Salvados.Horacio miraba al techo tenso, mientras esperaba sentado en el suelo de la joyería.
—Esto no va a salir bien—sentenció él.
—Claro que va a salir bien, coño, confía.—le rebatió Gustabo y eso le tranquilizó de un modo u otro.
—Es que hoy estoy rayao no sé por qué.
Se levantó del suelo impulsándose con sus manos cuando la primera sirena de policía empezó a escucharse a lo lejos, seguida de algunas más.
—Ya empieza lo bueno.—bromeó Trujillo.
Gustabo, el cual era el encargado de negociar aquella vez, se acercó como modelando a la puerta, donde un enfadado superintendente le esperaba impaciente.
—Mira, superdemente, ¿le gusta el disfraz que me he comprado?—dió una vuelta sobre sí mismo modelando su traje de Buzz Lightyear.
—Déjate de gilipolleces, muñeca.—demandó serio y añadió:—¿Cuántos hay?
—¿Cuántos qué?
—Abuelas, no te jode.
—Pues de hecho tenemos a una ahí atrás, muy maja la señora, ¡salude Pruden!—gritó el rubio y Conway pudo ver como una adorable señora mayor le saludaba animadamente con la mano.
—Esto tiene que ser una puta broma.—se dijo a sí mismo mientras pasaba su mano por su frente. Cada vez que acudía a un código 3 perdía diez años de vida de golpe.
—Bueno, vamos a lo que me interesa, que tengo hambre. Quiero por Pruden una huida limpia, ni pinchos ni mierdas de esas.—pidió y el superintendente simplemente asintió cansado.
—Bien.
—Luego por los otros dos quiero un segundo y que no me toquéis el coche.
—Como sea, vamos.
Horacio asintió a la seña que Gustabo le hizo y ayudó a los rehenes a levantarse, terminando por aquella señora de pelo canoso tan amable.
—Niño, tienes que comer más, que estás muy delgadito.—dijo mientras era giada por él hacia la puerta.—Tú ve a garaje central y pregunta por mí, que mi hijo siempre está por allí, y yo te invito a comer un potaje, ¿vale?
Horacio soltó una tierna risita mientras asentía, Pruden dejó un beso en su mejilla y salió por la puerta junto a los demás rehenes.
Pronto, Segis, Trujillo, Horacio y Gustabo salieron de aquella joyería y se montaron en el coche. No tardaron ni un segundo en salir disparados hacia la autopista. Fue entonces cuando el gallego se encontró con un papel en el que había una frecuencia de radio escrita.
—¿Qué cojones?—le mostró el papel a Gustabo y Horacio, ya que Trujillo se encargaba de intentar desviar la atención de la policía.
—¿Qué es eso, Segis?
—No sé, estaba en la ventanilla encajado.—se encogió de hombros.
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Aura » Gustabo García
Hayran Kurgu-¿Quién eres tú? -Soy vuestro ángel de la guarda. Donde Aura salva a Horacio y Gustabo de la policía en mitad de un atraco porque está secretamente enamorada de este último. Una emisora de radio y dos corazones enlazados. -Se despide Aura, vuestra...