Capítulo 1

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No me quedaba duda alguna de que llevaba mi cámara encima, pero no pude evitar revisar de nuevo mi bolso, solo por cerciorarme de que seguía intacta.

Tenía unas ganas inmensas de ver a mi abuelo de nuevo, hacía años que no lo veía, desde los cinco, y ya hace catorce años de aquello. Recuerdo cuando él me llevaba de paseo por un viejo parque que estaba plagado de dientes de león y él siempre me hacía soplar uno y pedir un deseo, siempre pedía el mismo, que ilusa era.

Cogí el billete y se lo entregué a la chica que me esperaba para sellarlo, decidí ir en clase turista por la razón de que nunca me ha gustado llamar la atención y hoy no era excepción en el avión. Al llegar a Londres cogí mis maletas para empezar a buscar el motivo de mi viaje, encontrar a mi abuelo.

Hace poco, mi madre había muerto de cáncer y mi padre...bueno,prefiero olvidarme de el tema, así que no me quedó otra que ir con mi abuelo, ya que por motivos personales, mis tíos no me podían acoger en su casa.

Seguí caminando por las viejas calles de Londres,llenas de tanto encanto y harmonía como las recordaba , con mi gps en una mano, la mochila en la espalda junto a mi bolso y mi maleta en otra mano. Observaba el paisaje con admiración, a la mente me venían recuerdos de mi infancia, como correteaba por las calles con mis compañeros de colegio para llegar pronto al parque, o como cuando aprendí a montar en bici con mi padre...todos recuerdos borrosos que no lograba aclarar, pero que estaba segura de que lo haría con el tiempo.

Después de caminar alrededor de 10 minutos por las casi vacías calles, encontré la casa en la que vivía mi abuelo, una casa grande, de paredes rojas y un jardín con un sauce llorón a la derecha. Con añoranza, abrí la verja y pase por el jardín en el que mi abuela siempre me contaba historias de princesas, que ilusa era. Llegué al gran portón blanco con el número 23 en dorado y toqué el pequeño timbre situado a la izquierda , lo pulse y un sonoro "Ding Dong" me aturdió y produjo que diera un paso atrás.

-Abro yo señor Crawford, no se preocupe.- escuché una voz dentro de la casa que obviamente no pertenecía a la de mi abuelo, ya qué era vivaz y ronca.-

Segundos más tarde, después de escuchar como alguien bajaba las escaleras corriendo, se abrió la gran puerta blanca, dándome un terrible golpe en la nariz.

-Lo siento, lo siento, esta maldita puerta se abre para afuera...-Un chico de ojos esmeralda me miró con una mirada de suplica pero a la vez con una chispa de gracia, su ceño se frunció y me entraron recuerdos claros de quién era.- ¿Amelia?

-¿Ethan? -Dijimos a la vez.-

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora