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Yo también puedo ver el futuro. —Bruno no sabe por qué, pero de repente está recordando el pasado luego de rodar fuera de casita, la cual cayó en pedazos luego de que la magia en la vela se apagara. —¿Quieres saber qué veo? —ese pequeño momento de su infancia. —Que seremos amigos por siempre. —¿Por qué ese en específico? Bueno, es que la persona que una vez había dicho esas palabras, estaba allí entre la multitud que se acercó a ver qué había pasado. Los años pasaron, pero podía reconocerlo aún así. Fue una de las pocas personas que no le tuvo miedo, que se acercó. Que fue amable.

...

Hace algunos años, cuando un pequeño Bruno de ocho años se encontraba solitario en la orilla del río viendo su reflejo en el agua mientras se preguntaba por qué todos le odiaban, una pelota rodó hasta él.

Observando el balón, alzó la mirada en busca del dueño, el cual tropezó fuera de la maleza hasta caer de rodillas. Bruno se sorprendió, sosteniendo la pelota con fuerza en sus manos.

—E... ¿Estás bien? —se atrevió a preguntar dando un paso hasta el niño, quien sentándose en el piso, miró sus manos y rodillas raspadas antes de comenzar a llorar, asustando al joven Madrigal. ¡No sabía qué hacer! Por lo que por un segundo se quedó allí de pie viendo al niño llorar, hasta que pensó en algo que podría funcionar.

Bruno se acercó a la orilla del río, humedeciendo la punta de su ruana con el agua fría. Acercándose tímidamente al niño llorón, se sienta frente a él y toma sus manos con delicadeza. No dice nada, simplemente se concentra en limpiar los raspones. Luego sigue con las rodillas del niño, quien había dejado de llorar para verle atentamente.

—Listo. —Bruno Madrigal dice nerviosamente. —Mejor ¿Cierto? —intenta sonreír al niño, quien le ve tan fijamente que le da un poco de vergüenza.

—Mejor. —el pequeño de cabello castaño y ojos azules asiente suavemente, volviendo a ver sus manos, hace una mueca como si quisiera llorar nuevamente; la herida estaba limpia, pero seguía allí y le dolía.

Notando eso, adelantándose a las lágrimas, Bruno dice rápidamente: —Mi hermana puede curarte... Si quieres.

[...]

—Listo. —Julieta sonrió luego de darle una galleta al niño que su hermano había llevado hasta casa, un poco emocionada cuando les vió, pensando que su hermanito había conseguido un amigo.

—Es asombroso. —el niño, de nombre Guillermo, no paraba de maravillarse desde que había entrado a la casa Madrigal. Las puertas incluso se habían abierto solas. No sabía que el niño con el que se había encontrado en el río era uno de los niños mágicos del pueblo, hasta que se fueron acercando a la casa. —¡Gracias! —había escuchado de ellos, todo el puedo hablaba de cuan maravillosos eran, pero nunca les vió o se acercó hasta ese momento.

Julieta se despidió luego de haber ayudado a su hermano y amigo, dándole tiempo a solas.

—Eres un Madrigal. —Guillermo suelta maravillado. —Bruno. —era el único niño de la familia. —¡Tu puedes ver el futuro! —salta de la silla para acercarse al niño mágico, emocionado por conocer finalmente a uno de los integrantes de la familia ¡Incluso le había llevado en su espalda todo el camino! Le parecía increíble lo que podían hacer los hermanos Madrigal, sin excepción. Llegó a escuchar a varias personas hablar mal de Bruno y su don, diciendo que sólo ocasionaba cosas malas, pero creía que era un pensamiento injusto.

"Hablemos de Amor" | Bruno Madrigal. [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora