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Ella caminaba, o corría, por un pasillo, si, un pasillo... no lo recuerdo muy bien pero algo hacía para huir. Su respiración era agitada y con cada paso que daba se iba apagando su energía.
En sólo cuestión de segundos cayó y el se abalanzó sobre ella clavando aquel frío metal afilado en su cuello. Murió desangrada en esa cocina, frente a un refrigerador nuevo de un color negro brillante y cómodamente recostada sobre un suelo de cerámica de un color blanco puro que resaltaba el carmín de su sangre, la cual se iba esparciendo por todo el suelo con cada apuñalada que el le daba incluso luego de que ella estuviera muerta.

Y mientras tanto, su hija, Hadessa Russo Cavalier, de 10 años entonces, se escondía en el ropero de un oscuro departamento, llorando en silencio esperando a que todo terminara, en sus ojos, la esperanza de volver a ver a su madre. Alguien gritó, el asesino subió hasta la azotea e intentó huir de alguna forma pero tropezó y callo de aquel edificio. Muerto al instante en el que tocó el suelo, el cadaver, al parecer desaparecido.

Ahí termina el recuerdo.

Ahí todo se nubla de nuevo.

Y todo regresa a la putrefacta normalidad.

Hadessa, de ahora 18 años, acababa de salir del médico luego de uno de sus inminentes dolores de cabeza los cuales surgían luego de que sus recuerdos se presentaran como estrellas fugaces en su mente, junto a ella, su tía y único familiar del que sabía existencia, Jessica Cavalier, de 33 años.

-¿Hasta cuando tendré que lidiar con mis malditas memorias...? -se preguntó Hadessa a sí misma en voz alta.

-Hass -así solía llamarla su tía- recuerda que son lo único que conservas de tu madre...

-Si, un sangriento asesinato y un accidente. -bufó.- Dulces memorias

- No me refería a eso -su tía suspiró.-¿Que hay de aquel recuerdo que dijiste que era diferente?

-Jamás lo he vuelto a ver... No vale la pena...

-Claro que si, mi niña -su tía le brindó una leve sonrisa.-

-Tsk... Si tu lo dices...-

Y ambas siguieron caminando despreocupadas, de regreso a casa.

-¿Sabes, Hass? Deberías anotar tus memorias, así no se te olvida nada...

-¿Que crees que hago cuando me encierro siempre a las tres de la mañana?

-Oh, con que era para eso...-su tía soltó una leve risa.

Hadessa suspiró.

Aquel recuerdo que era diferente... Solo le llegó una vez a la cabeza como una explosión.

Hadessa Russo Cavalier, de 8 años, observaba curiosa por un pequeño agujero debajo de la puerta, zapatillas nerviosas caminaban de un lado a otro en una habitación, cuando unos zapatos mas pesados y fuertes se detuvieron frente a las zapatillas nerviosas, dos voces hacían eco en los oídos de Hadessa.

-El Infinite esta terminado, ahora solo queda una sola cosa que hacer...-decía una voz femenina, provenientes de las zapatillas.

-Escondernos, ellos nos buscarán... Vivos... O muertos... Hay que hacer maletas... -respondió una voz pesada y masculina

-¿Que hay de la niña?-preguntaron las zapatillas.

-Ella es la portadora del gen Infinite, obviamente vendrá con nosotros.-respondieron los zapatos pesados.

- Richard, es nuestra hija, aunque no tuviera el gen, vendría con nosotros

- Los niños solo saben causar estorbos...

InfiniteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora