1+0 puede ser 2

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A veces los papeles amontonados en el escritorio eran nada comparado con el deseo que se formaba dentro de uno sin siquiera notarlo.


Un trabajo de oficina podía parecer fácil, pero no lo era, por lejos. Menos si tu puesto era ser secretario, significaba que tenías que llevar y organizar la vida de otra persona, dejando apenas espacio para la propia. Aunque fuera temporal, ser un secretario era demasiada responsabilidad, demasiado estrés acumulado, día tras día, pero a veces tenía sus ventajas, o al menos había que buscarlas, que hicieran el trabajo más ameno.

Siendo lunes por la mañana, Vernon iba corriendo al edificio donde trabajaba. Tenía que llegar temprano para poder dejar todo preparado antes que su jefe llegara, confirmar el itinerario del día, revisar cualquier correo pendiente que hubiese quedado de la semana pasada y organizar todo para esta semana.

Entrando, corrió al ascensor y lo alcanzó justo antes que las puertas se cerraran. Respiró agitado y se sintió triunfante por tan minúscula victoria, tanto, que comenzó a moverse sutilmente, hasta que se dio cuenta que no estaba solo.

—Buenos días, Vernon —dijo el chico que estaba en un rincón del elevador, sonriendo—. Te ves con ánimo, para ser lunes.

Vernon se quedó congelado sin saber qué responder, de todos, la persona que menos esperaba estaba allí y lo había visto hacer el ridículo, aunque había hecho que sonriera, eso podía ser incluso una victoria.

—Buenos días, Boo Seungkwan —respondió formal y con una pequeña reverencia mecánica, pero se arrepintió a los segundos al ver el rostro de Seungkwan.

—Ya te he dicho que me puedes decir solo Seungkwan —suspiró molesto y negó con al cabeza—. No seas tan formal, tenemos la misma edad.

—Está bien, Seungkwan —Era extraño llamarlo por el nombre, siendo que los dos no eran tan cercanos... en lo personal, pero en lo profesional tenían que estar en contacto diariamente, sin embargo, en su mente siempre lo llamaba Kwannie o Seungkwannie, eran más tierno y pegaba más con él.

El ascensor seguía su rumbo, eran demasiados pisos y poco el tiempo para hablar. Vernon miraba a Seungkwannie de reojo, notando las grandes ojeras que estaban debajo de sus ojos.

—¿Estás bien? —preguntó sin siquiera pensarlo.

Seungkwan sonrió forzadamente, moviendo los hombros.

—¿Te parece? —movió su cabeza, estirándose—. Siento que no descansé el fin de semana, tuve que llevarme trabajo a casa que no puede terminar —Movió su cuello—. Casi parece que cerré los ojos el viernes y que, al abrirlos, ya era lunes de nuevo —suspiró—. Pero no debo mostrarlo o mi jefe se molestará.

Vernos imaginó el rostro del jefe de Seungkwannie, alguien con una sonrisa casi angelical, pero que cuando se trataba de trabajo, parecía un demonio. Se limitó a sonreír y volver a mirar los números del ascensor que se movían rápidamente.

Los dos se quedaron en silencio nuevamente. Vernon volvió a mirar de reojo a Boo, pero este estaba mirando su propio reflejo en las paredes del ascensor, se veía tierno. Quería hablar más con él, preguntarle si podía ayudarlo en el trabajo, o hablar luego si le ayudaba, eran tantas las posibilidades. Un suave timbre sonó y las puertas se abrieron, sacando a Vernon de su ensueño. Ambos secretarios se miraron luego de bajarse del ascensor, mientras Vernon seguía pensando qué decir, pero Boo asintió rápidamente y casi se fue trotando a su oficina. Vernon se quedó mirándolo unos segundos y sacudió su cabeza intentando concentrarse, era hora de trabajar, así que también se dirigió a su escritorio.

An Even SumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora