Capítulo II.

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Llyr:

Así como en la tierra hay leyendas, también las hay en el mar. Y yo soy una de ellas. Aunque no puedo decir que sea una completa leyenda, pero si sigo surcando el camino que me he forjado en alta mar desde que tengo 15 años les aseguró que pronto lo seré. 

Alzó el puño y lo estrelló en la cara de aquel hombre que me ha hecho al pregunta más estúpida de todos los tiempos.
No se preocupen, ya sabrán cuál es.
La espalda del hombre cruje cuando lo sostengo contra los ladrillos de la pared, aquellos que estaban desalinéanos pero que ya he vuelto alinear con su recta columna.

—¿Cuernos de Unicornio? ¿Además de eso quieres también que te baje la luna y las Estrellas?—sonrio—Cabrón!—lo sostengo con fuerza, alzándolo de la camiseta mientras me mira con la sangre resbalándoles de los labios.

—¡Se supone que usted consigue cualquier cosa!

—¡Así es y el trato era que pagarías mil monedas de plata a cambio de las plumas de fénix!—exclamo

—¡Te pagaré mil monedas de oro si consigues los cuernos!

El silencio reina en el callejón ante tal oferta. El mar y el dinero lo son todo para mí, y van en ese orden, así que cualquier oferta que conlleve monedas de oro y espejitos de plata para mi bolsillo , soy todo oídos. A pesar de ello, no me vendo barato, se lo que me conviene, lo he aprendido a golpes.

Hay muchas cosas que se dicen de mí en Underworld y una de ellas es mi fama con las mujeres, no solo con por mi físico sino también por los ojos de un castaño singular, como "corteza del más firme de los árboles" o eso dicen y vaya que no puedo negarlo. La segunda cosa es el difícil trato que hay conmigo, de la violencia, no puedo negar la violencia y cuanto disfruto causándola. Todos lo saben, excepto este pobre infeliz.

—¿Mil monedas de oro?—preguntó entre dientes

—A-así es capitán—tartamudea el cliente—Por un solo cuerno de unicornio—aquello me divierte tanto que no puedo evitar sonreír y soltar una carcajada, una terrible de esas que no son contagiosas.

—¡Mil monedas de oro por un cuerno de unicornio!—continuo riéndome mientras alzó al hombre de la chaqueta y lo azotó con más fuerza contra la helada pared de piedra. La pared cruje y la felicidad momentánea que me invade por fin Fermina de desvanecerse siendo cambiada por una ira con la fuerza de un huracán—¡¿Sabe lo que se necesita para conseguir cuernos de unicornio?!—grito—¡Se necesita a una dama! ¡¿Usted ve alguna dama por aquí?!—lo suelto con brusquedad, él tipo se acomoda su maldita chaqueta de cuero, aburrida y vieja, indigna de un caballero como yo pero que a él le va muy bien—Supongo que si viera alguna dama se le iría encima como una bestia. Así que me temo que no, imbécil, no buscaré cuernos de unicornio para que usted los haga polvo y se drogue, de tantas propiedades que esa mierda posee, esa es la más estúpida que alguna vez he oído—me alejo, sacudiendo la cabeza y completamente indignado ante el suceso.

En estas épocas nadie se osa a pedir cuerno de unicornio, ni siquiera a un hombre como yo,

Me alejo sin mirar atrás, dirigiéndome al bar más cercano antes de que el brujo se percate de la bolsa de monedas de plata que le faltan en su bolsillo, las que por cierto ahora van en el mío.

Tomo asiento en la barra de la taberna, rodeada de un familiar aroma a alcohol, sudor y mujeres. Espero tamborileando los dedos sobre la madera hasta que el cantinero llega para ofrecerme un vaso de ron a cambio de dos peniques que se guardó en la bolsa frontal del mandil.

Mientras me llevo a los labios el vaso de ron, no solo siento el ardiente sabor de la bebida sino que también escuchó cómo comienzan los murmullos a mí espalda. Murmullos que cuando poseía la gloriosa edad de diecisiete años me ponían nervioso y me avergonzaba pero que ahora agradezco e incluso disfruto porque significa que en esta taberna de mala muerte, saben quien soy.

Llyr Antares Read, el tercer capitán más temido en la actualidad,  un título que un marinero con deseos de ser famosos a cualquier precio portaría orgulloso ya que "El temor de los mares" no es un nombre fácil de ganarse, conlleva hazañas y tiempo, de ser sencillo estoy casi seguro que el Pirata Barba Negra, Simbad el marino o el Capitán Nemo se habrían hecho en un solo día.

Pero no fue así.

Siempre hay algo que perder y algo que ganar obviamente pero el simple hecho de perder algo que te importa para conseguir lo que deseabas, es doloroso. Hasta que un día deja de serlo y ahí es cuando te das cuenta de la basura en la te has convertido y que tu objetivo de ser alguien diferente se ha cumplido.

Cuando yo sentí esto, supe que había valido la pena porque mi nombre cada vez que es escuchado es también respetado y temido en los siete mares y en los doce reinos.

James Garfio, John Silver y Llyr Antares. Que honor.

Dejo el vaso en su lugar y me pongo de pie, limpiándome los labios con el dorso de la manga y camino hacia la salida pero hay algo que me detiene, una mirada seductora de una de las trabajadoras del lugar que hace señales para que me acerque.

Señales que captó de inmediato, me relamo los labios porque ya he hallado mi segundo premio del día. Mi día de suerte. No todos los días una persona se gana mil monedas de plata y un bombón como aquel al que no tardo en ponerle las manos encima.

Si, es un día terriblemente perfecto. O por lo menos eso pienso, con el bolsillo pesado y una mujer sentada en mis piernas.

Pero hay algo que se siente diferente, algo en el aire que casi como una predicción del destino, desde su lugar omnipotente y todo poderoso, observa , analiza y luego dicta mi sentencia. Mi castigo por todo lo que he hecho.



 Mi castigo por todo lo que he hecho

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2022 ⏰

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