VIII. Pesadilla sin fin

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Disclaimer: Naruto no me pertenece, es propiedad de Masashi Kishimoto.

Rating: M por violencia, situaciones sexuales, lenguaje antisonante y muerte de personajes entrañables.

Se recomienda discreción al lector. Siempre leo sus comentarios, así que los invito a decirme que opinan.

Advertencia: Capítulo con una muerte, aviso con anticipación. 

"Mirando hacia atrás, mira

No hay palabras que puedan salvar esto,

Estás roto y yo cabreado

Corro como se supone que debo hacerlo,

Ser el hombre que debería"

Goodbye kiss / Kasabian

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Ocho meses lejos de Konoha

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El tiempo pasaba rápidamente y el bar pronto se convirtió en un punto de encuentro muy recurrente al estar en el frontera con tres países, por lo que los días eran agotadores para las cinco personas que vivían en ese bar. A primera hora de la mañana Takeda Ryu y su hijo Koichi salían junto a Genji-sama a comprar provisiones a una aldea cercana del país del fuego, se iban en una carreta vacía y regresaban con Sake y alimentos. Mientras ellos hacían las compras, Shino y Hinata comenzaban a preparar los alimentos del día, mientras Akamaru los miraba aburrido desde una esquina de la enorme cocina, pero él se encargaba de avisar que Kiba había regresado pues cuando lo olfateaba comenzaba a menear su cansada cola con felicidad. Kiba dejaba a padre e hijo descargando las cosas y él se marchaba junto a Akamaru, quien usaba su jutsu antropomorfo, y corrían y hacían un poco de ejercicio para que el canino se animara y activara sus cansadas articulaciones. El enorme can no solo estaba cansado por su edad, sino que las lesiones de su encierro en su clan habían hecho mella en su cuerpo y no se podía mover tanto como antes. Después regresaban y el perro volví a su forma mientras iba a descansar al piso superior. Ya entonces comenzaba la rutina de Kiba de atender a los primeros clientes que llegaban cerca del mediodía.

Con autosuficiencia Kiba contempló como sus arcas de dinero continuaban creciendo, pero no dejó de capturar a ninjas con recompensa en los alrededores, pronto podrían comenzar a comprar armamento ninja ilegal para hacer realidad su asalto a Konoha. Hasta pudo comenzar a pagar un pequeño sueldo al padre y a Koichi, porque Kiba tenía claro que ese negocio no sería eterno y que eventualmente él y sus tres amigos se marcharían al país del silencio y pensaba en que esos dos se podrían quedar con aquel lugar y hacerle llegar una pequeña cantidad.

Por otro lado, Shino se preguntó porqué no había pasado más tiempo en la biblioteca de su padre. Pensar en Shibi Aburame lo llenaba de melancolía, más de la que generalmente sentía. Cada mañana Shino despertaba antes que Hinata, pues tenía que ir a alimentar a sus insectos rojos cada cuatro horas, pero en su opinión estaba valiendo mucho la pena el esfuerzo. Los insectos habían conseguido reproducirse y a pesar de su tamaño similar al de una pulga, su apetito era feroz; no solo comían chakra, sino también carne y huesos. Lo último lo comprobó una noche en que atrapó a un ratón de campo que logró colarse en la parte superior de la casa, lo tomó por la cola y lo dejó caer en la estructura de vidrio donde mantenía a sus insectos. Ni un minuto pasó y en lugar del ratón, solo quedó una mancha roja que delataba que algo estuvo ahí. Así que cuando Kiba dejó de llevarle restos de sus víctimas, comenzó a usar pequeños roedores que atrapaba en la casa y a experimentar el control de sus insectos. Pronto se dio cuenta de que con práctica y usando los sellos que su padre le enseñó alguna vez, podía detener la velocidad con la que devoraban y hasta empezó a pensar que podría controlarlos como Gaara controlaba su arena. No era una tarea fácil y por eso se lamentaba de no haber husmeado más en la ancestral biblioteca de su padre, pero al estudiar en sus tiempos libres textos de entomología, medicina, plantas y venenos, empezó a desarrollar ideas nuevas... ¿Y si agregaba insectos venenosos a su arsenal? Pero no solo eso... ¿Y si los insectos rojos eran lo suficientemente inteligentes para meterse en la piel de sus víctimas y entonces poder manipularlos como títeres? Con pocos recursos una serie de ideas asaltaron al chico, quien sonrió cuando logró que sus insectos no se comieran al ratón en turno, sino que se metieran bajo su piel... poco después se comieron al roedor desde dentro, pero había conseguido un avance enorme esos meses.

One last thing [Dark ShikaHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora