Había pasado mucho tiempo desde la última vez que ví a Helen, y aunque no lo dudaba, seguía teniendo esperanzas de poder volver a verla, ya vivíamos de nuevo en la misma ciudad, ella se había mudado recientemente.. no sería mucho pues ya llevaba un mes y medio en Seattle.
Me dolía la maldita cabeza de tanto pensarla, de pensar las mil maneras en que podría acercarme sin dañarla, sin afectar a la contusión cerebral que tenía. Aunque me costaba aceptarlo, era un cobarde y en estos momentos tenía miedo, miedo de perderla de nuevo.
Me paré de la cama y prendí la lámpara, fuí al baño, me lave la cara y mojé el cabello, me miré al espejo y recordé todos los mensajes, todos nuestros mensajes. Imaginarla tan frágil, me daba tanta rabia, pensar en como ella se habría sentido, utilizada, humillada, avergonzada, rota y sola.. me odiaba por eso, me odiaba por haber dejado que pasara todo eso. Odiaba a todos, por la maldita culpa de todos yo la había perdido y ahora ella no me recordaba. La había estado siguiendo a ciertas partes, con intenciones de acercarme y hablar con ella, pero cada que lo intentaba, me retractaba y solo me iba, ella había adelgazado mucho, y también había cambiado muchos aspectos de ella misma.
Pero la que más la había dañado, fue Anne, ella se hizo pasar por mí, cuando yo estaba inconsciente y la ilusionó tanto que cuando le mintieron diciendo que yo morí, ella lloró tanto, que se desmayó por eso. Anne la odiaba, la detestaba.. nuca la quiso, y nadie sabe el porqué, simplemente se hizo pasar por una buena amiga, ofreciéndole puro palabrerío a la dulce Helen. ¿Que yo coqueteaba con ella? Ella no era capaz ni siquiera de mirar a un chico fijamente; sus únicas intenciones siempre fueron hacerla sentir mal, y hacerla sentir menos.. ella le tenía celos, siempre.. me dí cuenta por como hablaba de ella, y mi hermana también opinaba lo mismo de ella, Antonella se había equivocado, pero era mi hermana y la perdonaba, solo que ahora ella ya no era mi prioridad, aunque le duela y me duela, ella me había traicionado.
Son las cinco con cuarenta y cinco de la madrugada y no conseguí dormir ni milisegundos, esto de la ansiedad me frustraba, ahora estaba viviendo con mamá y Antonella, estaba enojado con papá y Matthew, él, mi mejor amigo había tenido el descaro de mentirle a ella sobre mí, coqueteaba con ella cuando yo estaba inconsciente.
Escuché tres toques seguidos en la puerta y salí del baño con el torso desnudo, abrí la puerta y ví a Marian con mi sudadera.
—¿Qué?— la miré agachado.
—Pensé que te encontrabas mal, oí el grifo y vine, yo pensé que probablemente estabas vomitando o algo parecido— se excusó.
Ella la persona a la cual quería como a mí hermana, y pensaba que era adorable e inocente, mi mejor amiga, en quién yo confiaba ciegamente, por su amor no correspondido de mi parte, había convencido a mis padres de todo el plan para Helen, para mí pequeño ángel.
—Pensaste mal, y oye.. sácate mi sudadera, tú no tienes si quiera derecho de entrar a mi habitación y tomar algo mío, quítatela— la miré serio.
Se asustó, y ví como las facciones de su rostro se endurecían, dandome a entender que estaba enojada. Ella se sacó la sudadera y me la dió.
— Adiós— dije y cerré la puerta en su cara.
Tomé la sudadera y la eché al tacho de basura, no quería que ella usara algo mío, y más que alguien viera eso. Ya que Anne se había hecho amiga cercana de Marian, y cuando estaba inconsciente, Anne solía contarle a Helen como Marian usaba mis sudaderas y como supuestamente dormía conmigo.
Volví a recostarme y puse música. Todo me recordaba a ella, no podía dormir por pensar en ella, en cómo se frustraría al no tener respuestas y que todo lo que le dijeran afirmaran que yo no existía. Pues cuando su padre se enteró inició una investigación fiscal, para dar conmigo, para encontrarme, y lo hizo, pero yo aún seguía internado en el hospital, y gracias al plan de Marian, movió sus cartas y convenció a mis padres de llevar a cabo su jugada, de que seria mejor decirle a Helen, que yo no existía, para que ella no sufra más.
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Experimento 159 (El Regreso)
Romansa-¿Helen?-toqué su hombro ya que ella estaba de espaldas. -Hola, ¿te conozco?- me miró y sonrió amable, mientras fruncía el ceño. Me quedé sin aliento y solo la miré fijamente a los ojos