𝙸𝚅: 𝙻𝚒𝚝𝚝𝚕𝚎 𝙵𝚊𝚞𝚕𝚝𝚜.

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El pequeño cuarto donde se estaba dirigiendo se sentía completamente ajeno a él, no había llegado a dormir unas cuantas noches y admitía que su mente le estaba dando la mala jugada rogándole que ya no regresará ahí

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El pequeño cuarto donde se estaba dirigiendo se sentía completamente ajeno a él, no había llegado a dormir unas cuantas noches y admitía que su mente le estaba dando la mala jugada rogándole que ya no regresará ahí.

En definitiva dormir en los brazos del pequeño Matsuno Chifuyu lo estaba volviendo un dependiente a la comodidad que nacía con el olor a vainilla que impregnaba el departamento del rubio.

Suspiro al destrabar la puerta mientras entraba al pequeño cuarto con paredes naranjas, se sentía tan vacío el lugar ahora que Peke J se había quedado en su hogar y los ronroneos que le daba el felino solo retumbaban en sus recuerdos de ese mismo día.

Todo seguía igual como la última vez que piso el departamento - que irónicamente fue mucho antes de conocer a Chifuyu-, la cama se había quedado desatendida y el refrigerador vacío al igual que las colillas de cigarro que prometió recoger estaban en el mismo montón.

Pudo observar su ropa doblaba en la vieja cómoda y el tapete negro empolvado debido a que nunca le había dado mantenimiento.

Río.

Apenas había pisado el pequeño recinto y toda la tranquilidad obtenida se había ido al momento que todos los drogadictos que le compraban a Hanemiya se habían lanzado sobre su espalda lloriqueando por una pequeña bolsa del polvo mágico que era el más solicitado para la sexta división; sin mencionar que todo su efectivo se fue en el instante que soltó la renta y los supuestos gastos que el dueño del lugar le había cargado.

Realmente ¿Por qué seguía ahí? ¿Podía irse a cualquier otro lugar? En definitiva debería porque en cualquier momento se molestaría y sacaría el arma que escondía bajo su cama para matar a todos los que lo molestaran.

- ¡Edward! - La dulce voz junto a la puerta golpeando la pared lo hizo voltear rápidamente.

El bonito cabello oro estaba peinado en una coleta alta y los ojos ámbar lo miraban con molestia, la respuesta de porque se quedaba ahí estaba frente a sus ojos frunciendo los labios en un adorable puchero y cruzando sus delgados brazos sobre su pecho.

- ¡Hey Emma! - Soltó, ignorando que la pequeña mujer Sano tenía todas las intenciones de regañarlo- Ya he pagado la renta, de este mes y el siguiente.

- No tenías que hacerlo Ed, Draken dijo que el me ayudaría a conseguir trabajo y...

- Em, prefiero que sigas estudiando. - Confesó dándose la vuelta para no ver la compasión en los bonitos ojos de la única mujer en su vida- Ya sabes cuando sea viejo tú deberás de tener un excelente trabajo para que pagues el asilo dónde me mandaras.

- ¿Qué te hace pensar que te mandaré a un asilo Edward? ¿Qué tal si no llego a esa edad?

Por un instante abandono su faceta despreocupada para susurrar una maldición y sentir como la garganta le picaba, lo sabía.

MEETING POINT (BajiFuyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora