Capítulo III

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Shownu siempre había sido bueno en contabilizar todo. Era algo que lo hacía sentir orgulloso de sí mismo, aunque a veces era tedioso ya que cuando menos se daba cuenta, ya estaba llevando cuentas de cualquier cosa.

Pero esos días no podía sentirse más irritado por aquella habilidad. Cuando el reloj de la pared cambió marcando las dos de la mañana, contó 21 días, 504 horas y 30240 minutos: el tiempo que había pasado desde la noche que asistió al club. Y más exactos, la última vez que vio a Kihyun.

Sus amigos le calmaban diciendo que podía estar ocupado, ya que tenía dos rutinas en el día, y él solo les decía que ese asunto lo traía sin cuidado, sin embargo, oía atento lo que sus amigos le decían.

A la mañana siguiente en la oficina, decidió ir por una bebida a la cafetería, ya que había sido el primero en llegar. Al regresar saludó a la única compañera que llegó también, y fue a su escritorio, dispuesto a comenzar con su trabajo mientras bebía su expreso.

Cuando organizaba unos papeles, escuchó el ruido familiar del fax así que esperó a que la hoja saliera por completo para acercarse a ver de qué se trataba.

Buen día, señor Shownu. Mi nombre es Kihyun. Me gustaría poder contactarlo lo más pronto posible por cuestiones relacionadas con números que han quedado pendientes.

Shownu sonrió al ver el nombre del supuesto cliente, y también quiso reír del chico por tratar de contactarlo fingiendo que le interesaban sus servicios de trabajo, cuando era evidente que ni siquiera sabía lo que hacía realmente en su empleo.

Tengo un celular.

Escribió Shownu, mirando pacientemente cómo su mensaje se iba.

¿Podría compartirlo conmigo?

«Imbécil, olvidé escribirlo.»

Anotó su nuevo número de celular y lo envió. Su pie se agitaba con cada minuto que pasaba sin respuesta. Miró alrededor, solo dos personas más habían llegado; era una suerte porque así podía seguir esperando una respuesta frente a la máquina y pasar desapercibido ya que por las mañanas cada quién tomaba su tiempo para revisar los deberes del día, sin prestar atención a los demás.

Después de diez minutos, su nuevo inmenso celular comenzó a sonar en su portafolio, haciendo que sus compañeros le miraran. Tomó el aparato y se dirigió a un lugar más privado, a la escalera de emergencia. Estúpidos celulares, se supone que eran mejores que los de casa, pero sentía que sostenía un zapato con una antena.
Presionó el botón correcto y contestó:

—Diga.

—¡Con que ya tienes teléfono!

—Ah, sí... Fue necesario para la oficina. —Mintió.

—Es cierto, estás en la oficina. ¿Debería llamarte en otro momento?

—Está bien, tengo unos minutos antes de que empiece mi jornada.

𝐎𝐍𝐄 𝐖𝐀𝐘 || ꜱʜᴏᴡᴋɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora