Abrí los ojos al sentir unas manos alrededor de mis brazos zarandeándome con fuerza, una voz me llegó tan lejana, abrí los ojos con pereza y pestañeé lentamente mientras era sacudida de arriba a abajo
—…ana! ¡Diana! ¡No me jodas, Diana! ¡Despierta!
Era la voz de Emma, pero sonaba.. ¿Preocupada? Como si estuviese pidiéndome algo de vida o muerte.
Bostecé sin poder evitarlo, normalmente me taparía la boca o algo así… pero en esta ocasión me sentía con tanto sueño que incluso era complicado pensar en que responderle.
— ¿Em..ma? ¿Qué te pasa…? —
Obviamente algo tenía que pasar, ese tono no era común en ella.. Me senté como pude y ella me abrazó desde los hombros, la escuché disculparse varias veces y para cuando la nebulosa en mi cabeza se dispersó lo suficiente pude ver a una tercera persona de pie en la habitación.
Al inicio pensé que podría ser el hermano de Diana, pero luego con mucho esfuerzo caí en cuenta de la situación.. Él estaba en Nueva York, y según recordaba nosotras estábamos prácticamente solas, mi primer instinto fue rodearla con mis brazos para retroceder aunque ella se quejó por ello durante todos mis movimientos.
— Cálmate, auch, me vas a sacar la cabeza, ¡me puedes dejar preocuparme por ti sin matarme en el proceso! ¡Mi espalda, coño!
La voz de Emma pasó de sonar preocupada a oírse algo frustrada y adolorida, en retrospectiva es que no siempre teníamos momentos emotivos que compartir porque ella era un tempano de hielo y yo, bueno… jamás fui una jovencita muy delicada.
Cuando por fin logró soltarse de mis brazos me observó con mala cara por cinco segundos, pero yo no podía dejar de mirar al desconocido de pie en una esquina, tomé la lámpara de lectura de Diana por el mango y lo amenacé con ella
— Emma, ¡retrocede!
Desde mi espalda y todavía quejándose por bajo del tirón que le di para dejarla ahí, mi mejor amiga me quitó la lámpara de las manos y la dejó en su sitio como si estuviese lidiando con una niña pequeña mientras que la figura del hombre que acababa de amenazar ni siquiera se inmutó ante mis acciones.
— Por qué no puedes ser como otras convalecientes, ¿ah? Debiste haberte quedado acostada mientras yo lloraba de felicidad porque todavía tuvieses una gota de sangre en el cuerpo...
La observé ahora caminar de un punto a otro de la habitación, solía hacer eso cuando algo la estresaba bastante.. como imaginarán era su estado natural conmigo.
— ¡Pero no! ¡Tenías que reaccionar como una cavernícola y agarrar la lámpara!
Pestañeé incrédula ante la situación, ¿Cómo que reaccionar como una cavernícola? ¿Es que mi forma de reaccionar no fue correcta? ¿Y era yo la única que veía al extraño?! ¿Qué era eso de que todavía tuviese sangre en el cuerpo..?
Volví a pestañear dos veces sin saber que preguntar primero, todo se amontonaba en mi cabeza.. Incluso el sueño que había tenido hace nada había vuelto, debía anotarlo..
Pero primero..— ¿Qué está pasando aquí? ¿Y quién es él?
Fruncí un poco el ceño asumiendo que lo conocía, porque era la única explicación de un hombre parado en mitad de la habitación; señalé al muchacho que estaba de pie en una esquina del cuarto nuevamente al no recibir respuesta alguna de Emma, él era un chico moreno de aproximadamente dieciocho años o puede que más, cabello oscuro y estaba vestido de forma un tanto...
excéntrica.
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Diana y la frontera del más allá
FantasyLuego de vivir diecisiete años de mi vida creyendo que mi mundo era un lugar normal y acogedor, mi mejor amiga Emma decide contarme que estuvo cuidándome durante todo ese tiempo del horror que me deparaba al finalmente cumplir los dieciocho