Prólogo

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Hace muchos años atrás, cuando los humanos aún existían y convivían en armonía con los hijos de la Luna, en la Isla Jeju, vivía uno de los cinco clanes más poderosos de la región. El clan Jeon era poseedor de la Isla entera, eran licántropos poderosos y dedicados a la adoración de la Diosa Luna, fuertes y majestuosos, capaces de mutar en lobos de hasta dos metros de altura.

No les desagradan los humanos, pero creían en la fragilidad de ellos, en su avaricia y en todos los malos aspectos que no tenían comunión con sus pensamientos de amor y fraternidad. Para ellos, la familia siempre sería lo más importante de su mundo, y matarían por proteger a su manada.

El jefe de manada, Jeon Jaesang era el lobo más poderoso, junto al de los otros clanes, nadie podría cruzar su territorio sin que él lo supiera de antemano, de lo contrario los intrusos habrían muerto antes de poner dos pasos en su isla.

Un día, ocurrió lo inesperado, un grupo de humanos había intentado cruzar su territorio sin previo aviso, cuando la patrulla al cuidado de ese lado de la isla los detectó inmediatamente fueron notificados al gran Jeon Jaesang, quién ordenó su traslado al corazón de la isla.

Más de uno se sorprendió al saber que los humanos no habían sido decapitados en su momento, pensaron con pesar que podría ser obra de su Omega al Mando, quién por excelencia era la esposa del Jefe, y también su omega destinada, pues las y los omegas poseían cualidades espiritistas extraordinarias.

Ellas se encargaban de escuchar a la naturaleza y su llamado, cuidaban de la manada a su manera, eran especialmente fértiles y de carácter misericordioso. A veces, la manda creería que demasiado, pues no importaba si humano u hombre lobo, una omega cuidaría de cualquiera en riesgo.

No se sorprendieron cuando, días más tarde, se anunció ante toda la manada que los humanos se asentarían ahí, en su territorio. La manada pareció dividirse en dos bandos; quiénes apoyaban emocionados de convivir con ellos, y los que temían por el bien de su manada, pues veían a los humanos como una amenaza.

No obstante, Jeon Jaesang no cambió de parecer, e incluso pactó con los humanos un acuerdo de sangre en la Reunión de Clanes y frente al resto de los jefes de las otras manadas. Creyó que todo sería un paso adelante para mejorar la relación con los humanos.

Al principio, todo fue miel sobre hojuelas, la relación entre la manada Jeon y los humanos, ambos grupos estaban conviviendo armoniosamente y compartiendo el territorio de la Isla, a pesar de que existían más y más lupinos en contra que a favor, no hubieron problemas los primeros años.

El grupo de humanos creció en números y en territorio, y en pocas décadas ya tenían el control del al menos un tercio de la isla, contrario a los licántropos, quienes con el pasar de los años se debilitó su tasa de natalidad debido a una enfermedad desconocida que sólo atacaba a los niños.

Ante tal suceso, el Jefe Jeon desesperado recurrió a conversar con el resto de los clanes, el clan Kim, quién dominaba gran parte del sur del territorio Coreano, decidió investigar qué era lo que estaba sucediendo en la isla, así que mandó a uno de sus mejores equipos de investigadores a la Isla Jeju, cuando este volvió con los resultados, se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Una enfermedad humana era lo que atacaba a los cachorros de la Isla, pero no fue eso lo más alarmante pues descubrieron que dicha enfermedad se transmitía sólo durante el parto, es decir que el bebé en sí, ya portaba los genes humanos de la enfermedad desde el vientre y lo cuál apuntaba a una sola cosa: los licántropos se estaban metiendo con los humanos, o viceversa.

Por aquél entonces, el hijo mayor del Jefe Jeon, Jeon Jihyun estaba esperando a su primer cachorro. Él estaba casado con una omega de nombre Jiwoo y la Omega al Mando temía por el bebé de esa relación pues no era una relación de destinados. Aquello había sido, por sí sólo, preocupante, pero los vieron tan enamorados que no fue impedimento para realizar sus nupcias a luz de la luna.

La unión entre lobos era una ceremonia especialmente hermosa, fascinante e íntima, que se realizaba únicamente en noches de luna llena y se sellaba con la sangre de una mordida de unión. Se creía que el lazo creado en luna llena era bendecido directamente por la Diosa Luna.

Unos meses más tarde, Jeon Jiwoo cayó enferma antes del parto de su cachorro, la Omega al Mando creyó que no podría dar a luz, pero la fuerza de Jiwoo sorprendió a todos, la omega se aferró a la vida con uñas y dientes para dar a luz al cachorro del hijo del jefe. y así fue.

Jeon Jiwoo no sobrevivió al parto, y el Jihyun cayó enfermo tras ello. No obstante, se llevaron una grata sorpresa al darse cuenta que el niño era un híbrido de lobo y humano. Jihyun al sentirse traicionado y engañado tomó al niño para dirigirlo a la aldea más cercana de humanos que había y en medio de una crisis lo asesinó frente a todos los presentes, para posteriormente engancharse a sí mismo una fina daga de plata en el corazón.

La Diosa Luna que observaba todo desde el cielo en forma de una cuna menguante, decidió castigar a toda la manda de los Jeon. No le correspondía castigar a los humanos, aún así, decidió darles una lección también extinguiendo a toda su raza por mezclarse con sus hijos.

Aquella noche, la Omega al Mando había tenido la premonición de su hijo y su nieto bañados en sangre, pero no había podido evitarlo, pues la Luna le había hablado para no intervenir. Más tarde, le habló nuevamente, le contó del castigo que habían recibido sus hijos, y cómo los Jeon pagarían ese castigo durante los siguientes siglos hasta que rogaran por su perdón.

Cómo resultado del castigo, cada omega existente en la manada que estaba en cinta dio, más tarde, a luz a un perfecto híbrido de Lobo-humano, aún cuando eran concebidos sólo entre lobos. Así fue como comenzó una era de racismo entre la gente, los lobos "puros" comenzaron a denigrar a aquellos semilobos, quiénes eran notablemente débiles y frágiles como los humanos, aunque más tarde que temprano los alfas puros que murieron con el tiempo no pudieron procrear más lobos no híbridos, así que el paso del tiempo se extinguieron.

Los híbridos, por su parte, aún conservaban ciertos rasgos de los lobos, cómo el instinto, el olfato, el olor que desprendían y los celos. Podían sentir a sus lobos en su interior, más no eran cambiaformas nunca más.

Aunque esto fue un castigo para los Jeon, el resto de los clanes se encerraron en su propio mundo, y desataron una guerra entre ellos mismos que sólo los llevó a su extinción, y a mezclarse con los híbridos de la isla que pronto salieron a multiplicarse por el resto del territorio.

El jefe Jeon murió en un intento de redimir a su manada del castigo que había impuesto la Luna, pero aquello sólo hizo enfurecer más y más a la Diosa, pues sólo ella decidía cuándo tenía sentido sacrificar una vida. Aunado al castigo impuesto, maldijo a los descendientes de Jeon Jaesang para que nunca más pudieran encontrar a sus destinados, y en caso de encontrarse ambos morirían por el simple hecho de enamorarse.

Seasick (KV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora