Capítulo 2.

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Nix.

Horacio y Gustabo se encontraban ya en el departamento que habían decidido rentar juntos. Habían pasado ya dos días desde el atraco. La radio que la chica les regaló se encontraba en la mesita de noche del rubio, ahí la dejó en cuanto llegó y no se había movido de ahí.

Tenía ganas de averiguar más sobre ella, de saber quién se escondía detrás de Aura. Pero no había tenido el valor de conectarse a la emisora desde entonces y no sabía por qué.

Aura por el contrario seguía escondida en su guarida, o como ella llamaba a su casa. También estaba ansiosa esperando contactar con ellos, pero usar su correo electrónico o su número de teléfono podía ser muy arriesgado a pesar de que a ojos de cualquier informático que quisiese localizarla ella se encontraba en una casita en el norte de Noruega.

Y no fue hasta esa misma noche que Horacio decidió tomar la radio y escuchar lo que Aura tenía para decirles. Que en realidad no era mucho.

Los dos amigos se encontraban sentados en el sofá frente a la televisión apagada con la radio sobre la mesa.

Aura no tardó en aparecer.

-Oh, hola, no me esperaba que fueseis a contactarme a estas horas.-Horacio miró el reloj de la pared, en el que se podía leer que eran las una de la madrugada.-De todas formas aquí estoy. ¿Ha pasado algo malo? Desconectaos por un segundo de la emisora si es así.-ella esperó, y viendo que estos no se desconectaban se permitió sonreír-Es genial escuchar eso. Oye chicos, no sé qué estáis tramando con Trujillo y sus amigos pero tened mucho cuidado, no son trigo limpio.

Gustabo frunció el ceño y miró a Horacio, que se encontraba sorprendido al igual que ella.

-Tengo ojos en todas partes, solo quiero que estéis bien. Dicho esto, se despide Aura, vuestra sexy locutora favorita.

De nuevo el sonido blanco que tanto habían escuchado esos días.

-¿Cómo se ha enterado de que estamos hablando con la mafia y todos estos, se lo has contado a alguien?-cuestionó Gustabo.

El de la cresta negó.-Que va, solo lo sabe Trujillo y Nadando, Segismundo si acaso.

Y es que ellos habían decidido adentrarse en la mafia. Por un operativo, se supone, pero no les deparaba nada bueno en ese lugar. Conway no tenía ni idea de dónde había metido a sus hombres y quizá no lo iba a saber. No era la persona más competente, en realidad.

Gustabo y Horacio, habían quedado con Nadando para arreglar algunos asuntos en el famoso túnel, sí, ese túnel en el que estás pensando.

Y cuando llegaron se encontraron al mecánico con la cara descubierta, pero en cambio, un hombre con máscara de cebra y otro con máscara de diablo se encontraban detrás de él, junto a la furgoneta negra, con dos armas largas.

-Hola.-saludó Horacio, recibiendo un simple asentimiento de cabeza por parte de Armando.

-A ver, tengo entendido que queréis pertenecer a nosotros, ¿estoy en lo correcto?-preguntó.

Gustabo asintió de forma seria, pero su amigo lo hizo frenéticamente.

-Bien, en ese caso, como entenderéis, no es tan fácil ingresar a un...grupo organizado.-dijo evitando la palabra mafia-Es por eso que antes de nada deberéis pasar unas...pruebas, por decirlo de alguna manera.

-Pues un ritual de inisiasión, cabrón, es simple.-aclaró el de la máscara de diablo, a lo que Armando asintió.

-Así es, me temo que no tenéis nuestra confianza aún y queremos ver de qué pasta estáis hechos antes de permitir que os unáis.

-Somos de fiar, Nadando.-aseguró Gustabo.

-No somos críos jugando a las pistolitas, queremos a hombres con cojones a apretar el gatillo cuando se le ordene.-el tono de voz que usaba era bajo, pero entendible y claro, amenazante de hecho. Se veía que no se andaban con tonterías y Horacio ya temía por su vida.

Por su mente solo pasaban pensamientos intrusivos. Que qué pasa si se enteraban de la verdad, qué les harían, si ya se habían enterado del operativo y solo estaban jugando con ellos.

Sus piernas empezaron a temblar levemente y esto fue un acto que pasó desapercibido para los dos enmascarados, pero no para Nadando, que estaba constantemente analizando su lenguaje corporal.

Gustabo se mostraba seguro de sí mismo, serio, sacrificado y dispuesto. Su pose era firme, sus palabras lo eran por igual y no tenía ningún tic nervioso.

En cambio, Horacio, no podía parar de mover sus dedos, entrelazándolos entre sí y no mantenía contacto visual con ninguno de los miembros de la mafia. Su pose era de desconfianza e inseguridad y el temblor continuo de sus piernas lo delataba.

Esto no iba a resultar nada bueno de cara a futuro, puesto que aún sin haber intercambiado apenas palabras entre sí, Nadando ya tenía claro cómo era cada uno de ellos y para qué les iba a servir. Los tenía calados desde el minuto uno, pero aún así, prosiguió.

-Os haremos la prueba en estos días, quedaremos en un lugar que os comunicaré en otro momento. Venid solos, evidentemente. Y no quiero tonterías.

No emitió ni una palabra más y se marchó con sus hombres en el coche rápidamente, tanto que desaparecieron de su vista antes de que ellos siquiera se montasen en el coche.

Horacio lo primero que hizo al entrar al coche fue conectarse a la emisora de Aura con los dedos temblando. Pero esta nunca contestó. Sin embargo, se escuchaba una tenue musiquita. Esto les pareció muy raro, ya que solo eran las siete de la tarde. Pero unos minutos después Aura contestó.

-Hola, guapos. Siento no haber contestado, estaba en el super.-mintió, ella en realidad pedía comida a domicilio siempre.-Horacio, cuídate bien las espaldas, cielo. Tengo un contacto en la mafia que puede ayudaros si lo necesitáis, solo decidle que me conocéis y ella os ayudará con todo, estoy segura. Su apodo es Nix, con ella allí no os pasará nada, os doy mi palabra. Se despide Aura, vuestra sexy locutora favorita.

Y con esa información un sentimiento de seguridad y alivio se instaló en Horacio.

-Por lo menos no estemos solos ahí dentro.

-¿Cómo sabes que esa tal Nix estará de acuerdo en cuidarnos las espaldas?-Gustabo dudaba bastante que eso fuese cierto.

-No lo sé, comprobemoslo.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2022 ⏰

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Aura » Gustabo GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora