CAPÍTULO 1.

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No supo en que momento cayó, ni cuando quedó consciente por todos esos golpes que le estaban dando unos compañeros de su propio curso; quizás fue cuando, sin querer, tropezó con uno de ellos e inmediatamente recibió puñetazos por él mismo. Volvió a sus cinco sentidos mirando hacia todos lados, dándose cuenta de que estaba tirado en algún lugar de la calle con todas sus prendas sucias y cosas que había en su mochila desparramadas por todos lados. También me robaron mi dinero, pensó cuando toco su monedero y estaba completamente vacío. Suspiró antes de levantarse, tambaleándose en el momento por el punzante dolor de sus piernas. Limpio su uniforme escolar y regresó a guardar todas sus cosas en la mochila amarilla que siempre traía. poniéndose rumbo hacia la escuela.

A pesar de que hace unos cuantos minutos atrás fue golpeado por unos compañeros, no podía darse el gusto de faltar a clases; tampoco quería que su madre le viese así de vulnerable y por eso preferís asistir a que tener un interrogatorio hecho por su progenitora. Caminó hasta su aula con total tranquilidad, teniendo su mirada gacha y recostándose sobre sus brazos cuando se sentía en su sitio. Tembló asustado cuando escuchó la voz de aquella persona quien creía que era su mejor amigo de la infancia, encogiéndose más al momento de que le escuchó cerca suyo. Por favor, que no me diga nada. Repitió muchas veces en su cabeza, sintiéndose aliviado cuando le ignoraron por completo. Bueno, al final no todo iba tan mal, ¿verdad?.

Cuando escuchó la campana para salir al receso, Midoriya rápidamente tomó todas sus pertenencias y se encaminó hasta la azotea del recinto estudiantil para comer su almuerzo, sintiéndose en paz en aquel sitio ya que nadie sabía que podía escabullirse por ahí. Tomó su bento, junto sus manos a la altura de su rostro y agradeció por la deliciosa comida que su madre le había preparado, eso hasta que nuevamente esa voz característica retumbó por sus oídos.

—Mira a quien tenemos aquí; al patético sin ninguna particularidad. —mencionó uno de los amigos de Bakugo, riéndose después de decir aquello.

Se acercaron a él con intenciones de molestarle, y quizás quien sabe que cosa más.

—¿Aquí te vienes a esconder? Eso es de mariquitas.

Uno de ellos pateó su mano haciendo que sus palillos volasen lejos suyo, no reaccionando pero aguantándose internamente el dolor que se hizo presente en sus dedos. Quería llorar, decirle que lo dejasen en paz, pero sabía que si decía aquello probablemente recibiría otra paliza por parte de ellos mismo. Miró a Katsuki quien se acercó a él, sonriendo con esa maldad que tanto miedo le daba. Su bento fue tomado por el cenizo, volteándolo sobre su cabellera verdosa para luego comenzar a reírse junto con sus amigos. Ahí ya no pudo seguir aguantando sus ganas de llorar, quebrándose ahí mismo sin importarle que cosa le dijeran. Empuñó sus manos, bajó su mirada como todo un sumiso y sollozó. Váyanse ya, por favor. Déjenme en paz. Pedía en su mente. Rogando más bien.

—¿Sabes que, Deku? Opino que deberías tirarte de la azotea, haber si así en tu próxima vida consigues un Quirk. —se burló Bakugo, riéndose por lo que había dicho.

Miraba sus pies, mordiendo ligeramente su labio para aguantarse las ganas de llorar que tenía y así evitarse una golpiza por parte de los otros. Escuchaba cómo se burlaban de él, sobretodo Bakugo quien se hincó a su altura para tomarle por su mentón y lanzarle directo en su rostro la leche de vainilla que su madre había comprado para que bebiera junto con su almuerzo. No hizo nada, solamente se dejó hacer lo que los amigos del cenizo quisieran; insultos, algunos golpes en su cabeza y zamarreos.Váyanse ya, por favor, pidió internamente, suspirando agradecido cuando finalmente se marcharon de la azotea dejándole nuevamente solo. Ahí pudo romperse en llanto, cubriendo su rostro con ambas manos para soltar fuertes sollozos. Estaba harto de los maltratos que recibía cada día, incluso había pensado un par de veces en decirle a ay madre para que le cambiase de escuela pero no se atrevía.

Aún así, prefirió olvidarse de todo ello y volver a centrarse en su plan inicial; el ingresar a UA. Quería ser alguien en la vida quien pudiese salvar la de los demás, cuidar de todas esas personas indefensas y enseñarles a que aquello se puede superar. Ya le había contado de ellos a su progenitora y ella no pudo haberse puesto más contenta por la meta de su pequeño, dándole así todo su apoyo y suerte en lo que se propusiera. Quien no se lo tomó así fue Kacchan, quien a penas enterarse de ello se molestó demasiado y dijo que fracasaría en todo, pero eso no le importó. estaba confiado en que ingresaría aún sin tener una particularidad. Las inscripciones serían dentro de unos tres días, y ya rápidamente se había puesto en marcha para conseguir aquello; practicaba de vez en cuando, salía a trotar y cosas así, hasta que finalmente llegó el día.

—Suerte pequeño, que todo salga bien. —mencionó su madre dándole un beso en su frente.

—Gracias mamá.

Y así salió hecho un rayo hasta la academia. Sonreía enormemente, caminaba feliz e incluso tarareaba algo que había escuchado en la radio. Estaba feliz y nadie podría evitarle aquello, o eso pensó hasta que llegó al gran recinto y sus ojos vieron esa cabellera ceniza. Kacchan está aquí, pensó a penas le vio haciendo que toda su emoción se esfumara. Caminó tratando de pasar desapercibido por el otro, encorvándose para que no le viera y cubriéndose el cabello para que no le reconociera. Creyó que se había salvado puesto que había ingresado con éxito al lugar, pero cuando volteó a verificar que el mayor no estuviera por ahí, dio un leve brinco al tener el rostro molesto del otro frente suya.

—¿Que mierda haces aquí, nerd? Acaso no te dije que te rindieras. —habló de manera brusca, sin importarle los sentimientos del otro.

—Y-Yo vine para postularme... Lo siento, debo ir ya.

Corrió lejos del cenizo, adentrándose a una sala en donde estaban haciendo las inscripciones y rápidamente sus nervios aumentaron en masa. Gracias a que había decido una mala aula para esconderse tuvo que presentarse de los primeros, tartamudeando y sudando más de lo usual. Después de que todo pasara, marcho a casa feliz puesto que en un par de horas más les darían los resultados de que si habían entrado o no a la academia. Saludó a su madre con un abrazo y rápidamente se dirigió a su cuerpo sentando frente a la computadora a esperar el correo de confirmación puesto a que estaba confiado que lograría entrar, pero cuando por fin ese mensaje llegó y divisó el "ha sido rechazado" que estaba tachado en rojo rompió en llanto. Lloró como nunca lo había hecho.

Quizás si tendría que haberle hecho caso a Kacchan en eso de rendirse a su sueño de querer ser un héroe, pero era su deseo desde que era un pequeño infante. Tan iluso y tonto por supuesto. Su madre de igual formó lloro con el y le pidió disculpas por no haberle dado alguna particularidad, y eso hizo que Izuku rompiera más en llanto. La habitación se llenó de lágrimas de ambos; madre e hijo que no dejaban de pedirse disculpas. A pesar de que aún seguía triste por no haber entrado, tenía que seguir adelante con su vida y quizás podía salvar la vida de las personas de otra forma; como médico o policía podía ser. Era un pena para el pecoso, pero no se dejaría vencer. Quería olvidarse de todo pues en todo su vecindario algo le traía malos recuerdos, y en todos ellos estaba presente el rubio cenizo con carácter explosivo.

Su madre también quería un cambio de vida, así que ambos decidieron que lo mejor sería cambiase de lugar en el cual vivir, Inko en sí igual estaba pensando en mudarse así que no hubo ningún problema por parte de Izuku. Comenzaría de nuevo en otro lugar, y quizás no sería tan mala como su anterior vez. Estaba dispuesto a olvidarse de todo y de todos igualmente, sobretodo de esa persona quien le hizo la vida imposible desde que era un pequeño niño.

GET YOU BACK » BAKUDEKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora