Capítulo 2

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Ato mi bici en el aparcabicicletas que hay justo a la salida de la biblioteca.

Son las ocho de la tarde, pero el sol sigue asomando entre cúmulos de nubes grises. Es una lástima que aún esté lloviznando.

Tomo el largo sendero que conduce al lago y me pongo la capucha. Me he alisado tanto el pelo que me llega hasta la cintura. Me ha costado la vida, pero ahora lo tengo mucho mejor. No me he matado a maquillarme porque probablemente habría acabado como una payasa, pero me he puesto un poco de rímel y pinta labios, que ya es bastante más de lo que suelo llevar.

Llego al punto en que el sendero da paso al camino de tierra que baja hasta el lago cuando veo a un chaval insultantemente guapo venir hacia mí. Ni siquiera mira por dónde va, porque... no me quita los ojos de encima. Un momento. Es Noah. ¿Otra vez?

Se detiene delante de mí y sonríe. Madre mía, tiene los dientes como perlas.

-Hola.- Me dice.

-Hola.- Contesto, intentando no fruncir el ceño. -¿Todo bien?-

«¿Qué hace aquí?» Pensé.

-Sí, perdón, es que te he visto a lo lejos.- Se rasca la nuca como si hablar conmigo le pusiera nervioso. -Y esta mañana. ¿Vas al lago?-

«¡Se acuerda de lo de esta mañana!»

-Sí, era la idea. ¿Necesitas algo?- Digo chulesca, sin levantar la voz. Por dentro, estoy que no quepo en mí.

-Bueno, sí.- Contesta con una sonrisa burlona. -Podríamos charlar un
rato.- Una petición algo fuera de lugar viniendo de un desconocido.

-¿Contigo?- Pregunto.

Se encoge de hombros y responde:
-¿Por qué no?- Ah, y también huele bien, como si acabara de salir de la ducha.

Quiero dar un paso al frente pero no me atrevía.

-No te conozco.-

-Ya lo sé. ¿Entiendes ahora cuál es mi problema?- Sacudo la cabeza.

-Pues no, la verdad.- Suelta una carcajada y se me acerca.

-Me llamo Noah.- Dice.

«Sé quién es, pero no lo conozco.»

-Riley.- Respondo.

- Qué bonito.-

-Gracias. ¿A qué viene ahora lo de hablar conmigo?-

-¿Vas a la uni de la ciudad o...?- Niego con la cabeza y me siento una cría.

-Al instituto.- Respondo.

-Ah, ya me lo parecía.-

-O sea, que tengo pinta de ir al instituto.- Mascullo.

Quizá debería haberme maquillado un poco más. «Ni de broma, habría acabado como una puerta.»

-No, no, justo lo contrario. Lo único malo es que no tengas ya dieciocho y pueda pedirte una cita.- Arqueo una ceja y siento como el impacto inicial de tenerlo delante comienza a desvanecerse y vuelve la chica mordaz.

-¿Y por qué piensas que estaría dispuesta a salir contigo?- Los ojos azules le brillan con guasa.

-Creo que podría convencerte.-

«Y yo también, sinceramente.»

-Bueno, Noah, me da que no llegaremos a descubrirlo. Me falta bastante para los dieciocho.- Se muerde el labio y me observa un par de segundos, como si estuviera devanándose los sesos.

La Huida - Bienvenidos a un juego macabro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora