Nuestro refugio (única parte)

3 1 0
                                    

Ésta podría haber sido nuestra historia de amor, pero supongo que no todo tiene un final feliz.

Aún recuerdo la primera vez que te vi.

Era una tarde de verano, de las más calurosas del año. Me había vestido con una camisa veraniega con algunos botones desabrochados y un pantalón corto tejano.

Entré por las puertas del acuario de la ciudad y el recepcionista me saludó con un alegre:

—¡Buenos días, Louis!

—¡Buenos días, señor Baker!—contesté saludando con la mano.

Ir al acuario era una de mis pasiones, iba cada sábado. Aunque no sabía mucho sobre los animales, me gustaba observarlos.

Estaba pasando por el túnel, perdido observando cómo pasaban por encima de mí distintas especies de la fauna marina, cuando escuché una voz.

Era grave y profunda y me llamó la atención. A medida que avanzaba se sentía mejor. Llegué al final del túnel, tumbé a la izquierda y te vi, hablando con un grupo de niños. Les estabas contando cosas sobre los que tenían delante, las peceras de medusas.

Hablabas y hablabas sin cesar, todo lo contrario a mí. Me di cuenta de que eras un empleado al ver la ropa que llevabas. Eres muy joven para trabajar allí así que deduje que debías estar haciendo prácticas.

Tenías el pelo color chocolate ondulado y ojos verde esmeralda. Las facciones de la cara eran lisas y delicadas.

Me acerqué y con todo el coraje del mundo pregunté si podía unirme al grupo, me regalaste una sonrisa y me di cuenta de los hoyuelos que se te formaban en las mejillas.

Desde ese día fui más seguido al acuario. Hablábamos por horas hasta que tenía que irme porque cerraban.

Fuimos formando una amistad hasta que dudé de lo que sentía realmente. Nunca me había pasado, nunca había oído nada como esto por un chico. Un chico.

Al principio estaba confundido, pensé que estaba malinterpretando las cosas, que no estaba descifrando viene mis sentimientos. Pero esto no era verdad y lo entendí el día que fuimos al muelle.

Habíamos quedado fuera del acuario, ya hacía más de tres meses que nos conocíamos y pasábamos la mayor parte del tiempo juntos.

Llevábamos toda la tarde paseando por un bosque prácticamente vacío, sólo algunas parejas o familias que ya volvían a casa. Me dijiste que querías enseñarme un sitio y te seguí.

Realmente estaba nervioso, siempre que estaba a tu lado sentía como que mi corazón se aseleraba, todo alrededor desaparecía y se creaba como una burbuja donde sólo estábamos tú y yo. Pero siempre se rompía cuando teníamos que volver a la realidad.

Cuando llegamos ya estaba oscuro. La luna era la única que iluminaba el espacio, reflejado el cielo en un extenso lago. Un muelle se adentraba en éste.

Me cogiste por la muñeca y estiraste para que te siguiera. Sacaste los zapatos y te imité.

Sentados al final del muelle con los pies en el agua observábamos las estrellas que también se reflejaban en el lago.

—Vengo aquí cuando quiero estar solo.—confesaste.—Cuando necesito olvidarme de la realidad.

Al girar la cabeza aprecié tu perfil. El reflejo de la luna te daba palidez a tu piel, todo lo contrario a tus ojos verdes que se veían más oscuros.

—Últimamente,—continuaste mientras mirabas adelante.—No vengo mucho. Cuando...— interrumpiste con un suspiro.—Esto te sonará muy cursi pero... Cuando estoy contigo, siento lo mismo que cuando estoy aquí.— algo dentro de mí se movió.—Todo desaparece, las preocupaciones de la Universidad, la presión de mis padres,... Todo. Soy feliz. Te hablo de todo y tú me escuchas por horas y puedo ser yo. Puedo ser libre.—Empezaste a hablar cada vez más rápido y sabía que estabas nervioso.—Además noto estas cosas en el estómago. ¿Cómo le decían? Mariposas, sí. Además me encanta hacerte reír por qué aparecen unas arruguitas en tus ojos que te hacen ver adorable y...—giró la cabeza y nuestros ojos se encontraron.—Mierda, como no me hagas callar meteré la pata.

No sé de dónde saqué el valor pero puse suavemente una mano en tu mejilla y te atraje hacia mí. Nuestros labios se juntaron en un suave y cálido beso que jamás olvidaré.

Poco después empezamos a salir, no públicamente pero sí para nosotros. De todas formas lo importante era estar juntos. Tuvimos alto y bajos, momentos en los que dudamos.

A veces, cuando estábamos cada uno por su cuenta, nos poníamos a pensar. Pensábamos demasiado. No hay peor enemigo que tu mente. Creíamos que era una fase, que estamos experimentando, que no teníamos futuro.

Sin embargo, todas estas ideas se esfumaban al compartir momentos juntos. Al vernos envueltos en la paz de tenerlos uno al otro.

Nos estábamos enamorando y me daba miedo pero también se sentía muy bien.

—De verdad no quiero dejar de sentir esto.— susurré un día que mirábamos las estrellas y te habías quedado dormido con la cabeza sobre mi hombro en la terraza de nuestro piso.

Sí. Nuestro piso, porque sólo cuando llevábamos cinco meses saliendo nos mudamos juntos.

El piso era pequeño pero era suficiente, en poco tiempo le habíamos convertido en nuestro hogar.

El lugar donde nos sentíamos seguros, donde podíamos abrazarnos y dar besos sin que nadie comentara o nos mirara con mala cara.

Pero todo no podía ser tan perfecto.

Recuerdo esa noche como si fuera ayer, estambamos tumbados en el sofá, tú boca abajo sobre mi pecho medio dormido y yo acariciando tus rizos mientras mirábamos una película.

De repente unas fuertes picadas en la puerta hicieron que ambos saltases del susto.

Era tu padre, interrumpió y de repente todo iba a camara lenta.

Escuchaban gritos y palabras sueltas. "Sinvergüenza", "Amantes", "Asco"...

Se veía que se había enterado de que habías roto con tu novia de toda la vida, con la que tenía planes de futuro y estabilidad.

Te obligó a que le acompañeses a "arreglar tu futuro para formar una familia normal", cito sus palabras.

¿A caso nosotros no lo éramos de normales?

Estabas a punto de llorar, tu labio inferior temblaba y me di cuenta de que esto no acabaría bien.

Tu padre se marchó y dijo que si no le seguías tendría consecuencias.

Subiste a recoger algunas cosas y cuando volviste, con los ojos brillantes te acercaste a mí y pusiste una mano en mi mejilla.

—Lo siento, —me diste un corto beso.—Todo estará bien.

No volví a verte ni hablé contigo desde entonces.

Cada día miraba la puerta con la esperanza de que aparecieras. Cada día me levantaba y te buscaba en la cama.

Te imaginaba en la cocina donde cada mañana mientras nos tomamos un café bailabamos con la radio. Te imaginaba en la azotea donde miramos las estrellas todas las noches.

Sabía que no volverías, aunque me sentaba en el sofá y me quedaba mirando la puerta.

Nunca había podido abandonar nuestra casa, no quería perder el recuerdo. Esta era nuestra casa y tenía toda una historia detrás. Cada momento.

Meses después todavía perseguía tu fantasma.

Por la mañana de un sábado de invierno me levanté y me preparé un café. Me senté en el sofá mientras miraba las noticias cuando el timbre de la puerta sonó.

No esperaba a nadie pero, con un rápido movimiento me levanté a abrir.

Un sentimiento que daba por muerto se apoderó de mi estómago al abrir la puerta.

Nunca hubiera podido imaginar lo que esperaba detrás de la puerta. Pero, puede ser que todos tengamos un refugio, al cuál, no podemos abandonar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 08, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Nuestro refugio (ls)-One shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora