II

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Al día siguiente Aurora le mostró el que de ahora en adelante sería su búnker. Era un cuarto oculto tras diversos materiales de construcción detrás de su casa. Su hermana mayor ideó una forma estratégica para que Rufina pudiera entrar en aquel frío y oscuro lugar sin hacer ningún ruido: al salir de su casa, el motor de los autos en el mecánico a un par de pasos de allí sonaría, como cada media hora todos los días. Entonces ella debería correr hacia el cuarto, pasando por entre medio de todos los materiales aprovechando que el ruido exterior disfrazaría sus pisadas. Una vez dentro, Rufina debería quedarse callada hasta que escuchase la secuencia de golpes que Aurora había indicado que ella misma tocaría, de esa forma la niña sabría que sería su hermana la que golpeaba y no un extraño.


En su imaginación, Rufina no estaba cautiva en aquella sucia habitación donde la había encerrado su padre días atrás, sino que seguía escondida en aquel solitario bunker. El mismo día donde apenas escuchó un pequeño ruido, se acercó a la puerta. Curiosamente, abrirla fue el único error que cometió esa noche. Y pensar que se había escondido tantas veces, estando tan asustada, y aún así siempre había realizado meticulosamente todos los pasos para llegar a aquel cuartito, pero esa vez estuvo tan aterrada... El miedo había cegado sus sentidos, la pobre no tenía idea alguna sobre cómo calmar los latidos de su corazón. Se obligaba a sí misma a cubrir su boca para tratar de esconder su ruidosa respiración, pero al mismo tiempo quería jadear tratando de liberar en aquella exhalación algo de todo ese terror que su pequeño y delgaducho cuerpo no alcanzaba a contener.


Rufina cerró con fuerza sus ojos. Claro que eso no evitó las gruesas lágrimas que se escaparon por las esquinas de sus párpados, no obstante ayudó bastante a huir lejos de aquel recuerdo. Se concentró en recordar la calidez en un abrazo de Aurora, su aroma y hasta su melódica voz cantando canciones demasiado antiguas para su generación. De repente abrió sus ojos y se descubrió en una posición muy incómoda, se había quedado dormida y el último rayo de sol se despedía de ella junto a los últimos segundos de paz antes de que el miedo regrese. Con dos días ya había memorizado su nueva rutina: dormir de día, despertarse a la tarde... y prepararse para la noche.


Uno pensaría que, al estar atada de manos y pies a una silla en el centro de una repugnante habitación, no habría mucho que hacer. Pero para Rufina había que hacer mucho y más. El que esté inmóbil hacía que tranquilizarse sea mucho más difícil, por lo que el trabajo se duplicaba.Asustada, Rufina repetía las siguientes palabras: "Estuvimos bien. Estamos bien. Estaremos genial", como si le estuviese hablando a otra persona, quizás si se lo repetía varias veces comenzaría a creérselo. De repente escuchó una puerta cerrarse junto a pasos en el piso de arriba, rápidamente ideó una situación cotidiana cualquiera, esta vez se trataba de ella dando saltitos por la vereda de su casa, aquellas personas que usualmente dormían en bancos de parques ーo cualquier lugar que encontrasenーesperaban impacientes su turno para servirse un poco de aquel delicioso puchero que Doña Martita preparaba para todo el barrio. Rufina se acercó felizmente al ver a su fiel amigo, Roco, con el cual había entablado un precioso vínculo. Dios ¡lo feliz que la hacía hacer algo tan simple como lo era hablar con sus vecinos! Ojalá el refugio de su mente fuese eterno, de esa forma Rufina hubiera tenido el tiempo suficiente para poder tranquilizarse y estar lista para lo que se venía, pues no era sencillo lo que estaba por enfrentar.


Entonces la puerta fue abierta, el rechinido emitido recorrió en forma de insectos la espalda de Rufina, éstos subieron por su nuca y rápidamente ingresaron a su boca al tiempo que correteaban por todo su aniñado rostro, pasaron por su garganta y al llegar a su hígado comenzaron a disolverse entrando en contacto con la bilis, cada insecto produciéndole una sensación distinta, pero todas se basaban en lo mismo: odio.

Rufina - COMPLETA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora