CAPÍTULO I - SECRETOS

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Los pájaros trinaron sobre el bosque; el cielo se tornó anaranjado pero unas nubes grisáceas quisieron ocultar el bello panorama y lo lograron porque comenzó a lloviznar. Los gritos provenientes de la cárcel Evernor situada en Sleilitone opacaron después a la misma lluvia, era el día número quince del mes, aquel día ejecutan a quienes están más cerca de cumplir su pena. Una vez dentro de una cárcel, olvídate de ver a tus seres queridos de nuevo, pues tu sangre rociará el suelo rocoso.

—Tengo miedo, Ilan.

—No eres un niño, Hor.

—¡Lo dices porque eres inmortal! ¡Tienes más de doscientos años! —bramó el hombre desnutrido, estiró de las cadenas que estaban sujetas a la pared pero fue en vano pues se encontraban atadas en sus muñecas.

—No es por eso, deberías tener confianza. —Ilan se colocó sobre sus pies y miró las cadenas que sujetaban sus muñecas—. Estar con el líder de los anoah no es algo de todos los días, deberías aprovecharme y dejar de temer para confiar en mí.

Hor soltó un bufido de ironía. Su corazón temió con fuerza. Unas pequeñas carcajadas salieron de su boca y una sonrisa se plantó en sus labios. En esos momentos lo único que pudo hacer era reírse de su pecado, y de lo que había hecho; culpable de un homicidio donde jamás se untó de sangre, dicen que las personas inocentes llevan también las cargas de aquellos que cometen atrocidades.

Los pasos de los guardias se escucharon por el pasillo y cada vez el eco tenía más y más fuerza, eran dos personas y estos se detuvieron frente a la celda de Ilan y Hor, entonces abrieron la celda. El corazón del compañero de Ilan palpitaba con mucha fuerza, tal vez se escuchaba afuera de su cuerpo cada uno de sus latidos.

—Ilan Miller, vienes con nosotros.

Y sin reproche, después de haberse despejado de sus cadenas, Ilan, fue llevado a la plaza de ejecución; le dedicó una mirada a su compañero y desapareció en el pasillo. Caminaron hacia el centro de la plaza; en su alrededor había solo una persona, Caelan Nhetm, el cazador de anoah más conocido sobre Caehal, una de sus particularidades son sus ojos violetas y su cabello grisáceo; las palabras del boca a boca mencionaban que es hijo de dos clases sociales distintas, tal cruce es una abominación frente a la sociedad, por eso no puede salir de las tierras de Agilan porque es el único imperio que lo protege. Los pies descalzos de Ilan caminaban por el poco de arena que había en aquella zona, en eso cuando estaban a punto de llegar, Ilan cae al suelo pero en eso es levantado de nuevo con fuerza.

—Tus trucos de anoah no servirán hoy. —Caminó Caelan hacia Ilan con lentitud.

El chico de pecas en el rostro ya se encontraba con las muñecas atadas entre sí y de rodillas en el suelo, tenía la cabeza baja. Por primera vez, sintió miedo a morir; no podía pelear de manera justa pues se le inhibió cada uno de sus elementos. Solo era un humano en ese momento. Alguien jaló de su cabello rubio para que este lo mirara, quedaron frente a frente, Caelan mostró una sonrisa y después dijo:

—¿Tus últimas palabras?

Escupió en su rostro y farfulló con ciertos destellos de arrogancia.

—Púdrete.

Ante eso la sonrisa del alpha se desvaneció y dio unos pasos atrás, desenvainó su espada de doble filo. Se colocó en posición exacta para que de un movimiento, Ilan se fuera de ese mundo. A los alrededores estaban los otros dos carceleros que lo habían traído, seguramente con la orden de que se fueran cuando se completara la ejecución. Ilan movía con lentitud sus manos detrás de su espalda, deseaba que sucediera rápido, pues el ansia que tenía era nefasta. Entonces cuando Caelan elevó su espada hasta cierta altura y descendió con la espada directamente hacia el cuello de Ilan; aquel dio una voltereta hacia atrás y con la máxima fuerza que tenía destruyó las sogas que lo ataban. Cuando la espada impactó el suelo, las tres personas observaron a Ilan con ira, ahora él no sabía qué hacer.

CAEHAL #1 - Imperio AgilánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora