Capítulo 6:
DifuntosDanna
Tuve un sueño. Uno que me hizo llorar al despertar. Soñé con Elena y Ema, estábamos en su casa, como tantas veces antes de que partieran de este mundo. Todo se veía tan real, se sentía real, mas no lo suficiente. Desperté en la habitación de Nick con una sensación asfixiante en el pecho que apenas y e dejaba respirar. Ellas se despidieron de mí, como si su existencia estuviera por extinguirse. No puedo dejar de pensar en eso, antes la muerte no algo que me preocupara tanto, es parte de la vida y ya, pero ahora ese dejar de existir me tiene la cabeza hecha un lío.
La visita de Danny saturó mi mente, nada de descanso plácido, no. Fue perturbador, ellas dijeron adiós y le dieron la bienvenida a Esther. La vi, en el sueño se veía tan joven como cuando murió, lo único fuera de lugar eran sus ojos, profundos y maliciosos. Sé que solo fue un sueño, pero nada lejos de la realidad. Ni en mi peores pesadillas había tenido que enfrentar a un devorador de almas, que tiene en su menú a toda mi familia.
Abro la regadera y dejo que el agua me empape de la cabeza a los pies con todo y ropa. La franela de Nick se pega por completo a mi cuerpo. Cierro los ojos y pienso en él. En sus besos, sus caricias… En como me mira a través de esos intensos ojos azules. Recordar que se encuentra en el hospital rompe mi efímera burbuja. Intento no pensar en nada. Misión imposible. Mi cerebro se niega a dar siquiera un segundo de paz. Recreo la conversación de mi gemela. En ocasiones el conocimiento hace daño, más aun cuando no se entiende por completo. Danny debió haberse guardado la revelación de Esther, pareciera que lo hiciera a propósito, con la única finalidad de fastidiarme la existencia de una u otro manera.
Lo único bueno que me ha deparado la mañana, además de seguir respirando, es posible que pueda ver a Nick hoy. Si se encuentra bien le darán de alta, y será uno menos en una sala de hospital. Ruego porque así sea. Los hospitales y yo no vamos de la mano, a menos que sea estrictamente necesario.
—Danna, ¿estas despierta? —apenas y escucho la voz de mi suegra.
Cierro la regadera. Mojarme con todo y ropa no fue una buena idea. Ruedo la cortina, la puerta del baño está abierta.
—Sí. En un momento salgo —prácticamente grito.
—No te demores. Tenemos mucho por hacer.
A diferencia de mí, Estela parece haber tomado fuerza de la visita de mi gemela. La escucho más animada, con más fuerza.
Me quito la ropa y lo tiro sobre el inodoro. Me aseo con prontitud. Me toma un poco más de tiempo lavar mi cabello, meter la cabeza debajo de la regadera tampoco fue una brillantes de mi parte, aunque funciono para aclarar mis ideas. Alcanzo la toalla, me envuelvo en ella. Mi cabello gotea contra mi espalda. Necesito de otra toalla. Un pie fuera y lo primero que encuentran mis ojos es a una mujer sentada en el inodoro sobre mi ropa… No, más bien a través de mi ropa mojada. Es una muerta, me lo voy a tomar con calma. Sin escándalos innecesarios. Una vez que estoy segura de que no gritare como una loca, estudio a mi invitada. Ella es una mujer mayor, vestida con una bata de dormir que llega hasta sus delgadas pantorrillas. Descalza, por su pierna izquierda se desliza un curveado sendero de sangre que no llega a manchar los azulejos. Al en ella se me hace familiar. Doy otro paso y ella se gira desvelando su identidad. Intento gritar pero no hayo mi voz, en cambio las lágrimas llega sin problemas.
—Cuídate mucho, mija.
—¡¿Qué?! No… entiend…
—Te cuidado. Ella es un ser malvado.
Cirro los ojos un segundo, deseando que no sea real. Al abrirlos ella se ha ido. No puede ser que este muerta, la sangre… La hirieron, alguien causo su muerte. Corro hasta la habitación, resbalo, la rodilla golpea el suelo y el dolor se extiende por toda mi pierna. Solo fue una rodilla. Un baño con el piso salpicado en agua es un peligro, no pensé cuando tire la ropa empapada sobre el inodoro. Me sostengo de la manija de la puerta y estiró y recojo mi pierna golpeada, a demás del dolor no hay nada para lo que preocuparse, o bueno sí, tendré un moretón por días. Regreso a mi frentica carrera para salir. Con manos temblorosas consigo hacerme con mi ropa interior desparramando todo el contenido de mi bolso sobre la cama. Me pongo el mismo pantalón que tenía ayer y registro las gavetas de Nick en busca de alguna camisa que pueda usar de él. No vine preparada para quedarme fuera de casa. En mi bolso solo llevo lo necesario para una emergencia, lo que reduce a una muda de rompa interior, cepillo de diente… Encuentro una franela, me queda enorme. No importa. Meto todas mis cosas dentro del bolso, de nuevo. Encuentro mis zapatos y salgo de la habitación descalza y con una tensión soportable en la rodilla derecha. El cabello golpea mi espalda empapando la franela. Los encuentro en la cocina.
—Aquí está tu desayu… Te dije que te apuraras, pero no era para tanto —dice Estela al verme.
Debo parecer desesperada.
—Está muerta —me escucho decir en un hilo de voz. Sostengo con fuerza mis zapatos y mi bolso.
Estela casi deja caer el plato contra la mesa.
—¿Muerto? ¿Quién? —pregunta aterrada.
—No es quien piensas —mi voz sale atropellada—. La señora que me ayuda…
—¿…en la floristería? —termina de decir Thomas.
Asiento.
—Alguien la lastimo. Había sangre. Ella está mue… O, su alma o espíritu, lo que sea está desandando.
Pensar en eso me hace sentir mejor, como si ella pudiera tener una oportunidad.
—Lo dudo, Danna —dice Estela apenas recuperando la respiración.
—¿Qué este muerta?
—No. Qué este desandando.
Ahí murieron mis esperanzas.
—Llamaré a Alfredo. —dice apresurado Thomas. Se tantea los bolsillos de su pantalón—. ¿Tienes su dirección?
—Si… Ah… —No termino de coordinar mis ideas, solo puedo pensar en la sangre y quién podría ser capaz de lastimarla. Ella siempre fue una señora muy amable, solidaria… Thomas sale hasta la sala sin esperar una respuesta.
—Ven, siéntate —Estela me quita lo que llevo en las manos y me arrastra hasta una de las sillas—. ¿Cómo lo sabes?
Revivo por un segundo la imagen de la señora Blanca. El peso de la realidad oprime mi garganta, me obligo a emitir palabra.
— La vi al salir de la ducha.
—Eso es un poco espeluznante —exclama Estela manifestando un asombro ilógico al ser quien es. Yo hubiera dicho lo mismo, mucho antes de que mi vida cambiara a ciento ochenta grados. —Sabes qué, vayamos a ver a qué fue lo que ocurrió. Ponte los zapatos que sigues descalza.
Hago lo que me dice. Ella se mueve por la cocina apresurada y guarda mi desayuno en un envase. Luego agarra mi bolso y lo mete dentro. Thomas regresa y Estela le lanza las llaves del auto.
—Andando —dice.
—Alfredo va de camino hacia la casa de la señora —comunica Thomas.
—También iremos —digo y termino de amarrar las trenzas de los zapatos.
—¿Están seguras? No deberíamos esperar noticias…
—Iremos —respondemos Estela y yo al mismo tiempo.
Quizás perdamos el tiempo a llegar allá, no importa, no ir parece como si la abandonara y la señora Blanca siempre ha estado cuando la he necesitado. Desde que murió mi tía, nunca me abandono. Quiero respuesta, entender lo que le haya ocurrido.
—Bien. Como quieran.
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Alma liberada. Más allá de la muerte 3
HorrorPortada diseñada por @Emilytucker Gracias linda, por realizar las portadas de la trilogía Más allá de la muerte. Se dice que árbol que nace torcido nunca se endereza, pero en los últimos meses me he dado dé cuenta de que pueden existir sus excepcio...