Bajo la noche cada vez más azul,
y el sonido de la nada a la distancia,
mis dedos hablan.
Cada vez más fuertes.
Una vez más imparables.
En mi pecho descansa
un corazón tranquilo,
calmado.
Ciertamente, no listo para otra tormenta.
Siempre listos para pelear.
Con la noche cada vez más azul,
miro hacia atrás,
y la respiración se corta.
Hilos y más hilos enredados,
incapaz de moverme.
¿Alguien me puede sacar de aquí?
Cual caballero en su brillante armadura,
me paro fuerte y corro.
Corro hacia mi y me libero.
Ya no hay más culpas,
ya no hay más ofensas.
El dolor sigue intacto.
Mis huesos inquebrantables,
como esta noche azul marino,
que todos los días se levanta.