Capítulo 1 Suicidas

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En un mundo repleto de titanes, ¿qué somos?
—¡Suicidas!–Escuché a lo lejos mientras cabalgaba a paso lento, todo el pelotón venía muy triste. Cada que salíamos de los muros era dejar atrás a cientos de camaradas, con los cuales compartes comida y risas...Un amigo, un hijo, un hermano cientos de personas se dejaban atrás en cada expedición.—¡Son una bola de suicidas! ¡Unos suicidas Inútiles!–Las personas no pensaban en los sentimientos de las otras personas, en este mundo solo puedes pensar en ti. Él no era el único que había perdido, todos lo habíamos hecho pero luchabamos. En momentos así dudaba, tenía miedo pero lo vi, un pequeño niño de cabello castaño y ojos verdes algo grandes, la emoción en sus ojos hizo que reaccionara. Éramos sus héroes ¿y qué le estábamos dando?

—Los verdaderos inútiles son ustedes.–Me atreví a decir no me quedaría callada soportando sus insultos–Diario salimos de las murallas para explorar el mundo, para encontrar una solución ¿Y ustedes qué es lo que hacen?–Baje de mi caballo y tome al señor del cuello de su camisa— Solo saben insultar ¡Usted no ha sido el único que ha perdido a alguien! TODOS hemos perdido a alguien y aquí seguimos, combatiendo en la memoria de aquellas personas que dejaron su corazón en el campo de batalla.–Solté el cuello de su camisa empujandolo con fuerza haciendo que la gente detrás de él lo agarrara.—Nadie está en el cuerpo de exploración por obligación, pueden irse a las tropas estacionarias o esforzarse y servir al rey.–Finalice para regresar a mi caballo. El silencio que había reinado otra vez empezó a caer.

—¡Por mí comes! ¡Maldita mal agradecida!–Todos los abucheos empezaron a tomar lugar, la gente estaba malhumorada y yo les había provocado aún más. Empezaba a arrepentirme mientras buscaba al niño de ojos grandes, ahí seguía con esa mirada de admiración que me había hecho reaccionar, le seguí con la mirada iba a pelearse con un señor. Nosotros inspirabamos a la gente, les dábamos esperanza. Al final vi como una niña de cabello negro se llevaba al ojo verde de ahí.

—Vaya, pensé obtendría un regaño–Susurre al llegar al cuartel sin imprevistos. Dejé el caballo en su establo y me dirigí hacia el comedor.

—¡Ey! ¡Keeps! ¡El comandante Erwin te busca en su oficina!– Maldita sea. Voltee, encontrándome con unos ojos ámbar los cuales eran portados por una chica de estatura un tanto baja y cabello del mismo color, que rara.

—Muchas gracias por informarme, voy para allá–Hizo que si con la cabeza y se retiro corriendo, camine relajada hasta la oficina del comandante. Al llegar toque un par de veces y cuando recibí la orden, ingrese.—Comandante, ¿me necesitaba?–Pregunté con descaro, yo sabía porque estaba aquí.

—Cadete _____ Keeps ¿cierto?–Asentí, el soltó un largo suspiro como de cansancio, bajo la mirada y le observe. Era rubio, tenía unas muy grandes cejas igualmente rubias a pesar de estar sentado parecía alto.—Me comunicaron lo que hiciste al regresar de la expedición–Se levantó, mire sus ojos ¿había humanidad en ellos? Una pila de cadáveres infinita se formó detrás de él en mi cabeza— Esta claro que recibirás un castigo y se te asignará otro escuadrón, más apto para ti.— Se acercó a mí, me miró desde arriba con superioridad. Me lo grito. Yo no era nada a lado de él, si él decidia que yo no servía, fácil me aventaria a un titan sin remordimiento.— Busca al capitán Levi y entrégale esto.– Me extendió un papel y regresó a su escritorio señalandome con su mano que podía retirarme.

Me apresure, salí de ahí con el corazón en mi mano no podía describir el ambiente de esa habitación pero si la superioridad del comandante. Sin necesidad de gritar te decía que él estaba ahí y que haría todo lo que fuera necesario por el bien de la humanidad, nunca había estado en contacto con él al ser una simple cadete, no había necesidad. Camine por los pasillos, preguntando a los demás cadetes si conocían al capitán Levi empecé a sentir nerviosismo cuando me deseaban suerte ¿Tan estricto era? Y llegué, a la que parecía ser su oficina, toque una vez ya que no quería parecer enfadosa. Me abrió la puerta un azabache de estatura algo baja, sus ojos parecían enojados aunque no era tan grande como el comandante también me intimidada, no pude articular palabra alguna entonces le extendí la hoja que me había dado Erwin, me miró esperando algo e hice el saludo militar, miró rápidamente la hoja y frunció el ceño más de lo que ya lo tenía.

—Mañana en el campo de entrenamiento a las 6am– Dijo y cerró la puerta en mi cara, dejándome con el saludo militar frente a su puerta

Donde no existe el miedo (Levi y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora