Un chico camina lentamente por una calle oscura, sin tomarle importancia a lo que ocurre a su alrededor.
El cielo está apagado, pues no hay luna, y pareciera que tampoco estrellas.
El aire es frío, congela los huesos de ese chico, el cual no está abrigado en lo más mínimo.
Su cabello largo, rubio, oculta las facciones finas de su rostro, y sus ojos de esmeralda purísima son privados de una vista general.
No sabe a dónde está yendo, y poco le importa. No siente frío, a pesar de estar temblando y con sus labios morados.
Todo lo que tiene, es un caos.
Un caos en su mente. Un desastre que amenaza con destruir lo que posee, y pone en peligro su amistad con aquel pelinegro de ojos agudos y mente sagaz.
Apenas descubre que ha ido a su único lugar de refugio, aquel a quien prometió servir y serle leal durante toda su vida.
—¿Inupi? —La voz somnolienta de Hanagaki Takemichi lo despierta del trance en el que estaba. Aquel rubio dorado no entiende que está pasando. Solo sabe que ahí está Inupi, apunto de agarrar una gripe—. ¿Qué estás haciendo afuera con tan poca ropa? ¿Estás loco? Vas a enfermarte. Entra rápido —dice, haciéndose a un lado para que su amigo pueda entrar.
Seishu mira a Hanagaki. Los ojos azulinos del chico están llenos de preocupación. Rápidamente piensa que debió ir a otro lugar.
Pero, ¿A donde puede ir?
Solo lo tiene a él.
Y a Hajime, sin embargo, no es una buena opción en este momento.
—Hanagaki —habla. Su voz suave y tranquila está teñida de desesperación. Las lágrimas que no sabía que podía soltar, comenzaron a bajar como un río caudaloso que se desborda por la lluvia. Su rostro no cambia la expresión vacía, pero aún así, se advierte una dolorosa rendición en esos orbes de piedra preciosa—. Estoy patéticamente enamorado.
Hanagaki podría haber estado perplejo y no esperarse eso, pero sabía que en algún momento iba a a ocurrir.
El día en el que finalmente Inupi comprendiera aquel sentimiento por Hajime.
Tomando gentilmente su mano, lo apresura a adentrarse a la calidez de su hogar. Seishu no hace ademán de negarse. Cierra la puerta.
Lo ve con tristeza y abre sus brazos. El rubio dorado comprende que es amar a alguien de esa forma.
Seishu advierte esa acción. No pasa mucho para que ambos se abracen.
No debería ser inesperado, Hanagaki es un extraño consuelo que anima fervientemente el alma de las personas con tan solo observarlo.
—Llora y saca todo dentro de ti —aconseja el muchacho, suspirando-—. Luego, me dices qué pasó.
Una ligera respuesta se escucha entre el llanto ahogado.
Seishu llora, y por alguna razón extraña, el corazón de Hajime permanece apretado, sin saber por qué tiene esa sensación necesaria de consolar sin duda a alguien.
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No de mi, no por mi (Kokoinui)
FanfictionSeishu lo entiende. Realmente lo entiende. Entiende que jamás será amado por él, como lo fue su hermana.