4 "Samuel"

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Eran las diez de la noche. Felipe ya se había ido hace rato. Me entretenía hablando con un amigo del extranjero, Samuel, que conocí en un foro cuando éramos muy pequeños.

De repente sentí golpes en mi ventana.

Me paré para abrirle a Felipe, quien estaba en la escalera de incendios que da al patio de mi casa. Volví a mi cama, él se recostó a mi lado, pegado a la pared. Viene casi todas las noches, a molestarme, a contarme algo estúpido que él considera urgente o a dormir pequeñas siestas, escapando del tenso ambiente en su casa. Sus padres pelean y beben mucho.

Volví a prender mi celular.

—¿Qué haces?

—Hablo con Samuel.

—¿Ese viejo que te manda mensajes?

Chasqueé la lengua.

—Tiene nuestra edad... He hablado con él por video llamada.

Guardé silencio. Él miraba el techo de mi habitación, siendo alumbrada únicamente por la luz de la calle.

—¿Te imaginas que sea él quien te envió la carta? Que te esté preparando una sorpresa...

Dijo aquello cuando justo me estaba despedido de Samuel. Bloqueé mi celular y lo dejé en mi pecho.

«Samuel... Y si Samuel...».

Abrí los ojos vehemente. Felipe sonrió.

—No... Imposible. —Negué—. La situación en su país está complicadísima, no podría viajar. Aparte si le gustara... me lo habría dicho por mensaje, simplemente.

Me giré en dirección a Felipe.

—Y no valgo tanto la pena. No soy digno de un "todo en noventa días". —Bromeé, pero advertí que Felipe no se reía.

—Siempre haces eso.

—¿Qué?

—Despreciarte... Decir con ímpetu que es imposible que le gustes a alguien.

Sentí mis mejillas arder.

Conversamos mucho. Felipe se fue a la una a su casa. Me dormí pensando en su suposición de que Samuel pudiese ser el autor de la carta.

Samuel. El viernes. En el lugar de siempre.

Ilógico. 

Frotarnos la nariz como conejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora