*Lo siento si tiene errores ortográficos, espero te guste*
Mateo
Me siento como un maldito acosador mientras observo con atención a Alice llegar a su casa con su mejor amigo, Ian, creo que así se llama. Después del instituto, me propuse seguirla. Suena enfermo, lo sé. No lo hagan en casa.
Esto es muy raro para mí; sin embargo, no niego que es divertido observar todo lo que hace ella sin que se dé cuenta. Me permite ver cómo realmente es Alice, sin apariencias, sin la necesidad de que me mienta.
Como si todo estuviera a mi favor, Ian se despide de Alice y se marcha, dándome la oportunidad ideal para acercarme a hablarle. Sin perder más tiempo, cierro la puerta de mi auto y salgo disparado hacia ella.
—Carajo —susurra Alice al notar mi presencia e intentar con mayor rapidez encontrar la llave de su casa en su mochila. Sin embargo, los nervios la traicionan y lo único que causa eso es que su búsqueda se vuelva torpe.
—¿Cuál es tu prisa? —enarco una ceja mientras me detengo a su lado.
—Hace mucho frío aquí afuera.
Mentirosa.
—Alice, el sol está a punto de asfixiarnos.
—Pues yo tengo frío.
Por un corto momento, ella eleva su mirada hacia mí. Unos enormes ojos azules me atrapan, pero mi fantasía por seguir siendo su centro de atención se esfuma cuando ella encuentra las maravillosas llaves y abre la puerta de su casa, adentrándose en esta sin importarle dejarme afuera.
Lo último que percibo de Alice es su aroma dulce, que me marea. Definitivamente odio ese perfume.
—No dejes a un pobre muchacho afuera —digo, sin apartarme de la puerta, que ahora está cerrada. —Sé que estás escuchándome.
—No sé qué es lo que quieres, Mateo, pero no va a funcionar.
Sabía que estaba detrás de la puerta. Es muy predecible.
—Quiero hablar contigo.
Silencio.
—¿No dirás nada? No tengo prisa en marcharme, puedo esperar.
Mierda, qué chica tan desesperante. Estoy pensando seriamente en qué diablo pensé cuando acepté la apuesta de Cristóbal. Ahora mismo estaría con mi padre viendo una muy buena película de acción y no perdiendo el tiempo con ella.
—Aún sé que estás ahí.
La escucho suspirar.
—¿Por qué me besaste?
—Quería hacerlo desde hace mucho.
—Necesito saber la razón.
Mi mente comienza a formular una respuesta para eso. No soy tan bueno con las mentiras; es decir, hace muy poco supe de la existencia de Alice. Proceso mis palabras para no decir nada estúpido, porque sería muy raro que después de mucho tiempo me haya nacido un sentimiento hacia ella así de la nada.
—No hay una razón, Alice. Quise hacerlo y ya.
La puerta se abre, mostrando a una chica de tamaño medio, con cabello castaño oscuro y corto, más o menos a la altura del hombro, nariz respingada, labios delgados y pálidos, y claro, no puedo olvidar esos grandes ojos azules.
—No puedes besarme cuando quieras.
Me acerco a ella, poniendo el pie en la punta de la puerta para que no pueda cerrarla. Ella, nerviosa, retrocede, haciendo que su espalda choque con la pared de la entrada de su casa, que en estos momentos no me da tiempo de apreciar.
—¿No?
Noto que traga grueso mientras cierra los ojos y suspira, para luego encararme.
—No, no puedes besarme cuando quieras —dice, decidida, poniendo una de sus manos en mi pecho para detener mi acercamiento.
Me rasco la punta de la nariz con el pulgar, un poco sorprendido por su actitud. Al parecer, esto no será muy fácil, y no sé si eso sea bueno o malo, o quizás ambos.
—Sé que luego rezarás para que te bese.
—Al parecer sabes muchas cosas, pero no todas son correctas.
—Recuerda esto, Alice —quito su mano de mi pecho sin la necesidad de ser brusco, para dar un paso más al frente y agachar un poco el cuello para estar a su altura—. No importa cuándo, no importa dónde, pero sé que en algún momento me pedirás que te bese. Pero sabes qué.
—¿Qué?
—No sé si podré ser capaz de resistirme a ti.
Ella involuntariamente se muerde los labios, haciendo que sonría, para después depositar un beso en su mejilla. Aún sigue mareándome su perfume, pero lo intento soportar. En el mismo instante en que me alejo de ella, me detengo a mirarla para notar lo sonrojada que está.
Sin embargo, nuestro momento se ve interrumpido por el sonido de una voz masculina. Alice rápidamente abre los ojos como platos, no sin antes ignorarme e ir directo a la persona que nos ha interrumpido. Al percatarme de quién se trata, entiendo por qué la sorpresa de ella.
—Papá, llegaste temprano.
—No quería interrumpir, mi niña.
—No digas tonterías. No interrumpes nada.
El papá de Alice le hace una señal hacia mi persona e inmediatamente ella lo capta. ¿Qué, ahora se comunican telepáticamente?
—Él es Mateo, un compañero de clase.
El señor, amablemente, me tiende su mano, y sin ningún problema la recibo. No lo niego, pensé que esto sería mucho más incómodo, pero mentiría si dijera que el hombre con terno azul noche me ha visto mal, pues no es así.
Desde que llegó, me ha tratado muy bien. Al menos sé que mi apuesta no se verá interrumpida por un padre celoso o posesivo. Después de una corta charla con el señor Iván, el padre de Alice, me despido.
Saliendo de camino a mi auto, marco el número de Cristóbal, con la esperanza de que por una vez en su vida me conteste. Milagrosamente lo hace en el tercer intento.
—¿Te arrepentiste, Mati?
Ruedo los ojos por la manera tan estúpida de llamarme.
—Te llamo para decirte que esto sigue en pie, más firme que nunca.
—¿Se puede saber por qué?
—Digamos que ha nacido una curiosidad en mí por ella.
Cristóbal ríe a través de la línea.
—Cuidado con que te enamores.
—No tengo planeado hacerlo, tranquilo.
Cuelgo, no sin antes mirar la casa de Alice. Sonrío por lo bajo mientras me adentro en mi coche, rumbo a ver a una de mis personas favoritas.
*
Espero les haya gustado el cap.
Bueno, deseo que la historia les guste. Muchas gracias por estar aquí.
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LA APUESTA
Teen FictionMateo lo quiere todo hasta a ella. O al menos, eso él quiere que ella crea. Alice no lo quiere todo, pero sí a él. Sin darse cuenta le entrega todo a la persona incorrecta, dándole permiso a destruirla cuando menos lo espera. La cuestión es que, e...