Destino

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El iba caminando solo por la calle, buscando, aún no sabía que... y preguntándose muchas cosas también, muchas de verdad, pero todas esas preguntas solo se resumían en una.

¡Maldición! —exclamó entonces en voz alta deteniendo sus pasos—. ¿Por qué es tan complicado esto del amor? —sus pensamientos escaparon sin querer por su boca—. ¿Por qué demonios siempre tengo que terminar siendo un estúpido cupido?

Aquellas palabras sonaron como un reproche del joven castaño de veintidós años y sonrisa angelical.
Porque si eran casi un reproche, porque aunque el amaba el amor y apoyarlo, desde sus quince años, solo le había causado problemas, y ni siquiera era su amor, si no el de otros.
A los dieciséis años fue golpeado por apoyar y defender el noviazgo de dos de sus mejores amigas.
A los diesisiete su padre le hizo la ley del hielo por casi ocho meses por haberle ocultado que su hermana estaba enamorada y era la novia de su vecino, el cual este odiaba.
A los dieciocho su padre acabó con la poca relación que tenían cuando se enteró que el ayudaba a su hermana con su casamiento.
A los diecinueve fue despedido de su primer trabajo en un restaurante por dejar que uno de sus mejores amigos prepare una cena romántica para su novia, cuando este debía estar cerrado.
A los veinte estuvo detenido toda una noche por ayudar a su primo a entrar a la casa de su novia, porque sus padres no dejaban que ella lo vea.
A los veintiúno cuando pensó que el amor no podría causarle más problemas su hermano menor le confesó que estaba enamorado de una mujer mayor y el lo apoyó, relación que tampoco era aceptada, ni siquiera por su madre y como él mismo lo dijo en ese entonces, el amor lo había dejado huérfano.

Y quería vivir un amor, claro que si, pero no uno intenso, ni salvaje, ni prohibido como los que conocia, mucho menos uno de película romántica, no, solo un amor, uno por el cual sonreír siempre, pero haber tenido tantos problemas por ello, le empezaban a quitar las ganas.

¿Por qué tengo que frustrarme por algo tan estúpido como eso? —se preguntaba a si mismo mientras seguía su camino—. ¡Estúpido Win, solo concéntrate en hacer algo por tu vida, que de amor no vives! —se repetía golpeando su cabeza.

Porque era cierto, ya que ahora el joven que caminaba solo por la calle, minutos atras había perdido su trabajo de medio tiempo, ¿por qué?
Por seguir siendo un romántico empedernido, un muy estúpido romántico empedernido y permitir que un hombre le pida matrimonio a su novia en medio de la rueda de la fortuna, deteniendola, sin aviso alguno.
Ningun pasajero se molesto por ello, de hecho muchos aplaudieron la situación, pero la dueña del lugar, recién divorciada no era la mujer más romántica del mundo en ese momento y el acto tierno del joven hacia la pareja no fue tomado de esa forma por ella, así que si, Win, fue despedido por culpa del amor, quién lo diría, nuevamente tenía la culpa el amor.

Ya eran casi las una de la madrugada, las estrellas cubrian por completo el cielo nocturno y el seguía caminando, molesto, pensando en muchas cosas, cansado, realmente cansado.
Miro su reloj y decidió volver a casa, se detuvo en una parada de autobús y se sentó allí a esperar. A su lado unos minutos después una joven se acomodó, al parecer nerviosa por lo que el podía notar al ver como sus piernas se movían.

¿Estás bien? —preguntó segundos después al escucharla suspirar—. Perdón es que te ves muy nerviosa —agregó mirándola.

Como Prefieras Llamarle...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora