Capítulo único

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Disclaimer: Ninguno de los personajes del videojuego "Sonic the heghehog" me pertenecen, sino, a sus correspondientes creadores (SEGA, Sonic Team, TMS, etc.)

Tus ojos azules, definitivamente, son más oscuros.

Tú no posees cabello, pero lo compensas con púas largas, que no son claras, sino, teñidas de rojizo.

No vistes con ropas casuales: tienes adornos dorados, piedras, ropas ligeras, de algún material que nunca conocía, y de colores brillantes.

Sin embargo, tú y yo tenemos algo en común, algo que nos permite tener una conversación: la inmortalidad. Tú eres un espíritu, que nunca se irá, y yo, una criatura concebida para algún fin que jamás sabré, pero que me dieron la inmortalidad.

No entiendo cómo funciona esto, no lo comprendo: no me llevo con nadie, ni con hombres, ni con mujeres, y mucho menos con humanos, quienes me arrebataron todo…

Pero contigo, me siento de igual a igual: debe ser porque eres todo lo contrario a mí, y no eres un ser insoportable como los demás. Eres una mujer sencilla, tranquila, alegre y serena, algo que todavía no comprendo del todo, pero eres completamente distinta a las otras mujeres que conocí en éste planeta…

Ambos tuvimos un pasado trágico, horrendo, oscuro. Será por eso que congeniamos al hablar, pero, ¿cómo es que el destino nos moldeó tan distintos? He tenido sed de venganza; tú te fusionaste con esa criatura para sellar el poder de ella, aún después de perder a todos… ¿Cómo? Nunca comprenderé porqué. El dolor a mí me marcó distinto y, sin embargo, ambos atravesamos por lo mismo.

Empecé una noche hablando contigo, bueno, tú me encontraste y decidiste charlar conmigo. Te esquivé infinidad de veces, te ignoré y pasé de ti. Y tú, intrigada, me mirabas, sin decir nada, esperando que yo reaccionara. Y lo hice, al fin. Sonreíste y me preguntaste porqué siempre llevaba aquél semblante: te contesté simplemente con mi nombre, para que entendieras que simplemente soy una "sombra", una oscura sombra que vaguea por ahí. Lo había perdido todo, no estaba de seguro de quién era y ya no importaba mi pasado.

Pero aquélla niña con la que creí vivir, atormentaba mi mente día tras día. Aún después de lo de Black Doom…

Tú nombre no va acorde del todo —me dijiste—. Si fueras una sombra, habría pasado de ti, y yo no estoy hablando con una sombra, ¿verdad?

De ahí, en adelante, iba a Angel Island por las noches para verte, para investigar quién eras, pues no me había topado con alguien así desde que volví a despertar: me hablabas con la misma confianza con quien habla uno a un hermano. Me molestó mucho al principio, pero luego, creo que me acostumbré.

Me acostumbre a ti…

A oírte hablar acerca de tu vida con tu pueblo, a oírte recitar algunas canciones oriundas de tu patria, a caminar contigo por las noches mientras me mostrabas la isla, cuya geografía ignoraba completamente. Me mostraste todos y cada uno de los rincones del lugar.

Nunca supe si el echidna viviente, aquél que llamaban Knuckles, se enteró de que conversaba contigo. Pero no me interesaba en lo absoluto. Quería, simplemente, oírte hablar y sonreír.

De alguna manera, me dabas paz.

De poco, fui animándome a hablar de mí. Te comenté mis temores, y tú supiste escucharlos con una dulzura que no recordaba. Te hablé de mi pasado, y lo oías atentamente. Te dije que no estaba seguro de quién era realmente.

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