Hija de la Muerte

EL TIEMPO II

Emma no leyó el archivo esa noche. Creía que era mejor leerlo todo en un solo día, aunque miro de reojo la dirección no era lejos, había pasado por ahí cuando se escapaba de casa. Una vez que toda su familia había desayunado decidió bajar, sabía que se irían rápido.

―Cariño, deje algunas cosas para que puedas preparar la cena.... es espagueti. ―Dijo su madre luego de mirar su reacción, no se le daba bien el cocinar. ― Te veremos más tarde.

Bajo el expediente de su cuarto y se sentó en la mesa junto con un enorme tazón de cereal. El expediente tenía lo básico: nombre, fecha de nacimiento, edad, peso, nivel de estudios y familia. Era como un acta de nacimiento, pero más específica. El nombre del mortal es William J., tiene ochenta y tres años, nació el 15 de marzo de 1934, se casó a los veinte años con una joven que el amo desde que era niño, su esposa murió hace dos años; tres hijos, todos con carreras universitarias, seis nietos, algunos ya en secundaria. Tenía dos hermanos menores, ambos fallecieron por diferentes "causas"; o sea por diferentes recolectores. Tiene un problema en el corazón.

―Probablemente esa sea la causa de muerte. ―Pensó.

«Nació y creció en esta ciudad, cuando tenía tres años su padre lo abandono a él, a su madre, su hermano y hermana menor. William comenzó a trabajar desde los siete años en una granja de su vecino, ahí fue donde conoció a la que sería su compañera de vida, fue amor a primera vista, solo que él tuvo que ganarse su corazón. Y lo hizo a los quince años cuando la salvo de un hombre que intentó abusar de ella. Cuando William tenia diecinueve años fue reclutado para ir a la guerra, así que acabando de cumplir los veinte años se casó con el permiso de su madre. Mientras estuvo en la guerra se hizo mejor amigo de Frank, un chico más pobre que él, tenían demasiadas cosas en común, un padre que lo abandono, familia que mantener y el amor de su vida lo esperaba de regreso. Y aunque las cosas iban bien, en un ataque Frank perdió la vida, una bala había atravesado su pecho mientras intentaban cruzar entre los escombros de un edificio; William se despidió de él, le prometió ayudar a su familia hasta que sus hermanos fueran mayores. Cuando acabo la guerra y William volvió a casa se encontró con Charlotte, y poco tiempo después de su llegada tuvieron la sorpresa de esperar a su primer bebé, Frank, en honor al mejor amigo que William hizo en la guerra.

Con el tiempo William tuvo el suficiente dinero para ir a visitar a la familia de Frank, les dejo dinero y una granja que él había comprado con sus ahorros, para que la madre de Frank tuviera un poco de donde sacar adelante a sus hijos. Los hijos de William crecieron, aunque la vida juega sucio, le quito a su hijo menor en un accidente, dejándolo con un nieto sin padre. William se dedicó completamente a su esposa, paso cada día con ella, hasta que enfermo y murió. Su hermano falleció de cáncer cuando era joven y su hermana murió siendo víctima de un asalto cuando ya era mayor. Actualmente William vive con Frank su hijo mayor.»

A pesar de ser doscientas páginas la información escrita es muy corta, la mitad de las hojas eran fotos, de cuando conoció a su esposa, cuando la vio vestida de novia, de Frank el primer día que lo conoció y también el ultimo cuando estaba sangrando y llorando luego de que llegara su hora, de cada uno de sus hijos recién nacidos y a través de los años, cuando vio morir a sus hermanos. Y uno que otro recuerdo narrado por él, como un testamento o últimas palabras, los mortales casi siempre son igual de dramáticos cuando les toca contar una historia.

La conclusión de Emma era muy sencilla, un hombre que había tenido una vida difícil, pero también feliz, había probado la muerte y también había abrazado fuerte la felicidad. Había perdido a todos los que él amaba, le toco ver a todos sus seres amados partir, dejándolo con las inmensas ganas de seguirlos a donde quiera que hubieran ido.

Una vez terminado de leer una parte del archivo se dirigió a la casa donde vive William, se vistió de forma que no resultara rara para los mortales, jeans, una camiseta a cuadros negra con blanco y unas botas negras. Tomo una mochila y la lleno con una libreta, lápiz, audífonos que tenía escondidos clandestinamente de sus padres y hermanos, un viejo MP4, unas cuantas barras de avena y unos cuantos chocolates por si le daba hambre después.