Madrugada

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La película había comenzado, ambos jóvenes nerviosos al lado del otro, uno por haberse reído y el otro por no dejar de pensar en lo dulce que era la sonrisa de la persona a su lado, pero los minutos pasaban y la película cada vez se tornaba más aburrida, "¿quién disfruta de una película muda?", se preguntaban los dos mientras intentaban mantener sus ojos abiertos.
Y les avergonzaba ser los únicos que se levantaran para irse, entonces iban a aguantar a que termine.

Chicos... chicos —escucharon a lo lejos ambos jóvenes—. La película ya terminó.

Y cuando abrieron los ojos el castaño se vio durmiendo recostado en el hombro del joven del que se había reído, y el pelinegro se dio cuenta que se había dormido tan tranquilo solo porque se encontraba sintiendo el aroma del cabello de este.
Al mirarse ambos reaccionaron y se levantaron deprisa, nerviosos, sonrojados también.
Win fue el primero en salir, Bright detrás de él, y aunque tomaron caminos diferentes, sus pasos los llevaron al mismo lugar, ambos se encontraron recostados sobre el barandal de uno de los tantos puentes de la ciudad, mirando el cielo.
Al notarlo, sonrieron por ello, pero entonces un gran suspiro fue escuchado por nuestro joven de sonrisa angelical, un gran suspiro saliente de la boca del joven que lo había mirado como asesino unas horas antes, "al parecer no era un buen día para ninguno", pensó.

¡Niños!¡Niños! —escucharon ambos jóvenes, y cuando se voltearon una mujer con un carro de café los llamaba con la mano—. ¡Vengan!

No sabían porque pero ambos obedecieron y se acercaron a ella, cruzando miradas confusas en el camino.

¿Niños les gustaría un café? —preguntó la mujer.

No... no gracias no tengo dinero conmigo —respondió el castaño con una sonrisa—. El único que tengo es el que está en mi tarjeta de autobús —rio.

No... no les pregunte si quieren comprármelo —afirmó la mujer sonriendo—. Me quedan solo dos cafés, ¿les gustaría tenerlos?

¿Por... por qué? —preguntó entonces el pelinegro confundido.

Creo que este será mi buen acto del día —respondío ella—. Volveré a casa feliz por regalarle café a dos jóvenes que al perecer lo necesitan —afirmó mirando a ambos.

¡La verdad es que no me vendría mal un café ahora! —exclamó el castaño mirándola.

Entonces a mi tampoco dijo el pelinegro a su lado.

Es bueno escuchar eso —afirmó la mujer entregándole un café a cada uno—. Que lo disfruten jóvenes —dijo y comenzó a alejarse con una sonrisa. 

¿Mal día? —preguntó entonces el pelinegro siguiendo al castaño al mismo lugar donde estaba antes.

Fui despedido de mi trabajo —respondió el joven—. ¿Qué tan malo crees que es?

¡Bastante! —exclamó el pelinegro, tomando un sorbo de su café.

¿Mal día? —el joven castaño a su lado repitió la misma pregunta para el.

Malos... —respondió el pelinegro con una sonrisa cansada—. ¿Crees que hablar con un desconocido nos sirva para olvidar un poco lo malo de la vida? —preguntó entonces mirándolo, aún sin saber porque lo hacía.

Podríamos intentarlo —afirmó el castaño mirándolo a los ojos con una sonrisa.

Y entonces ambos le regalaron sonrisas al otro, porque así lo sentían, luego solo hablaron, hablaron por mucho tiempo, mirando las estrellas y la gran luna frente a ellos. Hablaron de muchas cosas, entre ellas el problema en el que el amor los había metido.

Podría contarte miles de historias, y estoy seguro que de ellas sacarás miles de canciones —afirmó el joven castaño sonriendo.

Si fuera tan fácil ya lo habría hecho, crees que no conozco historias de amor —respondió el pelinegro de malhumor.

¿Entonces cuanta inspiración necesitas para escribir una canción?

No podría decirte, a veces solo llega —afirmó el pelinegro—, pero con esta estúpida canción de amor aún no la he encontrado.

¡Que difícil! —exclamó el castaño suspirando y esto hizo reír al pelinegro frente a el.

Te parece —rio—. Y eso que no eres tú quién lo debe hacer —afirmó el joven riendo, haciendo que el castaño también ria, quedando nuevamente hipnotizado por su sonrisa.

¿Qué?¿Qué? —preguntó entonces el joven castaño notando la mirada del pelinegro sobre el—. ¿Tengo algo en mi rostro?

No, pero tu sonrisa... pronunció este sonriendo—. Nunca había visto una sonrisa tan dulce en mi vida —aseguró mirándolo a los ojos—. No existe nada más perfecto, puedo jurartelo afirmó sin poder apartar su mirada de el.

Woo de verdad eres compositor —dijo este sorprendido—. Eres increíble... eso es muy romántico —aseguró sonriendo.

Es que una sonrisa igual es difícil de encontrar, ¡imposible diría yo! —exclamó el pelinegro aún sin dejar de mirarlo.

No lo creo —afirmó ahora tímido el castaño.

Podría escribirle miles de canciones a tu sonrisa, créeme.

Woo si estás improvisando justo ahora —dijo el castaño sonriendo—. Déjame decirte que eres genial.

Al escuchar eso el pelinegro frente a el solo rio negando con la cabeza, era la primera vez que era romántico con alguien y esa persona solo pensó que estaba improvisando, pero el fue romántico y cuando se dio cuenta de ello miró al joven frente a el otra vez, que aún sonreía dulcemente, como a el le gustaba.

Te encontré —susurró, y sonrió.

Como Prefieras Llamarle...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora