído, dezgarbado.
Con el cabello alborotado, y sus prendas generalmente flojas.

Si cuidara un poco su aspecto podría ser un individuo medianamente atractivo.

Coloco mi mano sobre el mostrador al llegar, siento el calor sobre la superficie.

—¿Lo de siempre? —Sonriente, se incorpora

¿Lo de siempre? ¿Acaso cree que tenemos algún tipo de confianza por vernos todos los días?

—Si, lo de siempre.

Por otro lado... Parece que me presta atención cada que vengo a su trabajo, como para saber de antemano que es lo que ordenaré.
Supongo que es algo considerado, y tal vez solo un poco aterrador.

Termina de presionar un par de botones en la pantalla del ordenador y vuelve a verme sonriente.

—¿Haces ejercicio? Pregunta apollandose por los codos en el mostrador —Eres muy alto.

Retiro mi mano tan pronto como el se acerca.
Pero creo que fue una reacción grosera. Solo está tratando de conversar. Pero, ¿Por qué ahora? ¿Por qué conmigo?

—No, de hecho no, suelo dar paseos de noche pero eso es todo. —Tomo la billetera fuera de mi bolsillo y comienzo a contar el dinero. —¿Y... Que hay de ti? Tu te ejercitas?

—Vaya, creí que serías uno de esos chicos que va constantemente al gimnasio. Pues, eres alto pero sin verte muy delgado— Me ve de pies a cabeza.

—Gracias —Me siento halagado, y no sé por qué. —¿Que hay de ti? ¿Te ejercitas?

—Me gusta trotar, también en las noches. entre el trabajo y otras cosas no tengo tiempo para hacerlo de día.

—¿Que onda? ¿De qué hablas con este tipo? —Interrumpe uno de sus compañeros acercándose y colocándole una mano sobre el hombro.

—Ah, de nada importante —Responde él como lo que percibo nervioso.

—Está bien, solo quería decirte que la orden ya casi está lista —y tan pronto como llegó, volvió a la parte de la cocina.

Tomo un par de billetes y los acerco a él.
Pero cuando lo ve, su mano me indica una señal de alto.

—No te preocupes, yo invito

—Creo que no puedo aceptarlo —digo atónito luego de fugazmente procesar lo que acaba de decir  —por favor déjame pagar.

—Enserio, déjame encargarme de esto —Dice empujando mi mano hacia mí pecho—La próxima vez puedes invitarme tu a mí.

Eso último fue suficiente para hacer estallar algo en mí.
No estoy ni siquiera seguro de si es molestia o ternura.
Pero se bien que estoy sonrojado.

Odio ser así.

—Ya está la orden —Rie el compañero acercándose, dándome a entender que acaba de escuchar el disparate que esta persona acaba de decir.

—Lo quiero para llevar.

—Eso no es lo que sueles hacer siempre —es interrumpido por un codazo de su compañero

Luego de eso, solo se da la vuelta y vuelve a la cocina.

—Lo siento, aquí tienes —Me acerca la bolsa de papel ahora con una sonrisa burlona reemplazando a la cálida que me ofreció al llegar.

—¡Arreglate el uniforme se te ven los calzones! —Grita el compañero desde atrás.

—¡Callate! —Responde el volteando

—¿Te avergüenzo frente a tu novia? —Rie a gritos desde atrás.

Ahora estoy seguro de que el sonrojamiento es por enojo, malditos idiotas.

Camino fuera del lugar con la bolsa en mano. Sin tomarme la molestia de voltear a despedirme.
Solo escucho a ambos riendo, repetitivamente. Con la sensación de que nunca iban a acabar de hacerlo.
Cómo si fuera una risa pre grabada.

Cómo si fuera una risa pre grabada

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*Nota de autor*

Quiero dedicar esta ilustración a:
BaconWizard30 un1usuario wedgiebuddy123
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