Capítulo 1 - Acosador.

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El individuo buscaba impaciente su próxima víctima entre los perfiles que tenia seleccionados con máximo cuidado. Habían pasado unas semanas desde su última cita, y lo carcomía la ansiedad y la zozobra. Necesitaba ser testigo de la desesperación y la agonía de su elegida, mientras era consciente de que se le estaba escapando el último hilo de vida. Lo enojaba que ellas no entendieran la belleza de su acto: soberbio, majestuoso y refinado, con su muerte, las elevaba hasta un altar divino, observando su último aliento, él renacía. En su perturbada mente deseaba alcanzar la culminación para que sus ojos recuperaran la vida que se le estaba escapando.

Siempre había destacado por su extraordinaria belleza—. Para ser un niño es demasiado guapo, es casi un ángel —escuchaba incesantemente las chirriantes voces de las viejas caducas y envidiosas,
que lo rodeaban en la plaza del apestoso pueblo en el cual creció. Su familia se había instalado en aquel lugar árido, repleto de calles solitarias y oscuras, huyendo de un pasado escabroso que necesitaba ocultar.
Todavía podía recordar con desagrado aquellos besos pegajosos, y los apretones innecesarios, y hasta lascivos que únicamente generaban en él unos deseos incontrolables de arrancar sus sucias tripas y arrojarlas a las turbias aguas del lago.

Odiaba que lo sobasen sin motivo, solamente por el hecho de que les impactará su aspecto. El sujeto pensaba que comparado con sus horripilantes y feas criaturas, cualquiera podía ser un adonis. Sin embargo, la realidad era que él superaba los cánones de la belleza, era un dios, un verdadero dios del Olimpo. Apolo lo había bendecido y nadie en este mundo, ni en ningún otro, lograría reducir ni un ápice su extraordinaria perfección.

Todavía no conseguía comprender por qué el destino se había empecinado en echarle un pulso.
¿Cómo se atrevió a pretender cegarlo para que no pudiera volver a disfrutar de la vista de sus arrebatadores ojos? Era una injusticia y no lo permitiría.

Esbozó una sonrisa siniestra, sintiéndose orgulloso al imaginar la cara de estupor que se le habría quedado al Dr. Torres cuando descubrió su amable regalo. Esperaba que le gustará, porque se había tomado muchas molestias para que todo estuviera a su gusto. Podía saborear el miedo y la sensación de estar siendo vigilado, que seguramente provocó el contenido del paquete en su aburrida y refinada esposa. Siempre estudiaba a todas sus víctimas con tiempo y detenimiento, no dejaba ni un solo detalle al azar. Un solo error significaría poner en peligro su plan y no poder acabar su ópera prima, y era necesario que cumpliera su objetivo.

Olfateó como un perro sabueso en busca de su nueva víctima. La página en la cual se había internado escondía muchos secretos y tras su inocente interfaz se encontraba un paraíso para adúlteros. Una atajo escondido en el internet profundo que alguien con muchos conocimientos informáticos, y pocos escrúpulos había creado, prácticamente imposible de rastrear. Había sido instalada para el pecado, y para satisfacer los instintos más bajos y siniestros de muchos personajes famosos e ilustres que se llenaban la boca de palabras como nobleza y respetabilidad.

No iba a inmiscuirse en sus miserables vidas, porque no le interesaba, únicamente necesitaba elegir a su próxima conquista, el cazador está deseando degustar la carne del tierno cordero.

Era sangriento, voraz y como tal se comportaba, estudiando, vigilando, y finalmente cercando a su presa, ninguna tenía ni la más mínima posibilidad de escapar de sus garras.
Cuando ya la cazaba, hincaba con precisión sus colmillos en ellas, aunque en realidad era más correcto decir instrumentos. Les evitaba muchos disgustos, cerrándoles los ojos a la inmundicia de un mundo putrefacto.

El rubio echó un nuevo vistazo a los perfiles de los especímenes femeninos. En su primer intento descubrió uno que llamó su atención, sin embargo, el nombre elegido únicamente le produjo rechazó; Gatita mimosa era demasiado elocuente, exponía sus intenciones con claridad y eso le molestaba. A él le interesaba elegir el menú, no era partidario de que le colocaran la ternera en el plato sin darle la oportunidad de decidir cómo deseaba su preparación.

Subió con ansiedad la pantalla de su ordenador, pasó varios perfiles por alto, porque ninguno llamó su atención hasta que llegó al antepenúltimo.

El nick elegido era lo bastante interésante para que reparase en él. Escudriñó la imagen que lo acompañaba, la foto era bastante nítida y parecía bastante real, en ella destacaba una mujer con un largo cabello y unos ojos azules asombrosos.

La peonia era una flor con una clara denotación sexual, cuya abertura era un espectáculo digno de ser admirado. En el interior del bosque, las peonías, dejaban caer sus pétalos para mostrar sus frutos 'testiculares' y en su interior, la forma de las semillas dibujaban un genital femenino, le gustaba esa elección. Esperaba que la mujer que se escondía detrás de la hermosa flor fuera consciente de su significado, odiaba pensar que la había elegido al azar en una decisión vana y futil que denotaría su ignoráncia.
Despreciaba a los seres vacíos e inutiles, con una cultura inexistente.

Repasó de nuevo la fisonomía de la imagen, escudriñando cada detalle. Focalizó sus ojos en las pupilas femeninas, intentando averiguar qué se ajustarán a la realidad. Esperaba que no se tratara de un ser mediocre que necesitaba hinchar su ego, exponiendo fotos manipuladas por alguna aplicación absurda. Ese detalle lo ponía de mal humor, sacando a flote sus instintos más sangrientos, el engaño generaba su violencia y recrudecía sus torturas.
Suspiró con una expresión de victoria pintada en su rostro, la pieza había sido elegida, comenzaba la cacería.

El individuo sintió un ligero cosquilleo en sus dedos, debido a la anticipación de lo que disfrutaría, mientras abría el mensaje privado que lo conduciría a la gloria...

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Las estrellas alimentan mi imaginación, 1000 ⭐ y público el siguiente capitulo.😘

Rendido Al PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora