Capítulo 43: "Descubramoslo juntos"

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No habían pasado muchos minutos luego de que aquella significativa charla con Palermo haya finalizado

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No habían pasado muchos minutos luego de que aquella significativa charla con Palermo haya finalizado. En ese instante nos encontrábamos ambos aún sentados en el sillón como tiempo atrás, solo que ahora no hablábamos de nada, y por mi parte, tampoco quería darle inicio a ningún tipo de nueva converzación, con todo lo dicho ya tenia sufienciente para pensar y reflexionar por un tiempo largo.

Era mucho para procesar y pensar, simplemente ya no sabia por donde encarar el asunto, así que con un movimiento energético me levante de mi asiento y dirigi la mirada a aquel par de azulados ojos que me miraban con expectación, dispuestos a observarme y escuchar con apreciación sea lo que sea que vaya a decir.

-Hay que volver -. Cuando comencé, noté cierta desilusión tensando sus ojos, pero eso no impidió que dejará ver algún tipo de desinterés.

-Sí, lo sé. -dijo con lo que intérprete como pereza.

Se puso de pie con una energía mucho mayor a la que empleo al hablar, y se dirigió a la puerta con decisión.

Ambos atravesamos el umbral de la entrada, adentrándonos de nuevo al atraco y todo lo que implica estar acá, y a la vez dejando la protección y serenidad que esas cuatro paredes nos ofrecían.

Ojalá podamos volver a hablar con la normalidad, confianza y confort con que intercambiamos palabras hace poco.

Ni bien salimos al centro del patio de operaciones, donde todos los rehenes se encontraban, instintivamente dirigi la mirada a la vacía silla que anteriormente ocupaba mi compañero, y ahí mismo fue cuando me di cuenta que tuve que haber consultado con alguien, -o meramente avisar- que iba a liberar a Palermo. Así que le hice una seña con la cabeza al hombre a mi lado y comenzamos a subir las escaleras hacia donde los deje la ultima vez; la habitación en donde se encontraba Nairobi.

Una vez pusimos un pie dentro del lugar, todos nuestros compañeros dirigieron su acusadora mirada primero a él, y luego a mi, para por ultimo volverla a posar rudamente en él.
Sentimientos que rondaban la histeria y la estupefacción primaban allí, y no sabía que cosa podía decir o hacer para aminorarlos. Por otro lado, Palermo por primera vez desde que le conté lo ocurrido con Helsinki y Nairobi pareció demostrar compasión frente a nuestros magullados compañeros.

Eso es algo bueno, me dije.

-Palermo, ¿tú has soltado a Gandia? -pronunció de la nada la voz de mi hermano proveniente desde la radio.

No sabía cómo podría saber en que momento habíamos llegado, hasta que me percate de las imágenes de las cámaras que él mismo tenía en posesión.

Palermo empezó a justificarse una y otra vez hasta que mi hermano lo volvió a interrumpir.

-¿Si o no?, contesta.

En ese momento parecía que realmente iba a decir la verdad de lo que sucedió, pero un segundo antes de que hablara, una voz temblorosa lo detuvo. Mi voz.

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